La presente ola de disciplinamiento y «vigilancia» (al estilo de la fascistoide de la NSA yanqui) contra los «machismos», «micromachismos», «lenguaje inadecuado o no inclusivo», «canciones o posters sexistas» y fiestas libres de «machirulos», extendiendo su espectro hacia el mediático colectivo eIegetebeí. Un enfermizo y enfermante despropósito incentivado por la propaganda de la Gestapo feminista de cuota y despacho con sus mamandurrias asociadas: a saber, el chanchullo «paritario», las concejalías de la Mujer, los Observatorios de «violencia de género», los Observatorios de «publicidad sexista», las Consejerías de Igualdad o los Ministerios de turno. El adoctrinamiento escolar y mediático, además de sus inexcusables y señalados aquelarres ritualísticos, decisivo 8 de marzo, con sus correspondientes brigadas y patrullas paramilitares callejeras.
Coñocracia
Siguiendo la estela estos abigarrados organismos parasitarios han germinado en los últimos años un número cada vez más creciente de oenegés femibolches con distintos grados de hostilidad e intolerancia, «virtudes» todas ellas importadas de un país, USA, que ha ideado eugenésicamente todo este circo totalitario postmodernismo femipuerco. Todo muy zafio y desmesuradamente inestético, obscenamente narcisista, groseramente maquiavélico y psicopático, sibilinamente fascista, a fuer de grotescamente carnavalero. El Gran Leviatán con sus inicuas leyes y el Gran Capital, en comandita, promotores, extremadamente dichosos. Invierno demográfico, por ejemplo.
Sectarias locas del coño, inútiles, paranoicas y chupópteras cruzadas (y mangines plurales) de una causa innoble, injusta y liberticida, caraduras y ofendiditas profesionales, puro y duro odio a los hombres, cada vez menos disimulado. Estas machirulas del femibolchevismo tratan la masculinidad como si se tratase de gravísima patología de imposible cura. Recuerden que casi todos los libros de los estudios de género culpan de la mayoría de los males de la sociedad a los hombres (y por extensión al comodín del patriarcado, patética y freudiana proyección de los miedos, temores y frustraciones del luciferino feminismo actual). A los varones preferentemente blancos y heterosexuales. La totalitaria coñocracia, pues.
En fin.