Artículo de Alfonso de la Vega
Al parecer Feijoo se ha ido de la lengua y ha metido la patita en el momento más inoportuno. ¿O no? ¿Qué sabemos nosotros de cómo las gastan en verdad nuestros próceres cuando su botín se encuentra en riesgo? Sus recientes declaraciones sobre el golpismo catalán y el mandarín puchimon siembran la duda y la zozobra en las huestes peperas ahora que se las prometían tan felices por poder renovar la apacible y lucrativa siesta nacionalista sin gran esfuerzo ni tener que repartir botín con nadie.
Lo de la Autonomía gallega, como el resto, es una desgracia para los españoles. Salga lo que el domingo la maquinita o el azar del pueblo medio soberano “quiera”, el desastre está asegurado. Todo es o malo o peor. Lo mejor sin duda sería que no hubiera autonomía pero con esta desgracia hay que lidiar como buenamente se pueda hasta que de la pobre España no queden ni las raspas y luego “ya veremos”, dijo un ciego.
El mejor argumento del PP como buen partido nacionalista relativamente moderado es el tópico “los otros son aún peores”. Y en eso desde luego no le falta razón. Los del BNG son el más difícil todavía, la peligrosa y fanática versión BILDU de la taifa gallega. Sobre el Partido Sanchista en Galicia ya he dedicado un breve texto y no voy a insistir. Completamente desnaturalizado al servicio de amos plutocráticos ocultos su papel se ha reducido a mero excipiente del principio activo destructivo de los talibanes galleguistas en esta parte de España como lo es de BILDU o de los golpistas catalanes en otras.
Probablemente, el escenario menos malo dentro de lo que hay en el escaparate es que VOX consiguiese algún escaño que terminase siendo decisivo para formar mayoría y exigir el desmantelamiento de la “normalización lingüística” y resto de política nacionalista identitaria e indigenista, amén de la tenebrosa Agenda 2030, que el tartufo PP de Feijoo viene estableciendo impunemente en Galicia. Es decir, una política de protección de los derechos civiles y constitucionales de los españoles que viven en esta parte de España y que ha traicionado con anterioridad.
Otra evidente opción es la abstención. Pasar del tinglado destructivo, pero lo malo para nuestra desgracia es que el tinglado no pasa de nosotros. En realidad la abstención es la que siempre gana en todas las votaciones pero tampoco resulta demasiado práctica, salvo la honrilla personal de no colaborar en el mantenimiento del Régimen. Que prácticamente, salvo la incógnita aún no totalmente despejada de VOX, lo que ofrece a la obligada clientela son variantes de socialismo más o menos agudo, nocivo o virulento.
De modo que las declaraciones de Feijoo pueden ser el remate de una campaña más bien deficiente, fiada en la costumbre o afición sentimental del paisanaje y en el poderío tradicional de los Trampetas y Bocanegras regionales. Tras el último fiasco nacional, Feijoo debiera haber escarmentado del riesgo de “ir de sobrao” y menospreciar a rivales y posibles electores. Para colmo, Rueda se muestra como un personaje secundario, por lo que la cosa ahora ya no está nada clara pese a haber tenido todo a favor. Algún avisado incluso se malicia que tan inoportunos errores pudieran explicarse por ser autoprovocados por alguna extraña consigna globalista.
El comportamiento del empecinado votante del PP indicaría que no admite su propia responsabilidad en lo que pasa y echa la culpa de sus desgracias no a él mismo por fiarse de quien no debe, sino a la gente que le advirtió de las consecuencias. Así mismo, la culpa de que Feijoo negocie el botín con los golpistas catalanes sin éxito, pero al mismo tiempo haga asquitos a VOX es de… ¡VOX! Una forma de lógica que se le escapó al pobre Aristóteles pese a su gran lucidez y sabiduría.
El caso es que el PP maltrata y traiciona a los españoles de derecha o defensores de los derechos civiles y luego le echa la culpa a VOX.
Más que un enfrentamiento clásico entre indigenismo y socialismo de todos los colores incluso el azul (PP “de” Galicia) contra la derecha, (VOX), las votaciones del domingo tienen una disyuntiva: o globalismo o España. Más allá de los intereses particulares de cada grupo, desde tal perspectiva española una renovación del gobierno galleguista del PP apuntalaría su actual condición de oposición de falsa bandera. Una nueva victoria del globalismo y de la Agenda 2030. Pero luego más vale no quejarse por haber sido nuevamente engañados. Supondría otro escalón en el famoso “abandona toda esperanza” de la Divina Comedia dantesca cuando cada vez queda menos tiempo para reaccionar e intentar reconducir el proceso golpista actual.
Una derrota jugando en casa, en cambio, acaso pudiera obligar a cambiar de entrenador, permitir la apertura de un proceso de renovación del PP con la posibilidad de nuevos liderazgos y sobre todo de nuevas ideas, cuestionando su actual papelón de sufrido cireneo gubernamental a mayor gloria del NOM.
A la espera de lo que muestre la maquinita y a falta de heroico Rubicón habrá que conformarse con el modesto Sar, donde la pobre Rosalía lloraba a moco y baba, renegando muy compungida del feroz galleguismo de su época que la insultaba.
En el fondo ya no necesitamos políticos,los robots mentirán mejor y serán mejor aceptados por las masas,por qué cuanto más artificial…más creíble entre las masas.