Más sobre la hipótesis judía en el magnicidio de JFK

Artículo de Alfonso de la Vega

De acuerdo con mi experiencia particular los artículos conmemorativos no suelen tener demasiada audiencia popular salvo para curiosos desocupados, aficionados al tema o para aquellos investigadores que buscan en la Historia respuestas a las situaciones presentes. Por eso, me ha sorprendido gratamente que haya tenido algún eco en las redes sociales cierta hipótesis como la que explicaba en un texto reciente publicado en El Diestro acerca de una supuesta responsabilidad israelí en el asesinato de JFK.

En efecto, la hipótesis israelí basada en la oposición del presidente Kennedy al arsenal atómico clandestino por parte de Israel, incidente que llevara incluso al cese de Ben Gurion, no suele ser contemplada habitualmente junto a otras más habituales o conocidas, relacionadas con el contexto de la Guerra fría, Vietnam, Bahía de Cochinos, o de política interna norteamericana.

Desde luego que la cosa debe ser muy gorda y los autores seguir siendo aún muy poderosos cuando sesenta años después no se desclasifican todos los documentos relativos al magnicidio.

Ahora bien, un amable lector me indica que dentro de las posibles hipótesis relacionadas con el judaísmo no he comentado otra de mayor importancia, según él, que la de los arsenales clandestinos de bombas atómicas ya mencionada: La hipótesis de la llamada Reserva Federal, equívoco nombre puesto que no es reserva ni menos federal sino un banco privado dominado por varias poderosas familias judías, encajaría con tales premisas. Aunque esa hipótesis sea más conocida, por su importancia merece un comentario diferenciado.

Los bancos de la Reserva Federal no son instituciones del Gobierno de los Estados Unidos. Son monopolios privados de crédito que explotan a la población de los Estados Unidos en beneficio de ellos mismos y sus clientes extranjeros. La Reserva Federal es el ideal de todo plutócrata abusivo que se precie pues supone una forma de creación de dinero desde la deuda y la nada. El gobierno americano emite un  bono de deuda y el grupo de potentados judíos privados le da a la maquinita e imprime su valor en billetes, generando al mismo tiempo en su beneficio intereses sobre el bonito papel recién impreso. Todo un negocio.

Un negocio redondo que habría sido puesto en grave peligro por JFK a finales de esa misma primavera de su infausto año 1963. Ese 4 de junio JFK había aprobado una disposición, la Executive Order 11.110 que permitía al Secretario del Tesoro emitir certificados de plata durante el período de transición bajo el plan del presidente Kennedy para reformar el sistema financiero. Sin embargo, para algunos autores la Executive no era más que una disposición técnica administrativa sin tanto alcance político geoestratégico como se ha querido ver.

Pero JFK había devuelto al gobierno de los EE.UU. la facultad de emitir moneda, sin tener que pedirlo prestado a la Reserva Federal. Kennedy dio a la Tesorería la facultad “para expedir certificados de plata respaldados por reservas de plata metal en el Tesoro”. Esto significaba que por cada onza de plata en poder del Tesoro el gobierno podría poner nuevo dinero en circulación. Varios millones de estos “dólares Kennedy” comenzaron a circular gracias a esta orden. Si una cantidad suficiente de estos billetes hubiera sido puesta en circulación se hubiera eliminado la demanda para billetes de la Reserva Federal porque los “Billetes de Plata de Kennedy” estaban respaldados por metales preciosos y los de la Reserva Federal por nada. 

La Orden Ejecutiva 11.110 habría impedido que la deuda nacional llegase a su nivel actual, debido a que hubiera dado al gobierno la capacidad de reembolso de la deuda sin tener que acudir a la Reserva Federal y el subsiguiente pago de intereses a fin de crear el nuevo dinero. También había dado al Congreso la posibilidad de crear su propio dinero respaldado por plata y libre de deuda e interés. Los billetes de dólar así creados por JFK decían “United States Note” en vez del habitual “Federal Reserve Note”, de los fabricados por la Reserva Federal privada. Pero poco después del magnicidio de Dallas se dejaron de imprimir más de esos billetes. El presidente Johnson se apresuraría a dejar sin efecto la Executive order así como de empezar la escalada bélica en Vietnam.

En su libro Crossfire Jim Marrs explicaba la hipótesis de que JFK fuera víctima de su intento del control de la Reserva Federal y de traslado de su poder a la Administración de EEUU. Intentaba devolver el poder real a las instituciones republicanas desde su secuestro por el siniestro deep state. Al cabo esta sería la razón de ser sacrificado.

Según algunas hipótesis el encargado principal de organizar y ejecutar el supuesto complot financiero habría sido el tenebroso Bush padre que desde entonces iría escalando altura en la cucaña política hasta terminar llegando a la propia Casa Blanca.

El magnicidio de JFK supone un antes y un después en la toma de conciencia de la naturaleza del Poder y del estado real de las instituciones. El presidente Kennedy era católico, un «goyim» de los que según el Talmud deben estar al servicio del judío, como cada vez más lo está siendo la degradada civilización occidental. Su sacrificio tendría también un componente simbólico y ejemplarizante.

Pero hay otra cuestión especialmente inquietante relacionada. La situación internacional actual con la creación de los BRICS y el creciente proceso de desdolarización mundial recuerda estos hechos aunque en un escenario globalizado. Para mantener sus privilegios y la hegemonía del dólar contra la multipolaridad emergente cabe especular que la opción por la violencia, en este caso de una terrorífica tercera guerra mundial, no estaría ni mucho menos descartada por cierta élite despiadada de la plutocracia.