Lejos de entrar en conflictos de cualquier tipo, sobre todo ideológicos, habría que preguntarse los motivos por los que la televisión cuenta con cierto tipo de personajes a los que hace famosos, a pesar de no tener ningún tipo de mérito acreditado como para ser referentes de algo.
Cuando de repente vemos la clase de gente que acude a ciertos programas y debates de televisión, en muchas ocasiones nos preguntamos de dónde habrán salido porque, hasta que esa televisión le lanzó al estrellato, no era conocido por casi nadie, ni su opinión contaba en ningún ámbito, excepto el familiar.
De repente un día cualquiera aparece una tal Cristina Fallarás en las televisiones para contarnos que está arruinada y a punto de ser desahuciada. Esto sucedió en 2011, en un programa de Telecinco. A partir de ese momento, como por arte de magia, Fallarás pasó de la ruina y el desahucio, a ser invitada por infinidad de televisiones para participar en programas y debates.
Su posicionamiento ideológico siempre ha sido claro, además de sus ataques enfervorizados a los hombres. La estrategia le funcionaba y cada vez la llamaban de más televisiones, aumentando también su fama a nivel nacional. La pregunta es clara a partir de ese momento: ¿cómo y por qué?
Y teniendo en cuenta que una de las bases en las que se sustenta el sistema es generar división y conflicto entre la población, la respuesta parece clara: no es más que una pieza del sistema, seguramente bien pagada, que cumple con esa función. De ahí su facilidad para ser invitada en tantos medios que, recordemos, también son bien regados con dinero público, a pesar de ser privados.
Lo que pasa es que creemos que en el caso de Fallarás el sistema se ha pasado de la raya, a pesar de que en algún momento les pueda haber funcionado. O eso, o la marioneta se les ha ido de las manos. Y es que no parece demasiado normal que llegue a hacer afirmaciones de este tipo, cuando por otro lado nos hablan de delitos de odio completamente absurdos.
Y no es porque ataque de esta forma a buena parte de la sociedad española que se sienta identificada con esta ideología. Es porque las afirmaciones que realiza son de una simpleza tan grande que parece que el producto no da para más.
Agitadores de profesión y astroturfers de alquiler, pescados en cualquier ciénaga de miseria y perdición y entrenados para el oficio a cambio de unos billetes y unas botellas.
La buena noticia es que personajes como esta y Echenique es lo mejor que encuentran para cubrir esas plazas. La mala noticia es que en los medios de masas sólo utilizan a este tipo de actores, y la masa sigue consumiendo esa diarrea mental sin criterio.