Aparente rebrotar católico. Enumeremos lo más reciente. A saber. La sobrevalorada película de la feminista Alauda Ruiz de Azúa, Los domingos. O lo postrer de la satánica Rosalía, Lux (y no olviden Ateo de los sórdidos reguetoneros C. Tangana y Nathy Peluso). O el youtuber Pablo Garna. O el impío Javier Olivera Ravasi. O las canturriadas de los cantamañanas de Hakuna. O el estreno en Buenos Aires de La Ola Celeste, documental contra el genocidio silencioso del aborto. O el último ensayo del inequívocamente católico Byung-Chul Han, Sobre Dios (diabólico Premio Princesa de Asturias de Humanidades de la vástaga de dizque Satanizia -¿ o los óvulos eran de la asesinada Érika? – y el amante de Raquel Sánchez Silva, viuda del asesinado Mario Biondo (o, más recientemente, de un maromo marroquí), a la sazón actual jefe de Estado de Bozalistán, retoño del infame y “reconciliado” rey elefante. Y qué decir del “martirio” de Charlie Kirk. O de las masacres cometidas sistémica y sistemáticamente contra ellos en medio mundo.

Multicausalidad
Larga cita del imprescindible artículo de Diego Garrocho en El País: “Indudablemente, son muchos los motivos que pueden haber favorecido este cambio sorpresivo, y sería simplista confiar en la existencia de una única causa. Tanto los creyentes como los anticlericales tendrán que esperar para extraer conclusiones definitivas. Resulta claro que el resurgimiento de los comunitarismos y el refugio que brindan las religiones pueden estar en el origen de esta transformación social. En un mundo progresivamente más hostil y refractario a las certezas estables, la vuelta de valores densos, capaces de jerarquizar la realidad, puede resultar atractiva para muchas personas. Quizá, también, los más jóvenes se hayan dado cuenta de que es imposible vivir en un mundo sin perdón ni misericordia.
Para algunos, la negación de la trascendencia, la impugnación consciente de la belleza, la renuncia a la condición ritual y litúrgica del ser humano o el abandono del cultivo del espíritu han generado un movimiento reactivo en las nuevas generaciones, que de nuevo han encontrado refugio en la fe. Cada vez que la humanidad se duele, la religión prospera. Y no cabe duda de que la experiencia contemporánea del mundo en el Occidente desarrollado se ha demostrado inhabitable para muchos, y no sólo por causas económicas. Para otros, esta recuperación de lo sagrado no sería más que otro reflejo identitario en una circunstancia en la que las generaciones jóvenes vuelven a exigir la reconstrucción de las raíces y de vínculos reconocibles. Desconfiar de la sinceridad de la fe de los creyentes es, sin embargo, un riesgo temerario y, muy probablemente, una injusticia.
Una última explicación trataría de reducir esta reaparición de lo católico a una mera tendencia ideológica de inspiración reaccionaria. La exhibición de Marco Rubio, secretario de Estado de EE UU, mostrando su frente tiznada el Miércoles de Ceniza, las mediáticas profesiones de fe de J. D. Vance o las construcciones teóricas de R. R. Reno, con su regreso de los dioses fuertes, podrían validar esta hipótesis. Sin embargo, la radical novedad del restablecimiento de la catolicidad no se explica tanto por lo que la religión tiene de conservador como por lo que anuncia de revolucionario. Solo así se entiende, por ejemplo, que filósofos como Massimo Cacciari, uno de los pensadores y políticos más exquisitos de la izquierda italiana, estén dedicando sus últimos libros a temas abiertamente religiosos”.
¿Entonces?
Insincero postureo, intrascendente esteticismo, empalagosa babosería, con matices, grosso modo. Fenómeno complejo, cierto, Obedeciendo a múltiples causas, desde luego, como exponía Garrocho. Operaciones de marketing, este delirio hipocritón, solo es posible en una sociedad sin dios ni dioses. Lejos de ser una herramienta de la difusa divinidad, Rosalía es otro triunfo un mundo desdivinizado. Y, por supuesto, victimismo impostado, la Iglesia Católica sigue poseyendo un formidable e inaudito poder. En España ni te cuento. Poder político, empresarial, mediático, inmobiliario, bancario, académico, simbólico (el calendario sigue siendo litúrgico, con eso está todo dicho).

A Dios gracias, valga la expresión, perdieron el monopolio. Sobre las conciencias (ahora son muchos los depredadores que ansían tan codiciado botín). El monopolio sobre la sumisión de la humanidad, miedo mediante. Nuestro desbrujulado y atroz mundo se descompone en un entorno de brutal intemperie digital y la miedica peña se agarra a un clavo ardiendo. Cuesta vivir, sin duda, como alguno hacemos, en la perpetua desesperanza y en el más profundo de los desarraigos. O en el sinsentido alegre y deportivamente asumido. El resto, hamletianamente hablando, deviene silencio…
…Fenómeno de fe y transcendencia, en no pocos casos, más que fenómeno sociológico, al contrario de lo expuesto por Garrocho. Pero una fe muerta, añado (Sant 2,17). Fe sin obras. Fe que no se muestra en un camino de vida veraz (Jn 14, 6). Ya les denunció certeramente su maestro. Mateo 23. Fariseos de manual. Sepulcros blanqueados. Guías ciegos. Serpientes. Generación de víboras. Malos como un dolor, añado yo. No todos, obvio, pero sí la inmensa mayoría de ellos. Mala gente. Mendaces lobos disfrazados de corderos, faustamente retratados tal capítulo bíblico y siempre olvidándose de Mateo 25: nada de caridad, ni espiritual ni corporal (al igual que en las obras citadas al inicio). Ni caridad. Ni compasión. Ni generosidad, Ni magnanimidad. Ni amor al prójimo. Excepto el amor propio (el narcisismo psicopático sobreabunda en multitud de católicos, sobre todo católicas, contemporáneos), todo otro tipo de amor se encuentra ausente en todo este singular e hipócrita aquelarre que hogaño padecemos.
En fin.

