sábado, julio 27, 2024
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Las apasionantes y crueles culturas precolombinas

Todas las culturas de la Humanidad dado por una fase ancestral de sacrificios humanos, pero algunas han ha sido especialmente emblemáticas de todo esto. Estamos hablando en concreto de los mayas y los aztecas, así como de las culturas que tenían a su alrededor, pero el sacrificio humano con fines ritualísticos y hasta alimentarios es tan antiguo como la Humanidad misma. Y hasta se ha utilizado para cerrar tratados entre distintas facciones políticas para repartirse el poder y las distintas hegemonías.

Los sacrificios humanos en América antes de la llegada de los españoles

En el caso del Imperio Inca, gran olvidado en este sentido, por no construir las famosas pirámides de los otros imperios americanos, estaríamos hablando de auténticos genocidios motivados por causas claramente políticas. Pactos que se realizaban a la sombra de la veneración a los dioses, por supuesto, pero que siempre tenían un interés político de pacto y sometimiento. Y el ejemplo más claro de todos lo tenemos, tal vez, en esos enterramientos rituales de chicas muy jóvenes por los incas, cuyas momias presentan una serie de evidencias bastante claras de pertenecer a la más alta aristocracia guerrera o sacerdotal de la época. Dos conceptos que se veían claramente relacionados en las culturas precolombinas, pues del campo de batalla se pasó demasiado a menudo a la pirámide o el templo. Para hacer efectivo el sacrificio de los prisioneros.

¿Por qué sacrificar a los vástagos de la clase dirigente?

¿Por qué sacrificar a los vástagos de la clase dirigente? Porque se trataba de clanes o tribus que habían sido derrotados o que directamente se sometían al Inca vencedor en tal o cual guerra. A la dinastía que iba a regir una durante un tiempo que podía ser demasiado largo y sangriento para los sometidos. Por eso se sellaban estos pactos brutales que garantizaban a los vencidos una cierta forma de paz, aunque estaba claro que no iba a ser gratuita.

La historia oficial que se nos cuenta la conquista de Perú está muy mal escrita, en primer lugar, porque se obvia todo el tiempo la existencia de una guerra civil horrible cuando llegaron los españoles, la cual fue seguida de una limpieza étnica igualmente descarnada y sin piedad. Los derrotados seguidores de Huáscar y sus familias y allegados corrieron una suerte horrible a manos de los vencedores partidarios de Atahualpa y nadie parece que hoy en día quiera acordarse de nada de esto, ni siquiera los propios peruanos, como si esas víctimas inocentes no hubieran existido jamás.

En las representaciones de arte maya, la guerra y el sacrificio ocupan un lugar preferencial

En las representaciones de arte maya, la guerra y el sacrificio ocupan un lugar preferencial. La verdad es que eran unas civilizaciones muy avanzadas, pero al igual que en el resto del mundo resolvían sus problemas a garrotazos. No había mucho lugar para la diplomacia antes de que corriera de forma abundante la sangre. Y a los que se rendían tampoco se les daba mucha tregua, pues la verdadera masacre empezaba justo después de la batalla. Cuando los rendidos eran conducidos a las avanzadas ciudades rodeadas de jungla donde se celebraban los masivos sacrificios humanos.

Las distintas dinastías aztecas competían entre sí por edificar las más grandes pirámides, símbolo de poder y de terror para propios y extraños. cualquier ocasión era buena para un baño de sangre ritual. Sin ir más lejos, la propia consagración de una pirámide era un motivo estupendo para dar rienda suelta a esta religión bestial. Un panorama que contrastaba muchísimo con el Renacimiento europeo, puesto que estamos hablando de periodos que coinciden en el tiempo, ya que América estaba muy aislada del resto del mundo.

Las deidades de esta gente presentaban un aspecto intimidatorio. No olvidemos que estamos hablando de unas culturas que se encontraban en constante conflicto entre ellas. Y en los periodos de paz se procedía a apretar las tuercas de los propios vasallos mientras se preparaban nuevas expediciones contra los enemigos, es decir: los clanes o tribus o pueblos vecinos. También resulta impresionante la apariencia del dios Jaguar, que funde en uno solo al ser humano y al feroz felino.

Un sacerdote maya con su boca descarnada

Particular atención merece esta representación tan hermosa de un sacerdote maya con su boca descarnada, signo claro de su conexión directa con los dioses. Estos miembros de la élite guerrera se caracterizaban por manejar el tabú de la religión, que a veces implicaba auto sacrificios por parte del propio sacerdote.

¿Por qué tanta insistencia en recurrir a los sacrificios y a esta religión tan brutal? de qué tenían miedo los aztecas o los incas o los mayas? ¿Qué poderosas razones les empujaban a cometer semejantes actos inhumanos en forma industrial y a estar constantemente obsesionados con invocar la piedad de los dioses?

Es evidente que el tema de las cosechas ocupaba un lugar preferencial en estos miedos y ahí está el dios maíz para demostrarlo. Otra deidad terrible que había que aplacar con sangre a cambio de que fuera magnánimo en la cosecha de este importantísimo cereal, básico para el sostenimiento de la nación maya. ¿Imagináis una cosecha incompleta, insuficiente para alimentar a la mayoría de la población? La aristocracia guerrera debía sentir auténtico pavor a la hora de explicar a sus hambrientos súbditos la situación tan penosa que se les venía encima. Siempre con el fantasma de la rebelión sobre sus cabezas o, mejor dicho, a los pies de las voluminosas pirámides.

Las culturas precolombinas se obsesionaron demasiado con la cultura de la muerte

En aquellos tiempos sería muy difícil sujetar un levantamiento popular dada la escasa tecnología militar de la que disponía los miembros de la élite. Más o menos cualquiera, entre la mayoría sometida, podría hacerse rápidamente con un armamento parecido a las arcaicas porras de obsidiana y lanzas rudimentarias de esos aristócratas guerreros y su guardia pretoriana. ¿Se debió a este tipo de motines el abandono de las ciudades mayas, por parte de mayorías de plebeyos descontentos, que lograron derrocar a esa élite pero que luego no sabían administrar correctamente esa civilización? La propia deserción en masa de ese campesinado pudo también provocar la ruina de una aristocracia sacerdotal y militar, pero que no pintaba nada en una ciudad vacía. En cualquier caso, mientras romanos los griegos hacían obras públicas de utilidad para todos, como luego siguieron haciendo godos o árabes, las culturas precolombinas se obsesionaron demasiado con la cultura de la muerte y eso no le sirvió para progresar más allá de un límite.

La guerra total de los mayas, aztecas e incas

Se ha especulado mucho sobre si estas culturas precolombinas ejecutaban la guerra total, pero la verdad es que nos han dejado bastantes pistas de cómo funcionaban con los derrotados. La guerra total es un concepto que se puso de moda en la Segunda Guerra Mundial y que se refería a no tener ninguna restricción a la hora de machacar al enemigo y destruirlo no sólo militar y económicamente, sino socialmente, llevándolo al exterminio si es necesario. Un concepto despiadado de guerra genocida del que los aliados hicieron un uso extensivo al bombardear, con armas de destrucción masiva, ciudades llenas de civiles mientras avanzaban violando y matando por todas partes.

Pues bien. Los mayas hacían un uso semejante de la fuerza militar y no se casaban con nadie cuando ya habían ganado, sino que tocaba exterminar literalmente al enemigo y hasta ofrecerlo como sacrificio a los dioses en lo alto de una pirámide. Para que todo el mundo tuviera claro quién mandaba. Y no escatimaban en humillaciones previas al vencido. Los derrotados eran maniatados con las manos a la espalda y se colgaban tiras de papel sobre su cuerpo para hacer befa de ellos antes de conducirlos a donde tenían que ir: la cima de la pirámide donde sus corazones eran arrancados en vida.

Los de Hernán Cortés fueron recibidos con ofrendas de manos cortadas

Y no nos olvidemos de los aztecas y otras culturas del centro de lo que hoy es México, pues constituían un auténtico ejemplo de todo lo que estamos hablando aquí. Una brutalidad con los vencidos y sometidos que hoy en día nos resulta impresionante, pues su sistema político se basaba literalmente en cobrar tributos mientras sacrificaban con regularidad a una gran cantidad de personas de los pueblos vasallos de alrededor. De hecho, los prisioneros españoles que cayeron en manos de esta aristocracia militar de Tecnotitlán, capital del imperio azteca, fueron sacrificados en la cima de la pirámide sin ningún tipo de miramiento. Y mucho antes que eso se dio la circunstancia brutal de que los de Hernán Cortés fueron recibidos con ofrendas de manos cortadas, como gesto de hospitalidad, mientras los recién llegados europeos se cargaban de razones para completar el saqueo de dicho imperio y llevar a cabo la sustitución de sus gobernantes.

Este auténtico genocidio se practicaba como si fuera la cosa más normal y el pueblo participaba de ello como espectador. Como si fueran cebras que se alegran de que otra cebra es la que ha sido engullida por el león. Una notable diferencia si comparamos esta religión brutal con la que tenía que venir con los españoles. ¿Acaso se puede comparar el rostro amable de la Virgen de Guadalupe con la cruel bestialidad del dios Jaguar o el dios Maíz? Sinceramente, yo no cambiaría los milagros de nuestro Señor Jesucristo por volver a esos tiempos de corazones palpitantes arrancados. De sacrificios aberrantes que los sacerdotes tenían que ejecutar, a veces sobre sí mismos, y de los cuales nos han quedado símbolos como esas imágenes que representan a un sacerdote con la boca descarnada.

Al tiempo que la conquista española iba avanzando por América lo hacía también la colonización y evangelización europea y cristiana. Muchos nativos y también miembros de la aristocracia sacerdotal y militar se fueron pasando a los españoles y hasta se convirtieron en sus más leales aliados o los servidores. No pocos de ellos llegaron a mantener su estatus de nobleza, lo que les permitió continuar también con sus privilegios sociales y económicos. Ser curioso que los de tlaxcaltecas que ayudaron a Cortés fueran luego los más combatidos por los criollos de sangre española que dieron la supuesta independencia a México.

No es de extrañar que mucha gente viera en los españoles una liberación

Después de haber contado las costumbres locales de la gente que mandaba en estos países y su brutal religión creo que no es de extrañar que mucha gente viera en los españoles una liberación. La verdadera guerra la tenían entre ellos mismos todos los días y la paz hispánica lo que trajo fue eso. La paz política y una religión de paz. Aunque en un primer momento hubiera incluso guerras civiles y ajustes de cuentas entre los escasos españoles que deambulaban por esas tierras vírgenes. Guerras en las que también tomaron parte, en bandos enfrentados, los indígenas que luchaban por uno u otro líder extranjero.

Un ejemplo de la barbaridad y superstición de esta gente lo tenemos en la batalla de Otumba, en la que el ejército español comandado por Hernán Cortés fue rodeado por las tropas mexicas mientras se retiraba hacia la zona de sus aliados tlaxcaltecas. Con los españoles viajaba también un poderoso contingente de estos aliados indígenas, enemigos mortales de Technotitlán y sus aliados.

Sabían con qué gusto sus enemigos tradicionales los sacrificarían en sus pirámides

En condiciones normales, los escasos supervivientes y sus aliados nativos se podrían haber rendido, por la desproporción de fuerzas en su contra y el hecho de estar rodeados, habiendo perdido además toda su artillería y arcabuces por el camino. Pero esta costumbre europea de rendirse y salvar la vida, que no el honor, no estaba muy de moda entre los pueblos precolombinos. Y los primeros que sabían cuál sería su destino de caer en manos mexicas eran los propios tlaxcaltecas. Un pueblo local que durante demasiado tiempo se había visto sometido brutalmente por los aztecas y que sabían perfectamente con qué gusto sus enemigos tradicionales los sacrificarían en sus pirámides. Era imperdonable su atrevimiento de haber ayudado a los españoles a tomar su invencible capital por un tiempo.

Es por ello que este pequeño contingente de españoles y aliados del país se negaron a rendirse y se tomaron la batalla como lo que era. Un combate a muerte en el que era mejor no caer prisioneros y sufrir las vejaciones y torturas que les esperaban antes de ser extraídos sus corazones en los altares de los aztecas. Pero y también jugaba en contra de los mexicas la debilidad propia de un pueblo tan supersticioso. Cortés sabía que si el general y estandarte enemigos caían en poder enemigo la batalla se terminaría a su favor y emprendió un decidido ataque para hacer exactamente eso y ganar una batalla que estaba más que perdida de antemano. Y tanto era así que los aztecas estaban decididos a agarrar al máximo número posible de enemigos vivos para poder hacer luego sus sacrificios, pero el tiro le salió por la culata y terminaron todos dispersos en una retirada tan desesperanzada la que no volverían a reorganizarse para continuar con su persecución.

El mundo del crimen organizado en América ha heredado estos comportamientos criminales

Esta bestialidad a la hora de concebir la guerra y el poder y, en concreto, el trato dispensado a los prisioneros, nos puede recordar bastante al actual modus operandi de los clanes de la droga de esta misma zona geográfica. Un mundo del crimen organizado que en América ha heredado buena parte de estos comportamientos criminales y esta falta de normas total. Obsesionados con intimidar al enemigo y causar el terror en la población, siendo siempre más bruto y despiadado que el otro, es su forma de ganarse el respeto que ellos entienden que necesitan para poder continuar sin molestias con sus actividades ilícitas.

El funcionamiento de ciudades estado de estas culturas precolombinas no facilitaba tampoco la integración del personal y la pacificación de los territorios. Previamente a Pizarro o Cortés no existió en América ningún imperio como lo que luego sí serían los respectivos virreinatos ni tampoco estados modernos, como ahora son México o Perú o Colombia. Ni muchísimo menos. También las diferencias sociales eran incluso más abismales que hoy en día en estos mismos países. Pues había una casta sacerdotal y militar que decidía todo el que tenía en el monopolio absoluto de la política y el ejército, pero también de la religión, lo que sí nos puede recordar a la casta superior que hoy en día sigue gobernando el mundo. Pero la gran diferencia es que no existían clases medias que pudieran integrar a estas civilizaciones de ninguna forma. Y la barbárica religión del sacrificio humano pegamento ideológico que mantenía unido al clan dirigente y a éste con la población general, que todo lo aceptaba por miedo.

¿Será que el ser humano tiende a ser cruel consigo mismo y justificar lo injustificable?

Mi veredicto sobre toda esta familia de culturas precolombinas estamos ante uno de los temas más apasionantes desde el punto de vista histórico y cultural, pero yo no me cambiaba por ningún miembro de esa sociedad tan bestia, cuyo funcionamiento político se basaba en el derramamiento continuo de sangre. con dioses que daban auténtico miedo y gente estúpida actual que intenta justificar todo eso, pero sin tener las manos a la espalda cuando son conducidos hacia el altar del sacrificio. pasa un poco como con los defensores del aborto, que nunca han sido ellos mismos víctimas de esas quemaduras y troceamientos que significan en la práctica las prácticas de abortos. ¿Será que el ser humano tiende a ser cruel consigo mismo y justificar lo injustificable? Con razón decía Jesús de Nazaret que nos daría un corazón de carne donde tenemos uno de piedra.

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