Por Alfonso de la Vega
Sigue la polémica sobre la naturaleza y práctica del desempeño real en estos tiempos, tan turbulentos, graves y peligrosos. En un anterior comentario, La Berrea, citando fuentes de la época recordaba que la corrupción e incompetencia de la Casa real y sus cortesanos más allegados había influido más en el destierro de Isabel II que sus propios enemigos, divididos además en diversas facciones acerca de lo que habría que hacer por España tras el destierro de la nefasta reina. Citaba a su nieto, don Alfonso XIII; que también tuvo que huir, pero con nocturnidad y alevosía dejando a su propia familia en tierra como broche de oro de su desastroso reinado. La gota que colmó el vaso del descontento social e incluso hartazgo con la Monarquía se achaca al apoyo de don Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera que él mismo había entronizado el trece de septiembre de 1923.
Sin embargo, su bisnieto don Felipe VI parece que estaría repitiendo esos mismos errores. Esta vez, como mejor corresponde a su ideología woke globalista, no recurriendo al patriotismo de militares de uniformes condecorados, yelmos con plumeros y entorchados sino a la apátrida tropilla más o menos desarrapada pretendidamente representante de los parias de la tierra y famélica legión, en realidad títeres devastadores de la nación al servicio de la usura globalitaria transnacional. Porque por desgracia la realidad indica que don Felipe VI se comporta como cooperador necesario con la dictadura cada vez menos camuflada que viene instaurando su valido y protegido, Pedro Sánchez. Don Alfonso XIII amparó una dictadura militar que sin embargo en sus circunstancias históricas resultó beneficiosa para España en muchos aspectos sociales y económicos. Don Felipe está haciendo lo mismo con el presente golpe sui generis, devastador por cualquier lado que se mire y sobre todo para la propia permanencia de España como nación, aunque de momento se mantenga un cierto decorado formal y pretendidamente “democrático”, haya o no pucherazos o presupuestos generales del Estado.

La Monarquía de don Alfonso XIII apenas sobrevivió a Primo de Rivera. Si Sánchez se consolida y lo logrará si agentes ajenos a las propias instituciones no lo impiden, terminará echando a don Felipe cuando ya no le sirva. Si esto sigue así la historia puede repetirse con otro destierro, aunque Sánchez al final fuese descabalgado antes del poder.
Es evidencia de razón, aunque de suyo hay quien aún lo niega, que actualmente en el Reino de España la vigencia de la constitución o ya ha desaparecido o se encuentra muy debilitada a gusto, granjería e interés de la nueva corrupta dictadura globalista comunistoide que se va imponiendo por iniciativa o con el beneplácito de las máximas autoridades del Estado. Ahorro al sufrido lector el desglose o enumeración de felonías sin cuento perpetradas en los últimos años de la Monarquía. La política perpetrada de desmantelamiento institucional o de vacatio legis constitucional por su actual jefe de gobierno con el beneplácito o protección real, recuerda en lo fundamental la etapa histórica borbónica de su bisabuelo Alfonso XIII cuando confiara la gobernación al general Primo de Rivera, más allá de los preceptos constitucionales que quedaron en suspenso. Ahora la situación sería diferente en lo simbólico porque la constitución seguiría formalmente vigente pero en la práctica el nuevo dictador, sin entorchados ni uniformes, una vez neutralizadas con regio acomodo las instituciones de control haría lo que más conviniese para el mantenimiento del poder personal por encima de la naturaleza del propio régimen. Por no haber ni siquiera hay algo tan básico como presupuestos generales.
Una de las razones de la dictadura de Primo de Rivera fue intentar tapar el escándalo de la responsabilidad de Alfonso XIII en el llamado desastre de Annual. Escándalo sangriento cuya investigación había sido encargada al general Picasso, que de modo quizás no previsto por el poder, se responsabilizó de intentar llegar a la verdad del asunto. Además de otros factores puramente militares la responsabilidad regia en el desastre quedaba clara. Sin embargo, tras una serie de demoras la campana de las vacaciones parlamentarias del verano de 1923 salvó al monarca, quien dio luz verde al golpe de Primo en septiembre justo antes de que se iniciara la nueva temporada de sesiones. Las cosas parecen suceder como si sobre Felipe VI también hubiera alguna rara responsabilidad que hubiera que tapar y por la que se recurriría al chantaje.
De modo que ambos reyes en el intervalo de un siglo bajo el paraguas formal de la Monarquía constitucional amparan un nuevo régimen de facto. Pero cuando al cabo Alfonso XIII prescinde de Primo la situación ya es incontrolable para la Corona y la República se acercará imparable. La comparación con la situación presente no es del todo exacta. En el caso de Alfonso XIII no sólo lo ampara la dictadura sino que claramente lo promueve. En la no obligada o voluntaria propuesta de candidatura a la presidencia de Sánchez no se sabe si habría habido intención de complicidad o simplemente imprudente estulticia. Por no hablar de la amnistía a los golpistas.
Hay alguna otra diferencia evidente, por ejemplo, el general Primo de Rivera con todos sus muchos defectos era un hombre bienintencionado y honrado y durante su gobernación se lograron importantes realizaciones en mejora de vida, educación, hacienda local, política energética e infraestructuras públicas. Alfonso XIII por muy lamentable que hoy nos parezca no era un traidor sino un personaje profundamente equivocado con todo su yelmo, plumero y aguerridos uniformes.
Otra diferencia importante es que hoy formalmente ya no habría porqué dejar en suspenso la constitución. Bastaría con lo que se está haciendo, la ocupación mohatrera de las instituciones clave por parte de cómplices o colaboracionistas para vaciar de contenido su función, proceso que se viene realizando desde el ascenso de Sánchez y que ya parece que esté finalizando con éxito. Ante la pasividad o colaboración del Jefe del Estado que presume de pretendida neutralidad constitucional, cuando lo que más bien parece no es que sea neutral sino que está neutralizado, el régimen se está dotando de una realidad paralela dictatorial para proteger la corrupción sistémica. En efecto, un siglo no pasa en balde, hoy la dictadura del wokismo presenta otros modos y maneras, diferentes de control a las de uniformes, entorchados y demás parafernalia militar con formas diferentes de dictadura, quizá aún más eficaces en cuanto a dominación por estar más interiorizadas e ir a favor de los vicios, el desorden o la anomia.
Al final de la anterior Restauración don Alfonso XIII terminaría uniendo su destino al de su valido Primo de Rivera y acaso don Felipe VI ahora pudiera terminar incurriendo en el mismo error con Sánchez. Cuando el hartazgo aumenta la pasión crece y menguan los distingos entre culpables.
La situación actual se enmarca en un momento de profundos cambios geopolíticos y geoeconómicos de modo que lo que hoy se plantea es aún más grave amén de preocupante. Por su parte la degradada UE actual además de combatir la libertad de opinión anuncia la creación de lo que llama «Escudo Europeo de la Democracia» que permitirá anular las elecciones cuyo resultado no guste a la Comisión. Con tal protección adicional si este proceso degenerativo continuara sin que lo parasen las instituciones constitucionales que tienen la obligación legal y moral de hacerlo, cualquier día nos podemos encontrar con la constatación definitiva de que no sólo ya no tenemos Derecho, ni tampoco Estado ni menos aún nación.



