Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.
¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
«¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!»
Desde que España entró a formar parte de lo que por aquel entonces se conocía como Mercado Común, la cruda realidad se presentó a los ojos de todos los españoles, a pesar de las engañosas expectativas iniciales: se nos obligó a destruir nuestra industria.
Han pasado los años y ahora la mafia europea no tiene suficiente con la industria, quieren acabar con el Sector Primario español y para ellos cuentan con un cómplice como colaborador necesario: el propio gobierno que encabeza ese liquidador concursal llamado Pedro Sánchez.
Pero no nos engañemos, poco podrían hacer Sánchez y todo su gobierno si no tuvieran los vasallos serviles que tienen. Esos «marlaskos» que, a pesar de que ellos mismos denuncian que ganan poco, ya todos tenemos más que claro que ganan demasiado puesto que, por su forma de actuar, parece que serían capaces de hacer el trabajo sucio del gobierno incluso gratis.
Esto es lo que han hecho con muchos de los tractores que se dirigían a Madrid:
Al principio de este artículo incluíamos un famoso pasaje del «Cantar de Mío Cid». Concretamente, parte del Primer Cantar o Cantar del Destierro. Rodrigo Díaz de Vivar cometió la “osadía” de hacer jurar al Rey Alfonso VI, antes de servirle como nuevo Rey de Castilla, que no había tenido nada que ver en el asesinato de su hermano Sancho II de Castilla durante el Cerco de Zamora.
La ira regia cayó con toda su fuerza sobre Rodrigo, que fue desterrado por mostrar lealtad a su Rey, aun después de muerto, y por no querer servir ni coronar al nuevo antes de probar su honradez, y ese cantar refleja el inmenso dolor con el que el Cid abandona sus tierras.
El Cid abandonaba sus tierras con dolor, pero con dignidad, algo de lo que, por lo visto, falta en toda la sociedad española. Con razón, desde que llegó la mal llamada democracia, todos los gobiernos han puesto el mayor de los empeños en controlar la educación de los niños. Con eso han conseguido que, una vez adultos y formando parte, por ejemplo, de los «marlaskos», se preocupen más de ir al gimnasio para aporrear con más fuerza las cabezas de quienes les pagan, que de entender que con esa falta de dignidad, de principios y de empatía, acabarán cayendo a manos de los mismos que ahora sirven ya que no se han preocupado de probar su honradez antes de convertirse en sus vasallos.
De verdad, mucho ánimo a los agricultores, son valientes enfrentándose a un gobierno corrupto y a una parte de la ciudadanía imbécil que cree en la maldita agenda.
Parece que no son simples policías…sino el brazo fuerte o el ejercito de la masonería española.