Por Alfonso de la Vega
“Ten cuidado con lo que toleras, estás mostrando a la gente cómo tratarte.” (M Corleone)
Como los urogallos de los bosques higrófilos en primavera que se quedan unos momentos sordos al cantar sus amores, con las primicias otoñales llega la berrea del venado a nuestros montes xerófilos, que se convierten en una especial sala de conciertos con sonidos en estéreo si hay abundancia de reses. Compiten los machos por las ciervas que esperan impacientes e interesadas el desenlace de esas pugnas por disputarse su amor. Pronto se abre la veda para la esforzada caza al rececho y con la temporada cinegética parece que tras años de protección especial para así mejorar el trofeo con más arboladura y puntas también se abre la veda del Preparao que nos aseguran prefiere la compañía de otros machos en las manchas más oscuras o escondidas y berrear lo que se dice berrear, la verdad es que berrea poco. Pero haría bien en intentar rectificar si es que aún tuviese tiempo para hacerlo, cosa cada vez más difícil de no ser ya imposible.
De un tiempo a esta parte muchos antiguos monárquicos o indiferentes accidentalistas que aunque no sacan las consecuencias necesarias ya se ven obligados a reconocer que la Monarquía del 78 que nos habían vendido como ejemplar en realidad no es más que un auténtico desastre con un desempeño actual peor que malo, que pone en peligro no solo el tambaleante estado de derecho, o la prosperidad social sino incluso la propia supervivencia de España como nación.
Cabe observar esta evolución de la percepción de la realidad en las últimas semanas incluso entre los media conservadores o subvencionados por el Poder. Si bien aún existe desde luego cierta prensa cortesana remanente, presa de atavismos, miedos y supersticiones muy acendradas. Gentes que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino que han perdido toda suerte de miras elevadas, dignidad y patriotismo. Que siguen la linde por inercia aunque la linde se haya acabado. Y por increíble que parezca, dado lo que acontece, cuando se produce una real fania la gente aplaude en vez de abuchear.
Es muy ilustrativo revisar los comentarios de los lectores a algunos de los textos. Abundan los críticos, existen muchos, incluso que utilizan palabras gruesas, tanto para referirse a la pareja real como a otras altas autoridades del Régimen. Entre los menguantes defensores de la Monarquía el principal argumento por no decir el único es que la República estaría presidida por un Sánchez u otro personaje de similar calaña.
Las dos anteriores experiencias republicanas resultaron un fiasco pero fueron agitadas etapas breves que heredaron sendas situaciones lamentables que la Monarquía había dejado en situación desesperada. Una Monarquía que con su estulticia, codicia y corrupción había generado múltiples guerras civiles, la pérdida de la Hispanidad y el retraso de España. Pocas situaciones como las tristemente célebres Capitulaciones de Bayona de los Borbones ante Napoleón pueden superarlas en la historia de la infamia.
Nunca se repite la Historia con la misma exactitud pero hay cosas que recuerdan lo acontecido con anteriores expulsiones de los Borbones. En relación con la Gloriosa y el destierro de Isabel II no deja de ser curiosa advertencia la que hacía en 1870 el autor de Ministros en España, que dice llamarse “Uno que siendo español no cobra del presupuesto”. He aquí:
“Tres partidos se unieron para derribar la dinastía de doña Isabel II y creyeron que al obtener el triunfo ellos habían hecho la revolución ¡Ilusión engañosa!
Los verdaderos autores de la revolución de Setiembre son dos personajes que lo ignoran. A saber, Carlos Marfori cuyo retrato ofrecemos para eterna recordación de los daños que su liviandad ha traído a España y don Martín Belda, que con sus desaciertos obligó a la marina a sublevarse-
Dos años va a hacer que vivimos en plena revolución: el exceso del mal nos sostiene aunque en lenta y penosa agonía.
Hemos hecho una Constitución y ya la hemos modificado y pasado por alto cuando así ha convenido a la salud del gobierno, hemos votado la monarquía y hemos saludado con el ridículo y la sátira a todos los candidatos al trono…”
Marfori, personaje odiado en su época, estaba considerado doble amante de la pareja real, aunque no era el único que personificaba los escándalos de amoríos y desfalcos durante el reinado.
Incluso, aún más que los desastres de gobierno o los desfalcos de la corrupción, han sido los errores personales reiterados y sin propósito de enmienda los que llevaron al destierro tanto a Isabel II como luego más tarde tras la Restauración a su nieto Alfonso XIII. Un final al que desde luego no es ajena la disposición cortesana a aplaudir incluso lo que debiera ser claramente criticable y rechazable lo que lleva a la falsa percepción de un impune vale todo que al final se paga muy caro cuando se desborda el vaso.
Aunque con variantes o diferencias seguimos en las mismas, condenados a un repetir y repetir fracasos, con la suerte de España fatalmente vinculada a la de una desastrosa dinastía.