viernes, diciembre 13, 2024
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Uniformes, mohatras y disonancia cognitiva

Artículo de Alfonso de la Vega

 «Yo no valgo para Palacio porque tengo vergüenza y no sé lisonjear»  (Miguel de Cervantes)

Estamos inmersos en una dinámica en Occidente en la que nos quieren introducir en un mundo desquiciado de símbolos y lenguajes equívocos cuando no simplemente falsos, en el que nada es como nos dicen o promueven para que nos hallemos en la más absoluta incompetencia personal para comprender lo que pasa.

Cuando los que confunden o promueven el error o el fraude son los que tienen la obligación moral, técnica, institucional o profesional de combatirlo nos encontramos ante la vieja táctica de pícaros conocida en nuestro siglo de oro como mohatra. Significa fraude, falso testimonio o aval perpetrado por quien sabe y debe evitarlo. Ejemplos hay muchos. La «matrix disimulada» y justificada. Un juez prevaricador, un falso tasador, un experto avalista de desatinos, un médico a palos, un tribunal constitucional que perpetra traiciones a la misma constitución que debe defender, un gobernante traidor, un periodista que miente por sectarismo o corrupción. El hábito no hace al monje. Ni el uniforme al guerrero.

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Acabamos de asistir a otro ejemplo en la Academia militar de Zaragoza en que casi nada es como nos muestran. La posible heredera al tambaleante trono español ha ingresado allí para una superficial formación militar que le permita lucir un uniforme, pero el hábito no hace al monje. Sin embargo no se ha podido ocultar que su madre entre tantas y tantas virtudes que la adornan es roja, rojísima, y está en contra de las heroicas hazañas bélicas de su tierna y sobreprotegida criatura mayor. De modo que estaba tratando de evitar a toda costa que cumpliese con sus deberes patrióticos, enfriando su futuro «ardor guerrero» en el tierno corazón de la española inglesa.

También se ha filtrado que la heredera no habría dado la nota de corte para el ingreso en la Academia militar que otrora en mejores tiempos fuera presidida por gente tan competente como el general don Francisco Franco, la han colado junto a personas de auténtico valor y mérito.  Sería una prueba más de que la Monarquía representa el nepotismo que supedita el mérito al linaje.

La estancia de la princesa en la Academia ha supuesto una excepción llena de privilegios que se pretende ocultar o hacer pasar como que ha sido tratada como una persona más. El uniforme identificado contra lo que es habitual con dos apellidos Borbón Ortiz, no vaya  a ser que si solo figura el del padre se mosquee la nueva dinastía emergente que es la que manda. Y entre otras cuestiones la dieta de la princesa también habría sido motivo de conflicto aunque hay que agradecer al general director que haya mantenido el valor militar ante la exigencia de Leticia de que la joven disfrutase de dieta y rancho aparte. «Petición viciosa» se llamaba en mis tiempos y solía conllevar arresto. La caballero aspirante ha podido degustar las prohibidas delicias de las hamburguesas con bacón, aburrida de la dieta hitleriana de su madre con coles de Bruselas cocidas a lo Von Trinken con guarnición de nirvana y su chorrito de vinagre balsámico.

Sea como sea, tendremos presente en nuestras oraciones al valiente general director que tiene la osadía de intentar cumplir con su deber en este calamitoso reino… Pero no hay pesadilla que cien años dure y la heredera, sana y salva gracias a Dios, por fin jura bandera y se larga con su oneroso petate a otra parte de modo que el personal ya pueda respirar aliviado.

Seguimos. Después del acto militar llega el peligro: viene la peligrosísima celebración en familia. Leticia ya había vetado la presencia en la ceremonia militar de su suegro, el anciano rey ex jefe de las fuerzas armadas y de todos los ejércitos habidos o por haber, que otrora presidió la no menos solemne jura de don Felipe y además es el abuelo de la ahora juramentada.

Como sucede en «Alicia en el país de las maravillas» con la feroz reina de corazones, don Felipe es sabido que tiene auténtico pavor a su mujer y es incapaz de oponerse a sus caprichos por escandalosos que resulten. Tras la jura y armándose de valor, bajo su atenta mirada flamenco en ristre, y con el pundonoroso coraje que sin duda le adorna, don Felipe se ha dirigido retóricamente a la princesa con uno de sus estupefacientes sermones, para explicarle que su «responsabilidad, en cualquier circunstancia y en todo momento, es servir a España con toda la energía y determinación, con verdadera pasión», y la ha animado a actuar siempre con «integridad, honestidad y rectitud».

«Querida Leonor, recuerda que el compromiso que has asumido conlleva la mayor responsabilidad con España. Sabes bien, como princesa heredera, que la Corona simboliza su unidad y permanencia»,… “Os animo a esforzaros permanentemente a mantener la ilusión; a que mejoréis con ambición vuestros conocimientos y capacidades, y a que practiquéis estos valores para que vuestra dedicación y entrega tengan siempre como objetivo el mejor servicio a España»,

La verdad es que don Felipe hace bien en aclararlo por si había dudas después de su audaz «espantá» del martes al mostrarse incapaz de oponerse a las maniobras traicioneras de Su presidente de Gobierno en defunciones.  Dudas que la extraña nota explicativa de la Casa Real no consiguió disipar. Una pena que no haya acertado con el color de la píldora «matrix» y haya elegido la cómoda molicie de lo que dure la poltrona antes que el esfuerzo de sus deberes patrióticos. Una pena que estando en condiciones de ser un Trump, líder de los patriotas y de los pretendidos sombreros blancos, se conforme con el papelón de siervo prescindible al servicio del deep state de un lamentable y ridículo Biden.

Pero, sinceramente amigo lector, no se entiende nada. ¿Cómo se puede hacer una cosa un martes y desdecirse justo para afirmar lo contrario el sábado siguiente? En la distopía en que nos fuerzan a vivir, ¿no nos hallamos ante un fragrante caso de disonancia cognitiva?

El presidente húngaro Orbán con gran lucidez lo acaba de denunciar: La Unión Europea «crea un mundo orwelliano ante nuestros ojos». «Compran y suministran armas mediante el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz. Quieren controlar los medios mediante la Ley Europea de Libertad de Medios. ¡No luchamos contra los comunistas para terminar en 1984!»

Lamentablemente Sí. Paz es guerra, salud es enfermedad, vacuna es vida, censura es libertad, democracia es monarquía…

Caen las palabras, caen los símbolos como forma de comprensión de la realidad. Por lo que se ve hay que relativizar en lo que valen las palabras de don Felipe, que se expresa en palaciega neolingua. Pero el esperpento de tintes orwellianos está servido para el mejor entretenimiento del espectador al que la Monarquía le da pocos motivos de orgullo, satisfacción ni regocijo.

Queda otra temida segunda parte del sarao familiar para finales de este mes. Y ahí puede pasar cualquier cosa pues se espera un choque de trenes entre ambas dinastías, Borbones y Rocasolanos al completo.

Entre tanto vamos a ver qué pasa con cosas serias graves como la nueva crisis bélica en Palestina o el posible fin de la guerra en Ucrania. Si es que la mohatra falla y conseguimos enterarnos de algo.

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
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1 COMENTARIO

  1. Un apunte. Los rojos rojísimos van de antimilitaristas, pero como con todo, mienten. A ellos les apasionan los ejércitos … rojos, y la hemeroteca rebosa de detalles que así lo indican. El ejército rojo es una ensoñación pueril que ellos tienen en sus mermados cerebros miopes a la realidad, que defiende una «causa» falaz e indefinida, pero que cuenta con jerarquía, uniformes, pompa, armas, y licencia para matar bastante más laxa que la de los ejércitos civilizados.
    No hay más que ver cómo se derriten llamando «comandante» al gorila del Che, a Castro o a Chávez, o como adoran la estética militar soviética.

    Son una mentira perpetua. Les faltan sectores cerebrales y los completan con fantasías y mentiras, forzosamente inspiradas en el mundo real.

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