El colectivo LGTBI y sus planes de actuación en la sociedad actual es otra prueba palpable de la prisa que los señores del Nuevo Orden Mundial tienen para crear un tipo de sociedad nueva a través del caos y el derrumbe de los diversos órdenes sociales, a la vez que se practica un férreo control de la natalidad.
La organización surgió como órgano de defensa. En una sociedad prejuiciada e intolerante, que castigaba a los “diferentes” con penas de aislamiento, destierro, cárcel e incluso muerte, era necesaria una organización que contemplara los problemas de este grupo de personas, para luchar contra la discriminación y la homofobia, reivindicando la equiparación y el reconocimiento de derechos de las personas gays, lesbianas, bisexuales, transgéneros y transexuales.
El movimiento tiene su inicio en los disturbios de Stonewall Inn –un bar de ambiente que pertenecía a la mafia, a donde acudían personajes variopintos del mundo de la bohemia y el artisteo–, en Greenwich Nueva York. En los años cincuenta y sesenta, los homosexuales no tenían lugares donde poder reunirse y siempre eran perseguidos y detenidos por la policía. Una redada en la posada Stonewall tuvo gran apoyo social y provocó que el 28 de junio de 1969 hubiera una manifestación en el barrio, que se repitió durante tres días. Unas semanas después, varios grupos se aglutinaron y fundaron en Nueva York el Frente de Liberación Gay (GLF, por sus siglas en inglés). En poco tiempo ya contaba con grupos en universidades y ciudades de toda la nación. Este primer grupo fue remplazado por el Gay Activists Alliance y pronto surgieron organizaciones similares en Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Francia, España, México, Nueva Zelanda, Países Bajos, Reino Unido y, posteriormente, en el resto del mundo.
El movimiento LGTBI aglutina todo lo que se sale de lo normal en materia de sexo
A los primeros grupos se irían uniendo grupúsculos que ya existían, como los queer, o que se fueron creando, como los intersexuales, pansexuales, osos, BDSM, fetichistas y poliamorosos. En la actualidad, es una especie de cajón de sastre, donde cabe casi todo lo raro y antisistema, pero teniendo como bandera la transgresión en la sexualidad y en otros aspectos de la vida.
El movimiento nació como nacieron los grupos pacifistas, antimilitaristas o ecologistas: con un fin motivado por la necesidad. Pero el cambio de timón se produce cuando el poder político –siempre buscando sus propios intereses– fagocita la idea y/o la politiza. Ocurrió con los movimientos pacifistas, que el gobierno estadounidense interiorizó para ponerle otra cara al enemigo. Así, los que luchaban contra el desarme y la guerra pasaron a defender el planeta frente a sus agresores, los capitalistas. Con esta jugada maestra –esto lo argumentamos en otros escritos–, el estáblisment empezó a controlar el movimiento ecologista a través de los bienintencionados verdes, que empezaban a concienciar a la sociedad con el tema de la contaminación y la destrucción de la Tierra.
Con el movimiento LGTBI ha ocurrido lo mismo. Los grandes poderes, capitaneados por la ONU, han intoxicado este movimiento con ideas disparatadas, para cambiar la moral del mundo. Un colectivo que pedía tener su espacio en la sociedad y no sentirse perseguido, se ha convertido en un grupo intransigente e intolerante, que presiona y hace lobby con los poderosos. El lobby gay se ha convertido en un totalitarismo, del que no se puede discrepar. En la actualidad, ser gay, lesbiana o transgénero garantiza una prioridad en muchos ámbitos, porque el colectivo, en un principio social, ha derivado en un movimiento político del sistema, que manifiesta la peor sombra de los seres humanos.
Lejos quedan aquellos pobrecitos marginados y perseguidos por las fuerzas del orden, con los que cualquier persona de bien simpatizaba. Hoy son un lobby moral de presión, agresivo con la sociedad, muy irrespetuoso en general, y con determinadas instituciones en particular. En virtud de la libertad de expresión, que mal que bien aún funciona, se puede insultar al papa, a los políticos y a cualquier persona, con o sin razón; incluso se puede injuriar y calumniar, y no pasa nada. Pero para todo lo referente al colectivo LGTBI, existe una mordaza informativa difícil de explicar. Se pueden contar chistes de catalanes, de andaluces y hacer chunga de lo que sea, pero a los gays ni nombrarlos. Muchos periodistas dudan cómo abordar ciertas informaciones; los jueces titubean y dictan sentencias disparatadas por miedo a las represalias mediáticas. En un corto espacio de tiempo han pasado de perseguidos a perseguidores. Hay que decir que los homosexuales serios se desmarcan de este circo y no quieren saber nada con este movimiento y su ideología totalitaria.
Los parlamentos, tan perezosos a la hora de promulgar leyes –algunas urgentes y necesarias, para evitar ciertos vacíos legales– están siendo raudos en poner en marcha leyes de visibilidad y defensa de estos colectivos que pueden denunciar por delitos de odio y homofobia sin motivo, solo porque al denunciante le pareció que lo habían mirado mal, siendo el denunciado el que tiene que demostrar que no ha habido tal cosa. Estas leyes son muy injustas porque vulneran el principio de no discriminación; (esta ley –me refiero, en concreto a la gallega— discrimina a los heterosexuales). Es paradójico que se promulgue una ley de no discriminación y que la ley sea discriminadora en sí misma y la única en la que el “onus probandi”, esto es, la carga de la prueba pesa sobre el denunciado, vulnerando uno de los principios del Derecho procesal.
En la agenda de los manipuladores se cumplen los tiempos de la siguiente manera: primero se acuerda en la ONU con los portavoces de los think tanks; después se pone en marcha el agitprop mediático para ir sedando al pueblo; y posteriormente llega la ley, de la mano de los políticos sumisos, cómplices de la perversión de la sociedad. (Continuará en un próximo artículo).
1 Greenwich es una gran área residencial en el lado oeste de Manhattan, Nueva York, al lado de Broadway. Es considerado como un centro de artistas y gente bohemia. En los bares del vecindario nacieron a la música, entre otros, Bob Dylan, Jimi Hendrix, Barbra Streisand, Simon & Garfunkel y Joan Baez. The Village, como es llamado normalmente, acoge el principal campus de la Universidad de Nueva York.
2 Por eso el día del orgullo gay se celebra alrededor de esta fecha. Las manifestaciones de hoy no son reivindicativas, sino políticas. Los políticos las protegen obligando a que las banderas de colores ondeen en las instituciones. No hacen falta muchos más datos para darse cuenta de que esto se propicia desde las altísimas cúpulas. La fiesta del orgullo gay suele herir sensibilidades, es irrespetuosa y atropellante, una especie de carnaval en el que no se tiene el mínimo respeto por las ideas contrarias.
(Del libro Conspiraciones contra la humanidad. La agenda de los amos del mundo, Salvador Freixedo/Magdalena del Amo, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2017).
Mi aplauso para esta excepcional periodista.
La verdad es que, que yo sepa, más del 99% de los movimientos sociales en los tres últimos siglos ni han sido ni son espontáneos sino diseñados, provocados, desencadenados, dirigidos y monitoreados ocultamente por las mismas familias de ladinos banqueros usureros dueños hoy del FMI y sus mafiosas cortes dependientes («los agentes de los illuminati», con palabras de Albert Pike en su carta a Mazzini).
Por supuesto, las consecuencias de lo LGTBI encajan a la perfección en los distópicos objetivos del Gran Reseteo.