POR LA ASOCIACIÓN DE REALISTAS CLIMÁTICOS
El 74º informe estadístico de la energía mundial que publica anualmente el Instituto de la Energía muestra que, tras décadas de propaganda y políticas energéticas cuestionables, la transición energética ni está ni se la espera. A nivel mundial, el consumo de energía creció en 2024 en 11,9 exajulios, un 1,8% más que en 2023. Pero el incremento en la energía mundial se debió en un 66% al aumento del uso de los combustibles fósiles y tan solo en un 29% al aumento de la energía renovable. El mundo cada vez utiliza más los combustibles fósiles y cada vez depende más de ellos, mientras que el crecimiento de la energía renovable es de menos de la mitad de la procedente de fuentes fósiles. El resultado es que en 2024 las emisiones de CO₂ procedentes del uso de energía volvieron a aumentar en un 1,1%. También subieron los niveles de CO₂ en la atmósfera, llegando el pasado año a las 425 partes por millón.
Es evidente que, tras el Protocolo de Kioto de 1997 que comprometía a las 192 partes firmantes a limitar sus emisiones de CO₂ y tras los Acuerdos de París de 2015 que comprometían a sus 195 partes firmantes a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, el mundo no tiene intención real de descarbonizarse en un plazo previsible. Tras casi tres décadas, tan solo un puñado de países lo están haciendo y sus esfuerzos no tienen un resultado apreciable sobre las emisiones globales y los niveles de CO₂ y tienen un resultado nulo sobre el cambio climático, como demuestra que 2024 haya sido el año más cálido registrado.
España lleva reduciendo sus emisiones de CO₂ desde el año 2007, pero en 2024 las aumentó en un 2,9%. Con respecto a 2020, el año de la pandemia, las ha aumentado en un 13%. Esto se debe a que España está incrementando su uso de energía y la mayor parte de este aumento proviene de la energía fósil. En 2024, el consumo de energía en España creció en 0,13 exajulios. Descontando la disminución en la generación nuclear, el 70% del incremento en el consumo de energía del año pasado se debió a los combustibles fósiles y tan solo el 30% se debió a la generación de fuentes renovables.
Analizando la evolución del consumo de energía, resulta evidente que España no está llevando a cabo una transición energética sino un decrecimiento energético. El máximo consumo energético se alcanzó en 2007 y, a pesar del aumento de población, ha caído desde entonces en un 18%. Este decrecimiento energético, debido casi en exclusiva al menor uso de combustibles fósiles, hubiera sido del 30% de no haberse triplicado el consumo energético procedente de fuentes renovables. Puesto que la energía es la fuente de la que mana la economía, el efecto de la reducción en el uso de los combustibles fósiles sobre la economía ha sido extremadamente negativo, llevando a un disparo de la deuda pública que desde 2007 se ha cuadruplicado. Este incremento brutal de la deuda pública hace que no percibamos de momento el tremendo empobrecimiento que estamos sufriendo, fruto de las equivocadas políticas económicas y energéticas adoptadas en este siglo.
![]() Evolución del consumo de energía en España procedente de combustibles fósiles (negro) y de fuentes renovables (verde) y evolución de la deuda pública (rojo). Datos del 74º informe estadístico de la energía mundial y de Datosmacro.com. |
Tres décadas después del Protocolo de Kioto es evidente para cualquiera que la ruta de la descarbonización emprendida por un puñado de países no va a tener ningún efecto apreciable sobre el cambio climático en un futuro previsible. Estos países, entre los que se encuentra España, no solamente están dañando gravemente su economía (disfrazando el daño con deuda) en persecución de una quimera, sino que además contribuyen miles de millones de euros a un fondo climático para los países que ni reducen sus emisiones ni tienen intención de hacerlo, y que se aprovechan del autoinducido declive económico de Occidente.
De proseguir por esta senda nos aguarda la ruina económica completa en un futuro no muy lejano.