Por Alfonso de la Vega
La reunión de Alaska, se va a producir tras varios cambios aparentes de postura de Trump sobre el conflicto de Ucrania. Al principio de su mandato se esperaba que llegara a un pronto acuerdo para finalizar la guerra. No ha sido así, pero ya en julio anunció un nuevo enfoque más duro que consistía en enviar y vender más armas a la OTAN para su transferencia a Ucrania e incluso amenazar con aranceles del 100 % a los socios comerciales de Rusia. También dio un ultimátum no aceptado por Putin. Y ahora ha propuesto una negociación solo entre los dos mandatarios, sin Zelensky ni el grupo de belicosos halcones de Europa, que por realizarse en territorio USA parece suponer un gran riesgo para la integridad personal de Putin.
Aunque el motivo oficial de la cumbre sea el conflicto en Ucrania, parece que debiera enmarcarse tanto en las negociaciones actuales con China, cuanto con lo que desde el siglo XIX se ha venido en llamar el Gran Juego o la pugna por controlar Asia central entre Rusia y el Imperio británico, ahora el anglojudío de bandera principal norteamericana. En el que estaban también por ejemplo las anteriores importantes escaramuzas en torno a un estado tampón como Kazajistán, que tratarían de compensar la huida de Afganistán protagonizada por el Ejército americano. Y tras ese fracaso mantener vivo el Gran Juego en Asia Central. Kazajistán es un remoto país apenas habitado. Históricamente, uno de los Estados tampón entre las antiguas potencias imperiales rusa e inglesa dentro del llamado Gran Juego de Asía Central. Su importancia como Estado tampón, caído Afganistán, no ha disminuido, pero probablemente su interés geoestratégico principal sea precisamente el de su patrimonio en recursos naturales. En este Gran Juego renovado está la pugna por las inmensas riquezas de gas y petróleo que posee Asia Central. Las últimas reservas energéticas sin explotar y sin acceso directo al mar por lo que tiene gran importancia la logística de oleoductos y gasoductos, cuya construcción y gestión requiere control sobre los territorios que atraviesan.
Con menor importancia en lo que se refiere a recursos naturales, sobre todo Armenia, pero con una casi mayor geoestratégica tras la crisis con Irán están en el Cáucaso dos pequeñas naciones, Azerbaján y Armenia, en conflicto desde hace años y ahora milagrosamente pacificadas por Trump, para el que los palmeros piden el Premio Nobel de la Paz.
El control de esta zona por parte de EEUU y la OTAN, parcialmente fallido en el caso de Georgia, produciría un enorme problema tanto a Rusia como a Irán. Abriría una cuña entre el heartland y el rimland de consecuencias geoestratégicas. Lo que se ha venido en llamar el Corredor de Zangezur, un paso terrestre entre Armenia y Azerbaján, tras las últimas acciones bélicas contra Irán se ha transformado en un nodo crucial en la lucha por el poder global. Lo que en un principio era una disputa regional entre vecinos mal avenidos tras la reciente crisis e Irán se está convirtiendo en una cuestión estratégica en la confrontación más amplia entre Oriente y Occidente. Los últimos avances han encendido alarmas en Moscú, Pekín y Teherán, a medida que Estados Unidos se acerca a asegurar una presencia directa en esta región estratégica.
Para Trump asegurar una posición en Zangezur sirve a importantes objetivos: erosionar los restos de la influencia rusa en el espacio postsoviético, provocar a Irán y sabotear la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China al interrumpir el Corredor Medio. En efecto, la ruta de Zangezur es un segmento crítico del llamado “Corredor Medio”, que conecta a China con Europa a través de Asia Central y el Cáucaso Sur. Con el control de esta ruta, Washington podría modificar o incluso cortar los flujos comerciales a voluntad, lo que representaría una amenaza a las ambiciones de futuro liderazgo chino. Para Irán la amenaza es aún más inmediata al poder reconfigurar las rutas comerciales entre Oriente y Occidente de una manera que ningunea el rol histórico de Irán como puente terrestre entre Asia y Europa. Pero lo que aún es peor, pueden colocar bases militares junto a sus frontera, lo mismo que antes originó la guerra de Ucrania. Además perjudica las futuras relaciones con Armenia.
Otra cuestión geostratégica en juego es la del dominio del Ártico, con sus grandes reservas energéticas. Se estima que el Ártico contiene el 13 % del petróleo y el 30 % del gas natural en reservas sin descubrir.
La reunión en Alaska ha indignado a los centros de poder globalistas occidentales porque paradójicamente pudiera tener éxito, lo que muestra el actual grado de corrupción, vileza y deterioro moral de la gran mayoría de jerarcas de la UE. La guerra supone un mercado de miles y miles de millones de dólares de beneficio y tratan de torpedear la paz al precio que sea. En el caso del RU una hipotética victoria de la OTAN permitiría lograr su viejo sueño secular de apoderarse de las riquezas naturales rusas.
La prensa mercenaria se muestra desfavorable y el mismo Zelensky obviando su condición de títere corrupto y futuro posible payaso de las bofetadas ha declarado estar en contra de posibles acuerdos que contengan alguna forma de cambiar paz por territorios. Se especula con alguna maniobra de sabotaje de la cumbre.
Sin embargo, de algún modo resultará significativa a cerca de qué poder tiene en realidad el presidente norteamericano. Si EEUU es una auténtica república o más bien una plutocracia camuflada. o dicho de otra forma, si el tópico sueño americano se ha transformado en pesadilla. Explicaba hace unas décadas James Truslow Adams en su famosa obra La Epopeya de América que «el sueño norteamericano, que ha atraído a millones de seres de otras naciones a nuestras costas en el siglo pasado, no ha sido puramente material. Ha sido mucho más que eso. Ha sido un sueño en el mayor progreso posible, tanto para hombres como para mujeres, sin esas barreras creadas por civilizaciones más viejas, sin esas trabas sociales impuestas para beneficio de clases y no para la humanidad en general. y ese sueño se había realizado en la vida real, más plenamente que en ninguna otra parte, aunque en forma imperfecta aún entre nosotros«.
¿Aún? Todas esas buenas intenciones ahora se muestran arrumbadas. La evolución histórica ha generado otras barreras y otras clases sociales, la aristocracia nobiliaria europea ha sido sustituida por una oligarquía de grandes empresarios y mercaderes enriquecidos que imponen las directrices de imperio o dominación allí donde pueden. ¿Hasta que punto esa voluntad imperial liberticida al servicio de la plutocracia es compatible con una auténtica democracia, o con la República?
La cumbre de Alaska y sus consecuencias pudieran responder a tan significativo interrogante.