Artículo de Alfonso de la Vega
Por desgracia Su Majestad se está acostumbrando a hablar por boca de ganso. Y a hacer o consentir justo lo contrario de lo que como un nuevo fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, encaramado en lo más ático de la cucaña institucional, tan solemnemente sermonea.
El último ejemplo se ha visto este miércoles con la escaramuza de los tres decretos. Se supone que el régimen borbónico se sustancia en una Monarquía parlamentaria. Al menos eso es lo que dice la constitución que tanto alaba don Felipe. Pero no se lo cree nadie. La realidad es que el déspota valido real se ha acostumbrado a pactar con delincuentes y mandar a base de decretos que luego se digna pasar a la confirmación del penoso circo de la demediada soberanía nacional y más tarde por la bonita firma real como trámite final, cosa que pudiera hacer de modo más barato y eficaz cualquier robot de IA.
Así que se perpetran chantajes para que no se porten mal ni sean desobedientes las infantilizadas señorías con o sin pinganillos, que estos días ocupan el Senado de la Villa y Corte. Si no se pliegan a obedecer a lo que ordena el lobo feroz disfrazado de caperucita roja sobre este desastroso reino caerán las siete plagas de Egipto a añadir a la pertinaz de la Zarzuela.
La función de ayer tuvo más suspense de lo habitual. Incluso, al cabo “peligraba la vida del artista”, de modo que fue necesario hacer como que se estropeaba el tenderete electrónico circense de las votaciones a fin de ganar tiempo y posibilitar que se pusieran de acuerdo los principales tahúres de la timba.
A veces, la apremiante pulsión por la venganza o el ajuste de cuentas entre bandas rivales mercenarias lleva a audaces maniobras que ponen en peligro el disputado botín vicario pero que sirven también como aviso de navegantes, como el que la mini secta podemita menguante acaba de dar a la voraz ferrolana y sus envalentonados secuaces ocupantes de onerosas poltronas ministeriales. Si esta nube hace verano la secta podemita demuestra que se la tiene jurada a la sumadora y parece que se dispondría a boicotear sus ocurrencias normativas.
Los corruptos golpistas catalanes convertidos en patriótico emergente pilar sostenedor de la Monarquía exigen su libra de carne del Antonio. Aquí, en realidad, “Antonio” somos los expoliados y humillados desiguales súbditos de Su Majestad. Los barcos se hunden y la deuda contraída con el usurero judío no se puede pagar. El malvado Shylock reclama su libra de carne, y exige que sea de la parte más próxima al corazón. Pero en Venecia no hay Borbón pusilánime e incapaz sino todo un dux que se viste por los píes y pone orden. De modo que Shylock, malo pero no tonto, recula en sus pretensiones por la cuenta que le tiene.
El presunto líder de la no menos presunta oposición, que sigue sin dimitir, Feijoo el vacunador, anuncia otra maniobra pero eso sí, también extraparlamentaria. Quiere consolarse sacando a sus huestes a la calle para protestar a ver si con un poco de suerte aparece en la tele y de paso echa una mano a su nacionalismo galleguista normalizador que también pronto va estar de votaciones. Desde luego no apoya a los patriotas que se manifiestan en Ferraz, que aún hay clases y él es socialista azul, nada que ver con esa gente tan levantisca y poco moderada. Mejor intentar conchabarse con el falsario y su comandita, pero pese a sus intentos no le terminan de acoger en el club de los traidores.
La impunidad está resultando casi total. Y no solo la de los golpistas catalanes o grandes desfalcadores del heroico socialismo. Nadie a nivel político institucional ni parlamentario pide investigar el exceso de mortalidad que se está produciendo ni los crecientes problemas de salud achacados a las vacunas.
Arruinar lo que se dice arruinar, la Monarquía es cierto que nos arruina amén de envilecernos. Poco dura la alegría en casa del pobre. Hace solo unos días, con cierta nocturnidad y alevosía, tras su incoherente y lamentable decisión de nombrar candidato al falsario, madre de todos los posteriores desastres, Su Majestad muy rotunda y campanudamente había glosado la constitución como cosa asaz buena y conveniente. Lástima que tan buenos propósitos hayan durado poco y Su Majestad se apreste a colocar su bonita firma caligráfica en otra humillante burla de la constitución que había jurado defender.
Sic transit gloria mundi.
A masonería destroza todo en servicio del diablo…