La reciente propuesta de legalización del suicidio asistido en el Reino Unido ha provocado un debate intenso sobre las posibles implicaciones económicas y sociales para las personas mayores y sus familias. Uno de los puntos más controvertidos es el impacto fiscal, especialmente en relación con las pensiones heredadas y los impuestos asociados a ellas.
Según los expertos, la legislación actual establece que las pensiones pueden transferirse a los beneficiarios libres de impuestos si el titular fallece antes de cumplir 75 años. En caso contrario, los herederos están sujetos a impuestos que pueden alcanzar hasta un 45%. Este detalle ha llevado a algunos analistas a advertir sobre la presión financiera que podría sentirse en las decisiones relacionadas con la muerte asistida, ya que optar por fallecer antes de los 75 años podría ahorrar a los beneficiarios cientos de miles de libras en impuestos.
Un análisis detalla que, si un fondo de pensiones de 500.000 libras, por ejemplo, es heredado habiendo fallecido el titular antes de los 75 años, no se aplicarían impuestos. Sin embargo, si la persona fallece después de los 75 años, los herederos podrían enfrentar una carga tributaria de hasta 225.000 libras, dependiendo de cómo se retire el dinero.
Estas implicaciones han generado inquietud sobre cómo la legalización del suicidio asistido podría influir en las decisiones de las personas con enfermedades terminales o mayores de 65 años. Algunos temen que la presión financiera pueda convertirse en un factor decisivo, especialmente en situaciones familiares complejas donde las cuestiones patrimoniales son delicadas.
Especialistas en planificación financiera y representantes de la industria, como Andrew Tully de Nucleus Financial y Mike Ambery de Standard Life, han subrayado la necesidad de garantizar que estas consideraciones fiscales no influyan indebidamente en las decisiones de las personas al final de su vida.
Más allá de las cuestiones fiscales, el tema pone en entredicho la idea de «autonomía» en la toma de decisiones sobre el final de la vida. Críticos de la legalización argumentan que esto podría abrir la puerta a presiones externas, donde los factores económicos y sociales pesan más que los deseos individuales genuinos.
La cultura de la muerte: cuanto le estorban los mayores a esos criminales, a esos ladrones, en los partidos políticos y en los que mandan en este inferno hay viejos hijos de perra que acostumbran a vivir hasta los 100 años como el genocida de Henry Kissiger, George ya pasa de los 90 pero los ancianos que pertenecen a la mafia, esos no sobran, lo que le sobra es el dinero y la maldad. Por otro lado ya nos están eliminando aunque aún hay quien no se está enterando, inyecciones, fumigaciones y hasta inundaciones, si no perteneces a la mafia les sobras.
Cuando nuestros ancianos son abandonados a su suerte en gran número,ves a muchos por las calles sin apenas poder moverse ir al.super,o totalmente discriminados a discapacitados a los que se mira con desprecio por parte de la sociedad en la que impera la hipocresía y la falsedad,está humanidad tiene los días contados,este mundo es fallido.
Quizás este cerca el fin de los días.
El alubio Starmer y su camarilla, puestos ahí por la alubiada global, está a saco con la limpieza étnica.
Cargarse a los mayores, como se hizo en plandemia, es una batalla necesaria para el gran «reseteo», pues los ancianos son reservorios de conocimientos, experiencias, testimonios, visiones del mundo y hasta motivaciones que molestan mucho a la subraza satanista que está obsesionada con convertir el mundo en una granja hipercontrolada transhumana, desarraigada, catatónica, y muy, muy despoblada.
Muy pocos nos damos cuenta, pero el mundo está inmerso en rabiosas guerras étnico-religiosas, siendo los parguelas europeos o de origen europeo los únicos que no se enteran, dados los 80 años de condicionamiento conductual desde que ganaron «los buenos» la IIGM. Es estúpido pensar que esta visión denota «supremacismo blanco», pues es fácil ver cómo se hace esta misma limpieza étnica-religiosa en otros lugares, por poner el ejemplo más candente y actual, el oriente medio. Verlo y encontrarlo abominable, pues cada mochuelo debe ser feliz en su olivo.
El mayor problema es que la etnia-religión que va con ventaja, dada su naturaleza de perfidia, codicia y disfraz (estos rasgos siempre eran mencionados en los edictos de expulsión) opera desde demasiados países, países que le importan una higa y hasta forman parte de su proyecto aniquilador (como España, Francia, Alemania, Irlanda, EEUU…), pues su psicopatía inhumana es incompatible con la idea de patria secular, y su idea de «nación» es obsesivamente de dominio planetario y supremacismo racial sin parangón.