lunes, noviembre 25, 2024
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Como niños de cinco años

Existen ciertos umbrales de tolerancia entre las personas. Hay que diferenciar entre las desavenencias por desacuerdos, lo cual se considera algo normal pues no existen dos personas iguales, y otros son los conflictos, sobre todo cuando una de las partes retroalimenta su autoestima gracias a dichos malentendidos que, por otra parte, son utilizados para dar fuerza a sus argumentos y justificar las reacciones violentas de la contraparte. Una persona non grata es aquélla cuya presencia produce náuseas, representa lo más escatológico de la imagen personal y no tiene nada que se considera rescatable. Es más, la mera presencia en ciertos círculos, supone la putrefacción del resto del grupo.

Es un hecho que las relaciones se están volviendo tan tóxicas que ponerle a alguien esa etiqueta es lo más fácil. Dentro del marco de las actitudes psicofascistas existe una serie de rasgos: primero, la defensa del estado por encima de todo lo cognoscible, como entidad a la que hay que obedecer por su sabiduría y, segundo, la búsqueda del pensamiento único, al no existir peor elemento para el conocimiento que el conflicto entre actitudes y creencias. En el contexto de la necesaria imposición ideológica por el bien común, el disidente es considerado

Estos hechos, propios de sociedades paternalistas o maternalistas, que vienen a ser lo mismo, surgen de una serie de rasgos en la conducta con tintes infantiles. Si, como dijo, el ministro de propaganda de Hitler, una mentira repetida mil veces se transforma en verdad, cuando a un sujeto se le recuerdan dos aspectos, por una parte, su vulnerabilidad y, por otro, su incapacidad para hacer frente a una serie de desafíos y problemas, muchas veces creados por quienes se benefician por esas actitudes infantiles, entramos en el mundo de los mensajes. Peor aún sI esas situaciones generan estrés, ansiedad, depresión, trastornos de pánico, pensamientos suicidas o su realización final, en cuyo caso, el sujeto se vuelve tan vulnerable que necesita de la protección externa para seguir adelante en su vida: en otras palabras, no solo pierde la confianza en sí mismo, en su capacidad, sino que no puede tomar decisiones porque el margen deL error percibido por sus acciones finales llega a ser tan elevado que hace muy poco o nada.

Pensemos en el mensaje dirigido a gays y miembros del colectivo LGTBIQ+ o a a las mujeres en el contexto del feminismo. La mujer siempre ha sido vista como una incapaz que necesita todo tipo de protección, la cual ha tenido que ser dada por el hombre, por imperativo y duro castigo legal. Este hecho ha relegado a la mujer de su papel en la sociedad, como ser discapacitado, al igual que el varón para ser un agente activo en la sociedad, pero, lamentablemente, se ha convertido en un ser pasivo, que espera del varón, por muy feminista que se crea el gobierno de Pedro Sánchez. Finalmente, las leyes acentúan ese carácter paternalista que se convierte en maternalista cuando son ellas las que toman las batutas de sus derechos. Igual ocurre con los del colectivo anteriormente mencionados, siempre alerta ante cualquier conducta que pudiese significar que sus capacidades son menores o que se ríen de ellos por el hecho de necesitar dejar su huella allí donde vayan, como quien nunca tuvo atención, la cual es ahora privilegio. Es lo que hacen con los inmigrantes ilegales que convierten en víctimas de la historia y exentos de la responsabilidad de sus actos.

Este hecho no es ajeno a la política del estado. Que el sistema económico esté tan regulado, que haya que pagar impuestos para sostenerlo para que podamos vivir en sociedad, porque sino viene el caos, el desorden y ese pánico terrible, que los beneficios se reduzcan a que se te respeta tu derecho a la supervivencia  y que la clase política te dejará vivir, aunque te tortura psicológica y emocionalmente a través de tus símbolos inconscientes, generando traumas de pequeña intensidad increcento  o que te permita que te dé esos momentos de placer que tanto te gustan  compensan el dolor, el sufrimiento, el duelo en general o la inevitable e incomprensible pérdida, y, a modo de premio, te den un pequeño privilegio que para ti es oro puro, supone una limitación de tu capacidad operativa, pues el ser no vive en la dinámica del constante y sano autodescubrimiento, sino en la costumbre de recibir y recibir a cambio de ser conejillo de indias de los que crean la masa sin forma.

Te hacen creer qué no puedes hacer en aquellas áreas donde el estado crea delitos, acciones inmorales o criticables por el resto de la sociedad, la cual, tan atomizada, está que actúa como juez y parte de tu comportamiento. Del mismo modo que los miedos son inoculados son insertados e inoculados a un ritmo tan lento que ni tú te das cuenta, igual ocurre con las normas de alivio, esas que te protegen de tu verdadera identidad. Entonces, a la pregunta de qué soy capaz de hacer, la respuesta es desastrosa: de aquello que los demás me digan, todo ello ligado a un tema de dependencia emocional. Y es en ese contexto donde se articula, pues muchas personas no saben qué es el amor en su estado puro porque nunca lo han experimentado realmente y lo recuerdan es la lástima.

Otro elemento es el aviso constante, el recuerdo permanente de la existencia del peligro, el cual puede ser inventado, es decir, es irreal y justificativo del propio comportamiento infantiloide. El hecho es que al sujeto se le hace creer que ha vivir en un continuo estado de alerta y que ha cuidarse excesivamente. Ya no es que el estado, la sociedad o la familia esté tan encima de ti que no te deje ni respirar, no, ya es que tú mismo te asfixias cuando te vigilas, cuando te cuidas con tanto tino que no te permites esa libertad a la que tienes derecho o vives entre fantasmas que te recuerdan cada segundo lo malo que es el mundo, lo malas que son las personas o que cualquier acción que tomes puede se convierte en peligrosa para la propia existencia física, mental o emocional.

Es un contexto en el que el corralito se va cerrando y la desconfianza impera de manera ascendentemente paulatina, se llega a la androfobia propia de la plandemia covidiana y esas actitudes se programan en los sectores que imperan en la clase política, la cual es necesaria para alimentar el infantilismo en forma de normas por encargo de las élites a modo de entrenamiento, mientras se impone el plan secreto. Lo peligroso de ello es que muchos de los directores de estas corporaciones políticas son elegidos a dedo, viven en el marco de la ignorancia absoluta y actúan creyéndose incluso su propio y absurdo victimismo y, he aquí el tercer elemento, en el que el sujeto no acepta la responsabilidad de sus actos: la razón es bien simple: siempre hay alguien que protege, aún en el caso de que se cometa el peor de los errores. Este trato infantil es más intenso en este mundo de las elites, un trato muy estudiado y aplicado de manera muy sutil.

En este contexto en el que estás conmigo o estás contra mí, es fácil que a alguien se le declare enemigo o persona non grata o miembro de tu club privado. En la estructura psicofascista de la sociedad, promovida por agentes externos, las incorrectas formas del propio manejo energético-mental de los propios recursos, los sujetos  viven en el marco de su no libertad, de la necesidad de aquiescencia o señales adecuadas, de la rigidez a la hora de calificar a los demás en función de aspectos que alientan nuestros propios terrores y de la carencia de inteligencia emocional a la hora de considerar nuestras propias emociones como energías aliadas o de la necesaria obediencia al estado, a los demás o a nuestra propio sentimiento de inseguridad.

Es éste el contexto actual en todos los niveles sociales se mueven los mismos mecanismos con el consiguiente peligro para cada uno de nosotros y en el marco de las relaciones de poder, en la que prima ignorancia absoluta por parte de quienes toman decisiones por nosotros, muchos de ellos sin conocimiento alguno de la agenda 2030 y de sus sucias intenciones, creyendo tomar las mejores decisiones para nosotros, en no pocos casos.  

Si no portamos como niños vamos por muy mal camino porque no sólo no se resuelven los problemas, sino ante la consciente incapacidad nuestra vida se convierte en una pesadilla de sufrimiento perpetuo y nos encontramos con estos esperpentos, estos conflictos insufribles en forma de esclavitud mental.

La sociedad española es no sólo inmadura, sino que carece de su propia guía, los líderes políticos también, muchos de ellos en estado de venganza cuando no se les cumple en sus impulsos más primitivos.

Nos podemos preguntar sobre el futuro de este modelo de sociedades que se mantienen en pie por puro milagro y cuál es nuestro estado mental y emocional, así como cuán cerca estamos de un estado de delirio, alejados de cualquier realidad que llamemos científicamente evidente.

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1 COMENTARIO

  1. Como menores maltratados así nos tratan como los huerfanos de orfanato que los suelen pegar palizas los profesores y alumnos, de paternalismo ni maternalismo nada. Nosotros somos los huerfanos a los que matratar, violar y explotar.

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