Artículo de Alfonso de la Vega
Parece ser que va a celebrarse una nueva timba de tahúres entre los dos principales falsarios que conforman el incomparable e infalible dúo de liquidación nacional. A saber qué nuevo desastre pueda ocurrir. Si yo fuera juez estaría muy preocupado por si en la partida se envidara un nuevo medieval tributo de las cien doncellas, esta vez con toga.
A base de desastres la mayoría ya va entendiendo la calaña del presidente del gobierno de Su Majestad y su banda. Pero aunque parezca mentira aún hay gentes que creen que el PP de Feijoo o socialismo azul es algo sustancialmente muy diferente de la socialdemocracia fabiana hoy recauchutada en forma de sanchismo totalitario. Que sería una alternativa real en vez de constituir simple alternancia o mero turnismo o rol de imaginaria de igual servicio que Sánchez a la servidumbre de la Agenda 2030. Un quítate tú que ahora me toca mí engordar la gusanera.
No son habladurías, batallitas del abuelo Cebolleta ni consejas de viejas. En realidad, Feijoo ya se ha mostrado como un dictador muy peligroso en temas como la imposición lingüística del gallego transgénico u oficialista contra el español, o en el despotismo sin ilustrar de la dictadura sanitaria, asunto en el que incluso los tribunales tuvieron que pararle los píes, revocando algunos de sus mayores desafueros. Así, por ejemplo, al que no se vacunara contra el bicho desconocido las autoridades galleguistas del PP le podían meter una multa de 60.000 euros antes de ser recluido. Para colmo, también gracias al PP de Feijoo el Parlamento gallego es el único en el que en la práctica está prohibido hablar español. La toponimia solo en lengua regional contra la española ha sido impuesta a las bravas con insólitas aberraciones humillantes como «A Coruña» o el ridículo disparate para iletrados de «Fisterra».
Desde luego su herencia es liberticida y desastrosa. Y una nueva prueba de ello se encuentra en el esperpento legislativo que responde al nombre de Ley 7/2023, de 30 de noviembre, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres en Galicia. La diarrea legislativa galleguista se manifiesta en una suculenta deposición de 8 Títulos, 181 artículos y 5 disposiciones finales. Una machada para ver quién la hace más gorda, un engendro perpetrado con mayoría absoluta peor aún si cabe que la ya parida por el desnortado gineceo de la fanática señorita Montero.
Logro filosófico fundamental de estos hermeneutas normalizadores del PP de Feijoo es lo que llaman discriminación sexista por error:
«Artículo 10. Discriminación sexista por error
La prohibición de la discriminación por razón de sexo incluye la discriminación sexista por error, entendida como aquella que se funda, por parte del sujeto discriminador, en una apreciación incorrecta del embarazo, la maternidad, las obligaciones familiares o el estado civil de la persona víctima.»
Se trata de una barbaridad que destroza más de dos mil años de pensamiento filosófico occidental, de lógica, de epistemología, de metodología científica o de teoría del conocimiento. Pero que permitiría sancionar al osado que afirme, por ejemplo, que “un hombre es imposible que pueda quedarse embarazado”. El Poder cuanto más irracional o violento se ejerza más miedo produce. Otra perla es la que nos explica que «Se produce discriminación sexista interseccional cuando, junto al sexo, concurren o interactúan otra u otras causas de discriminación, generando una forma específica de discriminación.»
Por si no había bastante con la llamada «normalización lingüística» por la que los españoles que no hablamos gallego somos anormales, el nuevo engendro de la Xunta hace obligatorio en Galicia a otro atentado contra la razón, la gramática y las buenas costumbres: la obligatoriedad del lenguaje inclusivo. También obliga a cuotas paritarias en la Administración. Como por lo que se ve sobra el dinero que se pilla al contribuyente habrá onerosa y nutrida pedrea de prebendas, sinecuras y beneficios para nuevos tenderetes, observatorios, vulgo chiringuitos por la Causa. El despótico intervencionismo autonómico se ejercerá en la educación, la universidad, la empresa o los media de comunicación. La perspectiva de género alcanza también al medio ambiente (¿y los ecosistemas sin enterarse?) o al turismo, la acción exterior ¿de la Xunta? Curioso lo de contratos de la Administración con perspectiva de género. O la amenaza de labor de vigilancia e inspectora del Gran Hermano popular.
Para inmortalizar la felonía se instituye el prestigioso diploma que asegura la «Certificación Gallega de Excelencia en Igualdad», que viene a sustituir a otros anteriores considerados hoy por los populares obsoletos, propios ya de la malvada sociedad heteropatriarcal, poco posmodernos, escasamente resilientes o sostenibles, ni menos “woke”, como el de la ternera gallega, la mejor pareja de capones de Villalba o el percebe más gordo pillado en el Roncudo.
El Poder contra la sociedad. Por si ya no hubiera bastante con las fechorías andaluzas de Moreno Bonilla sirva este nuevo ejemplo gallego para mostrar la verdadera catadura de la otra cara del turnismo borbónico.