Artículo de Alfonso de la Vega
El proceso es una novela inacabada de Franz Kafka publicada de modo póstumo en 1925 basándose en el manuscrito inconcluso del autor checo. Un tal Josef K. es arrestado una mañana por una razón que desconoce, pero que debe ser gravísima. Desde este momento el protagonista se adentra en una pesadilla para defenderse de algo que nunca se sabe bien qué es y con argumentos aún menos concretos, tan solo para encontrar, una y otra vez, que las más altas instancias a las que pretende apelar no son sino las más humildes y limitadas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la Justicia.
El caso es que alguien malintencionado debió haber calumniado a Ortega Smith, valiente edil del Ayuntamiento de Madrid, porque sin haber hecho nada malo salvo intentar defenderse impulsiva e imprudentemente de una aviesa provocación, había sido detenido por dos probos funcionarios, mientras le explican que ha sido procesado. Ortega Smith se acababa de distinguir por proteger en su condición de diputado a manifestantes objeto de la desmesurada represión de los hombres de estaca enviados por el falsario valido de Su Majestad.
Aquí empieza un proceso promovido por un envilecido hombrecillo demediado, con cara de capibara soltera. La cosa desde el principio ya tiene mala pinta porque pese la constitución teóricamente vigente el infortunado acusado ha de demostrar su inocencia y “hay van leyes (y sentencias) do quieren reyes”. Y se trata no ya de procurar justicia, cosa que sería loable, sino de dar un escarmiento para quitar de en medio a quien osa decir la verdad o ser diferente. Quiero decir que el acusado ya había sido sentenciado culpable antes de empezar la farsa. Y así ha sido cumplido. No hubo remedio.
La condena envilece no ya al condenado sino al pío intrigante fariseo Caifás, al hombre demediado con cara de capibara, y sus compinches: los falsos jueces prevaricadores. No es extrañar pues se trata de un político represor, mentiroso compulsivo o ignorante culposo, el caso es que promete y promete pero luego no cumple y si te he visto no me acuerdo. Todo un arquetipo del falsario, hipócrita e inepto político borbónico actual de falsa bandera que padece España.