21 años ya del 11M: «Los autores intelectuales del 11M no andan en desiertos remotos ni montañas lejanas», José Mª Aznar

Hoy, 11 de marzo de 2025, se cumplen 21 años de los atentados que sacudieron Madrid en 2004, un episodio que marcó un antes y un después en la historia reciente de España. Aquella mañana, diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de cercanías dejaron 193 víctimas mortales y más de 2.000 heridos, convirtiéndose en el ataque terrorista más grave jamás registrado en suelo español. Oficialmente, la autoría se atribuyó a una célula yihadista inspirada en Al Qaeda, pero en las dos décadas transcurridas desde entonces, han surgido hipótesis alternativas que apuntan a la posible implicación de actores inesperados, entre ellos la llamada Red Gladio, una estructura clandestina vinculada a la OTAN.

Los atentados del 11 de marzo ocurrieron en un momento de alta tensión internacional. España, bajo el gobierno de José María Aznar, había apoyado la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003, una decisión que generó mucha polémica interna y amenazas explícitas de grupos yihadistas, incluida una grabación de Osama bin Laden en octubre de ese año. Sin embargo, la investigación judicial posterior descartó una conexión directa con Al Qaeda como organización centralizada, señalando en cambio a un grupo local de radicales islamistas que habrían actuado de manera autónoma. Esta narrativa, respaldada por la sentencia de la Audiencia Nacional en 2007, no logró acallar todas las dudas, especialmente ante ciertas coincidencias temporales y estratégicas que han alimentado teorías sobre una posible operación más compleja.

Una de las piezas que han dado pie a especulaciones es la existencia de la Red Gladio, una red secreta creada por la OTAN durante la Guerra Fría. Diseñada originalmente como una estructura «stay-behind» para resistir una hipotética invasión soviética, Gladio operó en varios países europeos, incluida España, incluso antes de su ingreso oficial en la OTAN en 1982. Documentos desclasificados y testimonios, como los del exagente belga André Moiyen en 1990 o las revelaciones del primer ministro italiano Giulio Andreotti ese mismo año, han confirmado que esta red no solo existió, sino que en algunos casos se vinculó a actos de violencia, conocidos como operaciones de «bandera falsa», para influir en la política interna de los países donde operaba. En España, se ha documentado que los servicios secretos colaboraron con la CIA en actividades relacionadas con Gladio, incluyendo el establecimiento de una base en Las Palmas, Canarias, y la participación en ejercicios conjuntos, como uno realizado en Baviera en 1973.

Un elemento clave que conecta esta red con el 11-M es el ejercicio antiterrorista de la OTAN conocido como CMX 2004 (Crisis Management Exercise 2004), llevado a cabo entre el 4 y el 10 de marzo de 2004, justo antes de los atentados. Según información oficial de la OTAN, este simulacro anual de gestión de crisis involucró a varios países miembros y tuvo como escenario un ataque terrorista de gran escala en Europa, con un saldo ficticio de aproximadamente 200 muertos, una cifra sorprendentemente cercana a la tragedia real que ocurriría días después en Madrid. España participó activamente en estas maniobras, con la implicación de la Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Defensa y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Aunque los detalles específicos del ejercicio son confidenciales, su coincidencia temporal y temática con los eventos del 11 de marzo ha sido señalada por algunos analistas como un indicio de que pudo haber servido como cobertura o preparación para algo más.

La hipótesis de que los atentados podrían haber sido obra de la Red Gladio, o de una evolución de esta bajo una supuesta «Gladio B» de carácter islamista, se basa en precedentes históricos. Durante las décadas de 1970 y 1980, operaciones atribuidas a Gladio en países como Italia —como el atentado de la estación de Bolonia en 1980, que dejó 85 muertos— se diseñaron para culpar a grupos de izquierda y justificar medidas represivas. En este caso, el contexto del 11-M podría haber apuntado a un objetivo similar: desestabilizar el panorama político español en vísperas de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, o enviar un mensaje tras el apoyo de España a la guerra de Irak. La rápida atribución inicial del ataque a ETA por parte del gobierno, pese a las evidencias que apuntaban en otra dirección, y la posterior confusión en la gestión de la crisis, han añadido capas de intriga a esta posibilidad.

A esto se suma el hecho de que España tenía un historial de colaboración con estructuras clandestinas de la OTAN. Durante la dictadura de Franco y la Transición, el país sirvió como refugio para figuras vinculadas a Gladio, como el neofascista italiano Carlo Cicuttini, implicado en actos terroristas en Italia y relacionado con episodios violentos en España, como la matanza de Atocha en 1977. Aunque no hay pruebas directas que conecten a Cicuttini o a Gladio con el 11-M, estos antecedentes refuerzan la idea de que España no era ajena a las operaciones encubiertas de la OTAN.

A 21 años de los atentados, el debate sobre su autoría sigue vivo. La investigación oficial cerró el caso con condenas a varios miembros de la célula yihadista, pero las preguntas sobre cómo lograron planificar y ejecutar un ataque de tal magnitud sin ser detectados previamente por los servicios de inteligencia persisten. Las maniobras de la OTAN días antes del 11 de marzo, combinadas con el historial de la Red Gladio, ofrecen un marco alternativo que, aunque carece de evidencia concluyente, invita a reflexionar sobre las complejas dinámicas de poder que pudieron haber estado en juego. En este aniversario, el recuerdo de las víctimas se entrelaza con la búsqueda de respuestas que, tras más de dos décadas, aún no han encontrado una resolución definitiva.

Esta noche volveremos a analizar los atentados del 11M con Michael Boor.