viernes, noviembre 22, 2024
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Memoria histórica contra la amnistía

Por Alfonso de la Vega

Después que en octubre de 1934 el sangriento golpe de Estado contra la República fuera derrotado gracias a la fortaleza y contundencia del entonces presidente del gobierno republicano, Alejandro Lerroux, socialistas y separatistas catalanes se compincharon para eludir las consecuencias penales de sus crímenes.  Así fue, con la colaboración del obtuso y pusilánime Jefe del Estado, el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, alias El Botas.  El resultado del proceso exculpatorio fue la amnistía de los criminales que se dispusieron a preparar el siguiente golpe. Ya lo advirtió otro participante en los hechos, el socialista Largo Caballero, luego presidente del gobierno rojo, dispuesto a provocar la guerra civil.  Suyas son frases tales como: «Si los socialistas son derrotados en las urnas irán a la violencia». «No creemos en la democracia como valor absoluto, tampoco creemos en la libertad». «Si triunfan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada». «Tenemos que luchar como sea hasta que en las torres y edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista».

La Historia se repite

Hoy, casi un siglo después, la Monarquía tropieza en los mismos errores históricos que precipitaron la caída de la Segunda República: no castigar de modo contundente, por cobardía, complicidad, corrupción o felonía, la rebelión criminal contra España y el sistema constitucional. Es muy probable que si entonces se hubiera castigado la rebelión socialista y catalanista del 34 como la gravedad de sus crímenes merecía no hubiera habido guerra civil. Resistiendo la propaganda sediciosa rebelde de socialistas y catalanistas. Con sentencias ejemplares, sin indultos ni amnistías posteriores. Pero no fue así. El procesado y luego amnistiado Companys pudo desarrollar su vocación criminal y liberticida en su siguiente etapa como jefe de la Generalidad. Miles de víctimas indefensas asesinadas por ser católicas o “españolas” fue el resultado de su genocidio.

La Historia se repite. El Partido Socialista vuelve a las andadas y está dispuesto a sacrificar lo que sea en apoyo y socorro de los golpistas. Indultos, amnistías, cohechos, desfalcos, saqueos, privilegios,… lo que exija el chantaje. Pero en su conducta, supuestamente socialista, existe una incoherencia mayúscula: la defensa de los privilegios y abusos de la reaccionaria oligarquía catalana contra los intereses de los propios trabajadores españoles.  El traidor PSOE como encanallado mercenario de la extrema derecha supremacista catalana. Claro que a lo mejor lo único que les interesa a sus dirigentes es participar en el botín, repartirse el resultado del pillaje. Da grima y asco ver el espectáculo de tanto heroico o sacrificado prócer y prohombre del socialismo mercenario del gran capital en el carrusel de las puertas giratorias.

Pero en justicia hay que decir que junto al Partido Socialista hoy se encuentran otras fuerzas. Las de la plutocracia globalista internacional empeñada en destruir la nación española mediante conspiraciones, fundaciones mercenarias y cohechos.  Y también la autóctona, la complaciente, la también globalista derecha-centrista cobarde siempre en busca de un apaño que permita salvar el negocio y el tenderete turnista del amo.

Lo del sangriento golpe socialista en Asturias merece otro recuerdo. Por lo que se refiere al golpe catalán, una vez proclamado por la República el estado de guerra en todo el país, varios militares leales fueron cobardemente asesinados a traición cuando a las órdenes del gobierno constitucional republicano instaron a los rebeldes comandados por el traidor presidente Companys a su rendición. Los golpistas dispararon sin previo aviso. Después de este cobarde asesinato, cuando el Ejército republicano atacó bajo el mando del general Domingo Batet, Companys y sus cómplices se rindieron sin luchar. No obstante, algunos huyeron por las cloacas.

Sin embargo, no sólo no aprovecharía el éxito para acabar con el enemigo sino que el posterior pasteleo del nefasto Alcalá Zamora y la fraudulenta victoria electoral de febrero del 36 del Frente Popular culminaron en la impunidad de los golpistas y asesinos. La izquierda representada fundamentalmente por el PSOE aliada paradójicamente con la reaccionaria oligarquía catalana había optado por la violencia criminal contra la República y ambas habían comprobado que les había salido barato. Muy barato. La guerra civil sería cuestión de tiempo.

El informe oficial republicano “La revolución de Octubre de 1934. La Rebelión del Gobierno de la Generalidad” ofrece un estadillo resumen con los daños provocados por la rebelión.  En Barcelona la intentona golpista costó la vida a 63 paisanos, 4 guardia civiles, 3 miembros de seguridad y 8 miembros del Ejército. Hubo también más de 200 heridos. Se requisaron 7999 armas largas, 3019 pistolas y se estima fueron arrojadas al mar unas 26 toneladas de armas de todas clases.

Se veía venir

¿Impredecible? En absoluto. El proceso había sido largo y todo esto se veía venir y así lo explicaban algunos autores. Cabe recuperar por su interés desde el punto de vista de la mejor comprensión de nuestra historia contemporánea, la obra del filósofo Ramiro Ledesma Ramos, que escribiría La Conquista del Estado. Y al que Ortega consideraba como uno de sus más brillantes discípulos. Intelectual de rigor, Ledesma Ramos publicó un semanario durante algunos meses del año 1931, desde el 14 de marzo hasta el 24 de octubre. En total 22 números de una revista homónima con su principal obra de teoría política, La Conquista del Estado. Y en la que colaboraron con artículos de opinión, algunos muy ilustrativos como documentos históricos, los personajes más dispares.

Pero más allá de la opinión que nos merezcan ciertas ideas políticas del autor así como de importantes matices que pudieran hoy considerarse, el tema del endémico golpismo catalán es tratado con gran lucidez, y teniendo en cuenta que los textos están publicados durante el año 1931, con sentido profético. En efecto, hasta su cierre gubernamental la revista se preocupó varias veces de tratar el tema catalán. Siempre con valentía y franqueza no políticamente correcta. Por su especial actualidad y clarividencia cabe recordar algunos párrafos del semanario.

Así, en su número 8, del 2 de mayo de 1931 criticaba la deslealtad de Cataluña y lo calificaba de «alta traición….al instalarse en España la República los núcleos catalanes separatistas antepusieron la satisfacción de sus afanes a los intereses del Estado republicano naciente. Sin temer la posible reacción que en el Ejército o en el pueblo españoles pudiera provocar su actitud egoísta, proclamaron el Estado catalán y nombraron su gobierno. ..no nos oponemos a que el futuro Estado republicano adopte una articulación federal. Tan sólo hemos de insistir en que todo el periodo constituyente esté presidido por el interés supremo, que es el interés de España. Inclinarse hacia o preferir la estructura federal porque una o dos comarcas sientan reverdecidas sus aspiraciones locales, nos parece un profundo error.  En nombre de la eficacia del nuevo Estado, sí. En nombre de los plañidos artificiales de las regiones, nunca».  

La preocupación por el devenir de los acontecimientos crecía. En el 14, del 13 de junio de 1931 resultaría profética:

Hay que impedir que la disolución de España se lleve a efecto con música de aplausos, obligando a los disidentes a una acción armada. A nosotros no nos importa la concesión de autonomías administrativas, pues esto favorecería quizás la eficacia del Estado. Pero sí denunciamos que no es eso ni nada que se relaciones con eso lo que solicitan y quieren los separatistas. Existe todo un programa de asalto a la grandeza hispánica, al que colaboran los inconscientes de más acá del Ebro en nombre de la turbiedad democrático-burguesa que concede libertades y disuelve pueblos. La política separatista se propone realizar sus fines en tres etapas.

Una, la actual, encaramándose a los puestos de influencia en Cataluña y desde ellos educar al pueblo en ideales traidores. Otra, intervenir en el gobierno de España, en el Poder central, con el propósito firme y exclusivo de debilitar, desmoralizar y hundir la unidad de nuestro pueblo. Por eso decíamos hace quince días que no hay que prestar sólo atención a lo que los catalanes pretendan y quieran para Cataluña, sino más aún lo que pretendan y quieran para España. Su segunda etapa consistirá, pues, en debilitar nuestro ejército, esclavizar nuestra economía, enlazar a sus intereses las rutas internacionales, propulsar los nacionalismos de las regiones haciéndoles desear más de lo que hoy desean, lograr, en fin, que un día su voluntad separatista no encuentre en el pueblo hispánico, hundido ye inerme la más leve protesta. La tercera etapa, cumplida en el momento oportuno consistirá en la separación radical.»

Pero en el comienzo de esa tercera etapa estamos otra vez hoy.

Ledesma Ramos entonces propugnaba “milicia” para combatir la sedición catalana.  No se ha hecho. Los sucesivos gobiernos borbónicos han dejado que creciera el cáncer negando que hubiera problema alguno de vulneración de la legalidad constitucional y de los derechos civiles o para la unidad de la Nación española consagrada en la constitución. Y el actual valido real es un traidor que demuestra con su conducta, detentar el poder para complacer a las oligarquías liberticidas.

En el número 15 de la revista, de 20 de junio de 1931, insiste en la incapacidad del gobierno y su falta de respuesta al desafío separatista.

«En nuestro último número quedaron suficientemente aclarados y denunciados los propósitos desmembradores. El Gobierno provisional derrotista sufre impávido el bombardeo de Maciá y se despoja cobardemente de toda autoridad en Cataluña. ..Pero hemos de salir al paso de una tendencia peligrosísima que con toda ingenuidad acepta un buen número de españoles. Indignados por la perpetua perturbación catalanista, exclaman un “Qué se vayan de una vez” esa pobre solución haría el juego rotundo a los traidores. Constituiría el éxito radical de los quinientos separatistas que hoy imponen sus gritos a Cataluña por la cobardía y debilidad del Gobierno de Madrid. Nada de permitirse las fugas. Un pueblo que permite la desmembración de su territorio y que otorga sin lucha patentes de nacionalidad a los núcleos insumisos, es un pueblo degradado, hundido en su vileza histórica, sin voluntad alguna de conservación… Cataluña no pertenece a un grupo de catalanes. Ni a la totalidad de los catalanes siquiera. Pertenece a España, y los catalanes tienen derechos en Cataluña sólo en tanto son españoles. Conspirar contra España es conspirar contra sus derechos en Cataluña, es despojarse de su cualidad de catalanes. Ni por sorpresa, ni por despecho, ni por las armas consentiremos jamás la separación de Cataluña».    

En su número 17, de 4 de julio de 1931, también habla del golpismo catalán, con, insisto, permanente actualidad.

“Nosotros esperamos que las Cortes constituyentes rechacen el famoso Estatuto que ahora  se elabora en Cataluña. Veremos que hacen entonces esas turbas reaccionarias de Maciá. Si apelan a la violencia es el momento de aniquilarlas sin compasión…hay que vigilar las posibles traiciones que se avecinan y exigir los castigos más duros para los que pretenden explotar la errónea deslealtad de una parte de Cataluña. … Todo se reduce pues, a egoísmo de partido, sacrificando los intereses más graves de España a una ambición criminal que equivalga a reforzar su minoría parlamentaria. Puede presumirse la meta nacional que informará a hombres así, que pactan con los traidores y hostigan las locuras para aprovecharse de ellas. …habrá que inhabilitarlos para toda función de gobierno. En Cataluña el timón lo llevan los separatistas y todo cuanto obtengan les servirá para avanzar más en sus pretensiones. El germen conducirá a la separación radical. Hay que darse cuenta de esto y no hacer luego gestos de extrañeza. Pero la separación es imposible mientras no lo tolere el resto de España. Cataluña no es una nación que pueda reclamar derechos de esa índole. Aunque el clamor separatista en Cataluña fuera absoluto, esto es que fuera unánime, sin una sola excepción, la petición de independencia, España podría y debería contestar con lenguaje de cañón. La separación de Cataluña necesita la voluntad conforme de todos los españoles, y es de suponer que no se degradará el hispanismo hasta el punto de permitir desmembraciones de ese linaje. .. El resto de España no ha hablado aún sobre el problema. Y su voz es decisiva en este pleito”.     

El 25 de julio en su número 19 volvía a señalar que “el Estatuto catalán hace que Cataluña se despoje tan solo de las atribuciones molestas y acumula para el Estado (¡!) catalán el control de todo lo que constituye la actividad fecunda de un pueblo… asistimos pues al triunfo del criterio separatista. Pero lo más grave del episodio no es a la postre la independencia de Cataluña sino que ello se realice y consiga a costa de la vitalidad española… estamos ante un caso de defensa nacional”.

Y a continuación se queja de que el Estado le reprima a él, a Ramiro Ledesma Ramos, por denunciarlo pero no a los separatistas: “Una maniobra policíaca del Director de Seguridad me envía a la cárcel, sin intervención del juez, como preso gubernativo por el nefando delito de defender la integridad del Estado”.

Se interrumpe así la publicación de la revista hasta el 3 de octubre de ese mismo año de 1931 en que se inicia una segunda pero muy efímera etapa hasta su liquidación gubernamental definitiva.

Tras otra contundente declaración en su primera página incluye un escrito colaboración de Miguel de Unamuno: “Se ha hablado de un hecho, del fet catalán, del estado de conciencia del pueblo catalán; pero se ha olvidado otro hecho y es el estado conciencia del resto del pueblo español, o del pueblo español todo, y es inútil querer hurtar el conocimiento de esta legalidad tal y como ella se nos presenta…. Es mejor luchar claramente que abrazarse con mentiras y con engaños.  El plebiscito se ha hecho muchas veces… Hay una voluntad radical, de raíces, y hay una voluntad que pudiéramos llamar folicular, de hojas, de follaje, de hojarasca. La voluntad radical es permanente, la del follaje es cosa pasajera. Vienen los vientos de otoño y arrastran las hojas secas lo mismo que arrastran las papeletas de votos. No. La voluntad de un pueblo no es tan fácil de conocer, sobre todo cuando no se le puede ilustrar suficientemente respecto a aquello sobre lo que tiene que decidir”. Y Unamuno nos recuerda luego el ejemplo de la secesión norteamericana: “Y el problema de la esclavitud se planteó, hasta que llegó un momento en que los plantadores del Sur dijeron: “Como hasta aquí, o nos separamos”. Y entonces Abraham Lincoln dijo “A eso no hay derecho”… porque estimaba que ni se puede permitir el suicidio ni se puede decir “hay que dar lo que piden”.     

Ese mismo mes de octubre de 1931 la revista fue cerrada definitivamente por el gobierno republicano tras aprobarse la Ley de Defensa de la República. Una ley que establecía el imperio de la excepción y arbitrariedad gubernamental sin control judicial efectivo. Como puede observarse fueron muchos los errores del Régimen republicano que alentarían el golpismo catalán. Y no por falta de lucidez como demuestran los textos rescatados de Ledesma o Unamuno.  Sin embargo, pese a todo, hubo políticos republicanos como Lerroux que intentaron hacerle frente.

¿Y hoy qué? Siguen los errores iguales o aumentados con los Borbones, el jefe de gobierno de Su Majestad cohecha con los golpistas. Las cosas cada vez más revueltas pero están humillando a la Nación con la pasividad de casi todas las instituciones borbónicas. Mientras Su gobierno reprime manifestaciones pacíficas de los ciudadanos con inusitada violencia policial, el rey en Dinamarca: “¿Ser o no ser?, esa es la cuestión.”

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