martes, diciembre 10, 2024

Adviento

Artículo de Alfonso de la Vega

Cabe comenzar con unas palabras proféticas de T. S. Eliot: “no creo que la cultura de Europa pueda sobrevivir a la completa desaparición de la fe cristiana. Estoy convencido de que no es simplemente porque yo sea cristiano, sino porque soy un estudiante de biología social. Si el Cristianismo desaparece, desaparece nuestra cultura en su integridad”.

Dado lo que está pasando no está de más una reflexión sobre la vigencia real del Adviento o de su sustitución por un apogeo del capitalismo consumista globalitario, fase previa a la devastación total.

Sustituido por el de «estas fiestas» el nombre de Navidad casi ha desaparecido como también alguna de las tradicionales manifestaciones del Arte sagrado con ella relacionado.  Aún se mantienen los Nacimientos o Belenes pero en retroceso frente al árbol pagano y el gordito heraldo de la Coca Cola, que pasa oportunamente del color verde al rojo.

Recuerdo en mi niñez cuando con gran ilusión ayudaba a instalar nuestro nacimiento en el despacho de mi padre. No muy grande por falta de mayor espacio pero lo suficiente para disponer de casi todas las cosas típicas y tópicas. Desde unas semanas antes guardaba el papel de plata de las chocolatinas para imitar el curso del agua. Había su molino, sus pastores, los rebaños, el ángel anunciador, la estrella y los Reyes Magos que se iban acercando cada día hasta el tan deseado con la llegada de los regalos. En lontananza como vigilando que nada se escapase de su maléfico control no faltaba el castillo del malvado Herodes con sus despiadados soldados, que hoy debieran ser suplidos con ventaja asesina por el no menos meritorio Netanyahu y sus fanáticos perpetradores de la nueva cobarde matanza de inocentes.

El Portal mismo es muy curioso y revelador desde el punto simbólico puesto que alberga cuatro figuras supuestamente estériles. El anciano San José, la Virgen, una mula y un buey.  Pero de ese cuatro material sin descendencia aparece un quinto elemento, la manifestación del Espíritu. El nacimiento del propio Sol según las tradiciones mistéricas recogidas por San Pablo.

Los Nacimientos o Belenes son manifestaciones de lo sagrado del ámbito mediterráneo, de la cuna de la civilización occidental hoy lamentablemente sustituidas por las propias de los bárbaros del Norte. Pero la decadencia actual de esta manifestación artística tradicional también lo es de un fenómeno más amplio: el de la sustitución del Cristianismo, proceso no iniciado pero sí agravado durante el nefasto bergogliato que intenta traicionarla creando una nueva religión complaciente a gusto y granjería de la plutocracia de los mercados financieros monopolistas.

El pontificado de Benedicto XVI, abortado por una aviesa conspiración, fue el último intento de mantener una Institución trascendente, respetuosa con la Tradición, el Arte sagrado y la liturgia, no asimilada o resignada a quedar como un tenderete obsoleto.  Con Bergoglio y lo que está detrás de este personaje, la Iglesia parece definitivamente condenada a perder su papel relevante y a vegetar como decadente elemento pintoresco y ceremonial, sin autonomía propia ni capacidad para ilustrar las conciencias y, en general, a una sociedad en fase avanzada de embrutecimiento y descristianización.

Ahora el nuevo Poder del NOM quiere y puede desechar el poder espiritual. El Poder no tiene más necesidad de la Iglesia, y la somete o la persigue o abandona. 

Para ello, mediante la Agenda 2030, la IA, o con la parafernalia que sea menester, es preciso convencer a fondo al hombre de la insignificancia de su alma y de la psicología misma; hay que dejarlo claro desde cualquier púlpito de autoridad que toda salvación viene de fuera y que el sentido de su existencia está en la “comunidad popular”.  Así se le puede conducir fácilmente al lugar donde ya por su naturaleza más le gusta ir: al país de los niños, donde se plantan exigencias únicamente a los demás y la injusticia siempre la comete otro. Cuando el hombre ya no sabe qué es lo que sustenta su alma  se incrementa el potencial de lo inconsciente, que asume el mando.  El deseo vence al hombre, y fines ilusorios que ocupan el lugar de las imágenes eternas despiertan su avidez. El animal de presa se ha adueñado de él y no tarda en hacerle olvidar que es un hombre. Con sus afectos cierra el camino a cualquier reflexión que pudiera representar un obstáculo para sus ilusiones infantiles, a cambio de lo cual le proporciona el sentimiento de una nueva justificación de la existencia que le embriaga de codicia y crueldad.  

Solo la presencia viva de las imágenes eternas es capaz de conferir al alma la dignidad que la hace verosímil y moralmente posible al hombre perseverar en su alma y estar convencido de que vale la pena permanecer junto a ella. Solo entonces se le hará evidente que el conflicto le pertenece, que la escisión es su doloroso patrimonio, del que no se libra atacando a otros, y que, si el destino le hace cargar con una culpa, es una culpa respecto a sí mismo. De este modo reconoce el valor de su alma, pues nadie puede ser culpable en relación con una nada. Pero si el hombre pierde sus propios valores se convierte en un ladrón hambriento, en un lobo, en un león, en cualquier animal de presa…”

Es posible que en estas ideas de Jung se encuentren claves de interpretación de cierto malestar o insatisfacción que sufren algunas personas por estas fechas. Desde su punto de vista científico nos avisa también de la extrema gravedad de las pestes psíquicas de las que apenas somos capaces de defendernos. Unas élites profundamente malvadas hacen todo lo posible para difundir y materializar tales pestes para conseguir sus efectos de devastación y sacrilegio de la condición sagrada del hombre.

Cuanto más se pierde la ilimitada autoridad de la visión cristiana del mundo, tanto más se revuelve en su prisión subterránea la bestia rubia y nos amenaza con un ataque de consecuencias imprevisibles. Este fenómeno se produce en el individuo como una revolución psicológica, pudiéndose presentarse también en la forma de un fenómeno social.”

“Desde que las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más elevados  han perdido su color, domina en el inconsciente una vida secreta.. Por eso tenemos hoy una psicología y por eso hablamos del inconsciente.  Todo ello sería, y de hecho es, superfluo en una época y una forma cultural que dispusiera de símbolos.  Pues los símbolos proceden de un espíritu superior, de un espíritu que permanece en lo más alto”.

Pero el Adviento significa un anhelo, una esperanza de la hierofanía, de que el Espíritu se manifiesta incluso en las condiciones que parecen más difíciles. Un Nacimiento con su ingenua sencillez presenta esas imágenes eternas, esos símbolos del Espíritu a las que se refiere Jung.La Navidad y su expresión, la hermosa costumbre del Nacimiento, nos enseñan que no estamos solos e indefensos ante la barbarie.  Como nos explicaba Góngora, “El sol pace estrellas en campos de zafiro”. La oscuridad se disipa con el alba. Si atendemos al principio de sincronicidad ahora podemos sintonizarnos con el nacimiento del sol, símbolo de Cristo.  Es decir, con la emergencia del arquetipo de Dios en el plano de la Conciencia, misión fundamental del Arte y de la Cultura. La Navidad nos invita a hacerlo junto con el crecimiento de la energía solar el del Sol interior del que nos hablan los místicos.

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2 COMENTARIOS

  1. De niña en el cole se me abrieron los ojos como platos la primera vez que oí eso de «cambió la visión del mundo y del hombre» referido a tal o cual época. ¿Es posible que algo tan sustancial suceda?, se preguntó aquella niña. Y lo archivó con sumo cuidado en su subcarpeta mental de asuntos a vigilar en subrutina.
    Por supuesto no hacía falta explicar que no es un fenómeno que suceda abruptamente en un día D y de forma universal.

  2. Hace unas semanas dialogaba con alguien que proclamó el consabido «seremos Venezuela». Y siempre que oigo eso apunto que vamos a ser muchísimo peor que Venezuela, añadiendo que la invasión islámica que nadie parece que vaya a parar nos iba a convertir en algo muy distinto y mucho peor.
    Y él dijo: «¿Estás loca? ¡Aquí tenemos garantías jurídicas!».
    Garantía jurídica es un concepto de origen cristiano, que en el islam ni se concibe, y que ya de por sí está siendo liquidado por los propios occidentales enfermos de papilla mental sionista y de la corrupción natural de fin de ciclo. Si esto se islamiza ese concepto directamente se extingue.

    La gran mayoría de la gente ignora la relación entre la cuna cristiana, su propia visión del mundo y del hombre, y toda la estructura política, cultural, social y jurídica que conformó Europa. Creen que es algo inmanente y eterno que ‘convierte’ mágica y automáticamente a todo el que se le acerque.

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