En una de las películas del afamado guionista y actor Eduardo Casanova los protagonistas tienen el ano en la boca y viceversa, de modo que en vez de hablar expulsan heces y éstas, por no repetir su nombre, además de ser asquerosas huelen a mierda pura. Sin querer y, creo, queriendo criticar a otros, nos hizo una perfecta descripción de lo que tienen en la cara tanto el presidente del gobierno, como sus socios independentistas y así como aquellos políticos que no tienen los cojones de enfrentarse a la diabólica agenda 2030, cuyos cabecitas psicópatas les han encargado que desarrollen hasta aniquilarnos. Mientras tanto el olor nauseabundo de sus discursos, que huelen a excrementos secos que se endurecen como piedras, permanece y amenazan con atravesar las pantallas de los televisores.
Ay Eduardo, hoy me iluminaste la mente, porque eso es lo que nos decís con vuestra falta de inteligencia, similar a la que aquella otra película titulada No mires arriba, en la que unos científicos alertan de un meteoro que iba a destrozar la vida en la tierra seis meses después. Finalmente, el presidente de los EEUU, Meryl Streep en un brillante papel, hace caso omiso y al final la vida se extinguió. Ese es el nivel de Pedro Sánchez y sus los compañeros de su banda criminal, dispuestos a vender a su madre con tal de tener beneficios y, por supuesto, importándole los españoles una…, mejor omito el término.
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Mientras tanto los españoles parecen haberse acostumbrado al hedor insoportable que circula por los noticieros y la prensa, comprada por los presupuestos del estado para convertir a España en una república bananera del sexto mundo, en la que Felipe VI y su heredera tendrán que salir del país huyendo cuando las heces lleguen a las puertas de la Zarzuela, el propósito de todos estos incapaces y subnormales, con instintos cuasi criminales, si no fuese porque tienen inmunidad legal para hacer lo que les venga en gana.
Ni 40.000 fallecidos extras por las vacunas experimentales, ni los encierros y los maltratos a los ciudadanos buenitos que obedecieron en el nombre de su país y que siguen pagando los impuestos para que les roben tanto sus derechos como su dignidad han sido motivo suficiente para desobedecer a esta horda de incapaces y descerebrados, intentando poner sentido común a la situación, al menos por sus hijos, los cuales sufrirán las consecuencias de la confianza e ingenuidad infantil hacia quiénes se hacen llamar políticos y que parecen una banda de tarados.
Todo ello para tener un país destrozado, en la que la gente vivirá esclavizada en casa, sin poder gastar, si no es con el control del gobierno y de los bancos internacionales, vacunados con venenos hasta las cejas hasta que mueran, sin bienes, sin trabajo, sin futuro, sin libertad y drogados con el nauseabundo pestazo de la agenda 2030, cuyo pin lleva su majestad en la chaqueta. ¿Acaso Felipe VI no se da cuenta, acaso es uno de ellos, o es un poco lento de ideas?
A estas alturas del partido, en la que se oficializa ya el caos, el desorden, la anarquía, la dictadura, el genocidio en todos los sentidos (emocional, mental y en las propias carnes, que se inició hace dos años) y aquél que se oponga es un conspiranoico y un negacionista, como en la película en la que Meryl Streep criticaba a aquéllos que miraban el cielo y veían el meteoro venir con toda su furia y belleza, estamos a un paso de que esto no tenga solución y España se enfrente a su propia autodestrucción, tras siglos de gloria, tesón y tras mostrar al mundo que nuestra cultura es demasiado valiosa para las élites satánicas. Por eso desean destrozarla y eliminar las raíces hispánicas de nuestras conciencias, convirtiéndonos en psicópatas narcisistas al estilo de Pedro Sánchez, provocando que nos apeste cualquier referencia a nuestra patria.
España es la perla histórica sobre la cual los satánicos quieren poner su pica, conquistarla y destrozarla porque molesta nuestra conciencia y nuestro despertar. Estamos a las puertas del 12 de octubre, una fecha que quedará como el día de la marmota, en la que seremos espectadores de como la conciencia de un país no vale ni tan siquiera una bandera; será el día en el que lloraremos como esclavos que han de recibir el beneplácito de Pedro Sánchez o del sátrapa que le suceda, el cual nos permitirá vivir o no, en función de su capricho.
Esto es España, en eso la están convirtiendo quienes, cuando hablan nos expulsan los restos nauseabundos en nuestras cabezas. ¿Qué ha de pasar para que el pueblo se levante de una puñetera vez y los echen a todos a patadas?