Lo de la caradura del tipo que se aloja en la Moncloa desde hace cinco años no tiene parangón alguno. En la vida se ha visto un ejemplar semejante entre la especie humana y habría que pensar en algún tipo de entidades, desconocidas por todos nosotros, para tratar de encasillar a un personaje como este.
Resulta que su persona se ha presentado delante de su grupo parlamentario, haciendo el esfuerzo de suspender momentáneamente sus vacaciones, para soltar uno de esos discursitos que es incapaz de dar sin levantar la vista del papel. Y haciendo gala de una desfachatez sinigual pide a los demás que respeten esa estafa que se ha venido en llamar Constitución.
¿Se puede tener más cara? ¿Cómo es posible que, no el presidente, el español que más veces se ha pasado la Constitución por el forro pida a los demás si la respeten? Si hasta en un país como España, en el que la separación de poderes no existe, el Tribunal Constitucional no ha tenido más remedio que enmendarle la plana hasta en tres ocasiones.
Pero está claro que con Sánchez, lo de que tenga algún tipo de vergüenza o pudor, está más que perdido. No se ha visto nunca un caso de más desfachatez, de más descaro, de mayor demostración de que todo le importa completamente un bledo. Y lo peor es que cuarenta y siete millones de españoles estamos sometidos a sus caprichos, teniendo encima el apoyo de algún desvergonzado subvencionado.