Por Ana Tidae
Incidencia acumulada. ¿Recuerdan cómo nos taladraban? Meses y meses y meses, años llegaron a ser, con el sintagma tomado de la epidemiología que con hábil programación neurolingüística gradual habían conseguido implantar en el subconsciente de los individuos como sinónimo de muy probable asfixia agonizante, y altísima probabilidad de muerte, para ti, para tus seres queridos o para cualquier persona que te cruzases. Todos los días en lo alto de la primera página de toda la prensa sistémica, en la radio, en la TV y en las redes sociales masivas. Empezaron con fallecidos; preferían llamarlos muertos, que es una palabra que produce un golpe más seco y evoca imágenes más sombrías. Siguieron de inmediato con ingresos en UCI (dependiente del número de camas asignadas), e ingresos a secas, y en seguida, cuando las Soluciones de Gestión y similares magos de la logística empezaron a traernos los ansiados tests cuya demanda había allanado el diputado médico de VOX, llegaron los “contagios”. Noventa y mucho por ciento de asintomáticos o leves, colaban en el cuerpo de la noticia, sabiendo que todos tenemos noción del portador asintomático que se da en algunas enfermedades y lo hemos experimentado, e imponiendo por evidencias de expertos y ciencia a los que no se les podía cuestionar su naturaleza evidente y experta y su pureza científica, que en este caso también se cumplía y no estaba permitido discutirlo sin perder la cuenta de las redes o hasta la licencia profesional (y cosas peores) en el caso de médicos, biólogos u otros profesionales. Porque el simple hecho de cuestionarlo o apuntar incongruencias provocaba muchos más muertos, sentenciaban.
Así que, pasado su pico inicial de muertos certificados, cuya verdadera explicación minuciosa sigue ahí guardada en el conocimiento de una minoría y de los culpables activos, la prensa siguió martilleando sus grandes titulares diarios con su curva, sus “casos”, sus “contagios”, y sus muertos intermitentes y finalmente la nebulosa de la incidencia acumulada, que era como un zumbido recordatorio de que “no podíamos relajarnos”, esa frasecita que actuaba como una pequeña descarga eléctrica pavloviana para que no perdiésemos el miedo que nos hacía ser ciudadanos responsables y probos.
Sacaban fallecidos de donde hiciese falta, y si hacía falta “verificarle” a Miguel Bosé de qué había muerto de verdad su propia madre, lo newtroleaban y lo malditaban y recuperaban para el marcador del pánico, la ciencia y la ortodoxia democrática a ese difunto escurridizo.
“¡Nos ocultan muertos!”, bramaban aterrados e indignados cientos de internautas que se autopercibían sagaces, y algunas personas en la fila distanciada social del supermercado con su voz amortiguada por las mascarillas. “¡Nos ocultaron muertes durante la pandemia! ¡Siempre nos mienten!”, leo con profunda desazón en estos últimos terribles días en el que se ha realizado otra brutal agresión sobre los habitantes de este país enfermado.
¿Cómo explicarles? ¿Cómo explicarles, una vez que la incidencia acumulada de titulares implantó para siempre en su sistema de creencias que hubo una pandemia con los muertos que le decían la prensa y el Ministerio de Sanidad, más los que le escondieron?
¿Y cuál es la incidencia acumulada de hoy? ¿Dónde está la actividad frenética de prensa y verificadores para darnos el recuento minucioso actualizado varias veces al día de cuántas personas han fallecido por esta catástrofe, que también tendrá una verdadera explicación minuciosa?
El número de víctimas mortales de la DANA debe ser pavoroso. La prueba es que las furcias mediáticas están dejando de dar las cifras de desaparecidos. Tener publicidad institucional pesa mucho
— César Vidal (@esCesarVidal) November 3, 2024
De la sobremortalidad que acaece en España desde 2021 sólo recuerdo haber visto alguna pequeña noticia esporádica, sin cifras, comentando que “desconcierta a los expertos”. Y después, silencio sepulcral.
Del evento que nos tiene conmocionados a todos –a todos no, como podemos ver- y para el que basta una mínima imaginación funcional para pensar en un número de personas desarrollando su jornada normal, cerrando sus tiendas, saliendo de sus entrenamientos y extraescolares, conduciendo, repartiendo, haciendo compras, volviendo del trabajo o metidas en sus casas bajas, no tenemos nada más que una cifra congelada.
¿Qué llevan en la sangre? Recogí esa frase de uno de los vídeos de saqueos para el último artículo. Sin embargo con esta subclase social que conforman los periodistas del sistema no puedo saber lo que llevan en la sangre. Cómo pueden buscar fallecidos donde haga falta –virtualmente, sin enfangarse- para cumplir un cupo de la jornada, o cómo pueden esconderlos sin pestañear para hacer el servicio requerido por su cliente. Llevan tanto tiempo trabajando para la bestia, que me temo que ya son lo mismo que la bestia. Pero incluso estas bestezuelas van a tener que enfrentarse con la terrible realidad pronto, y dar explicaciones.
No os preocupéis,que el mensaje lo tienen aprendido de memoria,la culpa es de la ‘ultraderecha’,como los muertos de la pateras,todo es culpa de la ultraderecha,es la Dana,son sus palabras sus inventos,por que son sus medios de comunicación.
Vosotros creéis de verdad que los jóvenes voluntarios valencianos son del PP?,y que por eso han insultado a Sánchez y al Rey?,el Rey no debería de haber venido y no está bien su recibimiento,mientras que Sánchez es el Presidente el principal responsable de la negación de ayuda,sea del PSOE o de lo que sea,su recibiendo es igual en toda España.
Mientras que la histeria colectiva,es a causa del corte de carreteras,de la falta de alimentos en los supermercados de la pésima información,o de la DESINFORMACION,por qué una cosa es verlo por la TV.y otras verlo con tus propios ojos,es Dantesco.Mucha gente estará tan traumatiza de por vida…
Y ya lo han conseguido,nos han vuelto a Confinar.