La Alemania nazi utilizó el cine para concienciar a la sociedad de la necesidad y bondad de la eutanasia. En las películas realizadas por los propagandistas del Reich se presentaban imágenes de viejos y enfermos sufrientes que vivían “lebens unwerten leben”, es decir, “vidas que no merecían ser vividas”, para los que la muerte era una liberación.
Una de las películas emblemáticas utilizada por los nazis para predisponer a la sociedad a favor de la eliminación de ciertas personas porque sus vidas carecían de valor es Ich klage an (Yo acuso), estrenada en 1941, basada en la novela de Herlmut Unger, Misión Conciencia [1]. La cinta cuenta la historia del profesor Thomas Heyt, un prestigioso científico, director del Instituto Anatómico de Munich, casado con Hanna, aquejada de esclerosis múltiple. Esta le pide a su marido que acabe con su vida.
La película manipula al pasivo espectador de manera inmisericorde. En una escena se ve a la señora Heyt cojeando; después, a un ratón herido que arrastra su pata trasera, probablemente, como consecuencia de una prueba de laboratorio. Una asistente se apiada de él: “Pobre animal”. Lo acaricia y le pone una inyección letal. Lo mata por compasión para liberarlo de sus dolores. El mensaje llega al espectador.
Veamos unos textos de la película: “En este momento –dice la esposa— no siento que vaya a morir, pero no quiero morir después, cuando mi cuerpo sea ya una piltrafa. Prométeme que me ayudarás antes de que llegue ese momento”. Él duda y no se siente capaz. Llaman a su médico, gran amigo de la pareja, quien también se resiste: “Soy tu mejor amigo –responde—, pero también soy médico y, como tal, el sirviente de la vida. La vida se debe preservar a cualquier coste”. Ella se dirige nuevamente a su esposo con estas palabras: “Tienes que ayudarme. Quiero seguir siendo tu Hanna hasta el final, no quiero convertirme en otra persona… sorda, ciega e idiota. No lo soportaría. Thomas, si de verdad me quieres, prométeme que me librarás de eso de antemano”. Después, ella le pide al médico que salga de la habitación y el esposo le da a beber un veneno disuelto en agua. Mientras fallece, los dos dicen que se quieren y ella recalca: “¡Me siento tan feliz, quisiera estar ya muerta!”.
La criada denuncia al señor Heyt, quien es llevado a juicio. Ante los jueces se defendió así: “¡Júzguenme! Cualquiera que sea el resultado, su sentencia será una señal para todos aquellos que se encuentran en mi situación. Sí, yo confieso: “maté a mi mujer, una enferma incurable, pero fue porque ella me lo pidió” [2]. Durante el proceso, varios testigos de prestigio declaran a favor de eliminar a las personas sufrientes, entre ellos, el propio médico quien manifestó que la ley debería cambiarse para permitir la eutanasia.
La película, de gran calidad técnica, ejerció gran influencia en el público alemán [3]. Fue en este periodo cuando se pusieron en práctica las llamadas técnicas de manipulación denominadas “propaganda de guerra”, predecesoras de las modernas estrategias efectistas de manipulación de masas [4]. Hoy, estas técnicas se siguen empleando en el proceso de reingeniería social que estamos padeciendo, aunque mucho más sofisticadas, gracias a las nuevas tecnologías.
El tema de la eutanasia forma parte desde hace más de un siglo, de los planes de los ideólogos de la Cultura de la Muerte, refrendados en los últimos años por la nefasta Agenda 2030. Las técnicas de manipulación de masas son tan eficaces, que nos encontramos a seres humanos reivindicando su derecho a morir, y a madres pidiendo el derecho a eliminar a los hijos que llevan en sus vientres. ¡Y a políticos y legisladores del lado oscuro dispuestos a complacer sus acciones más vergonzosas y cobardes!
Mar adentro, la película del socialismo
No es casualidad que Alejandro Amenábar haya dirigido la película Mar adentro, sobre el suicidio asistido de Ramón Sampedro. La idea antivida que se ha impuesto en la sociedad es tan aberrante que solo a través de historias tan manipuladas como la del tetrapléjico gallego, con la connivencia de los medios de comunicación que sirven a gobiernos sin el más mínimo sentido de trascendencia, ha sido posible que una sociedad adulta, civilizada y digna abogase por estas prácticas atentatorias contra el derecho natural y la dignidad de la persona.
El proyecto de este film sobre la eutanasia o suicidio asistido tiene un trasfondo político de largo alcance y nada inocente, que va más allá de la ideología zapaterista. La película Mar adentro fue una apuesta del gobierno socialista para poner en la calle el debate de la eutanasia y presentarla como algo filantrópico. A la premier asistió el presidente Rodríguez Zapatero y su mujer Sonsoles, seis ministros del recién estrenado gobierno socialista, entre ellos, José Bono y Jesús Caldera, la portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Trinidad Jiménez, Gaspar Llamazares y otros representantes de la izquierda más radical. Allí estaba también el doctor Montes, a quien Zapatero abrazó y le prometió que no consentiría que nadie persiguiese a “profesionales dignos por intentar ayudar a morir dignamente”.
Como se dijo en su día, fue un acto político en toda regla al que no faltó el corifeo de la ceja. Los mal llamados representantes de la cultura –no sé en qué universidades obtuvieron sus titulaciones— que viven de las prebendas del gobierno de turno, son sus marionetas pagadas. Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Bosé, Concha Velasco, Miguel Ríos, Pilar Bardem, Joaquín Sabina, María Barranco y otros progres consiguieron el aderezo de glamour y muerte. Su esnobismo los lleva a manifestarse en contra de la guerra, pero a favor del aborto y la eutanasia. Todo un acto de coherencia [5].
NOTAS:
1. Esta película fue encargada por el propio Goebbels, ministro de Propaganda e Ilustración del tercer Reich. Su director Wolfgang Liebeneiner lo confesó una vez finalizada la guerra, y reconoció que el fin era concienciar a la sociedad para la legalización de la eutanasia masiva. (Datos citados en Eutanasia y eugenesia, de Guillermo Buhigas, y en Eutanasia y cine, de Damián Muñoz en Revista Médica nº 51 (2 de mayo de 2005).
2. Los diálogos de la película están tomados del artículo El holocausto empezó por la eutanasia, del psicoterapeuta Juan Campos Calvo Sotelo, publicado en ABC, el 18 de abril de 2005.
3. Entre los años 1940 y 1942 la película fue vista por unos dieciocho millones de espectadores. En 1944 obtuvo el Premio de las Naciones en la Bienal de Venecia.
4. Los artífices de esta estrategia en los comienzos fueron el influyente comentarista político Walter Lippman y Edward Bernays, uno de los inventores de las técnicas de manipulación de masas y sobrino de Sigmund Freud. Ellos colaboraron en un estudio secreto del “Royal Institute for International Affaire” sobre los efectos que produce en el público la manipulación de la información de guerra para hacer que se posicione en pro de un conflicto determinado. También trabajó para el Comité de Información Pública (CPI), una organización de propaganda del Gobierno Norteamericano que funciona desde 1917, cuya finalidad es vender la guerra como algo inevitable para hacer del mundo un lugar seguro para los ciudadanos honrados. Estas técnicas se siguen empleando en la actualidad, pero mucho más sofisticadas.
5. Datos tomados de La dignidad de la vida humana. Eugenesia y eutanasia. Un análisis político y social, Magdalena del Amo, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2012.
Muy interesante aportación de datos,las izquierdas utilizan las producciones cinematográficas para sus propias ideologías,de hecho el cine es un gran medio de control de masas junto a la TV.