domingo, mayo 25, 2025
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Feijoo se va a los toros

Por Alfonso de la Vega

La web del PP se vanagloria de que Feijoo se va a la Monumental madrileña de Las Ventas para ver los toros o mejor para dejarse ver en la barrera. Sin duda, un acto heroico sin parangón posible después de la toma de Granada o la conquista de Méjico. Pero, ¿por qué la cosa es tanta noticia? ¿A qué viene eso?

Una de las muchas glorias del PP en Galicia contra la Cultura española ha sido perseguir tanto el español como la Tauromaquia en su taifa. Sólo Pontevedra capital resiste las traicioneras embestidas de burriciego de la Galicia oficial. En La Coruña, otrora una de las plazas más importantes de España donde tomasen la alternativa figuras del toreo tan notables como Luis Miguel Dominguín, la tradicional feria taurina ha sido erradicada tras la retirada del gran alcalde Paco Vázquez cuya figura se engrandece en comparación con las hordas municipales que le han seguido luego.  Es evidencia de razón que la indisimulable y ya al parecer imparable decadencia de ciudad se inició tras su retirada de la alcaldía.  Y, lo que no deja de ser curioso, también que la propia decadencia de La Coruña y el proceso despótico de prohibición de la actividad taurina coinciden en el tiempo. Mi admirado amigo el cronista e historiador coruñés Carlos Fernández Barallobre, «Calín», ha publicado con el título de La Coruña, España y los toros una obra monumental sobre la dilatada actividad tauromáquica en la capital gallega. Y no solo eso, sino de la misma historia de La Coruña.

Los galleguistas de todos los partidos tienen como icono una vaca lechera en vez del majestuoso y fiero toro de lidia, tótem iconológico de España. Hay vocaciones y conversiones tardías, ya en la madurez o senectud, y este pudiera ser un ejemplo, pero decía Fernando Pessoa que el poeta es un fingidor. Y el político aún más, pero Feijoo y su partido están llevando el tartufismo, el disimulo y la hipocresía a la categoría de arte. Cabe pensar que Feijoo ha creado un heterónimo pessoano ad hoc para glosar ahora lo que hasta ahora perseguía. El “isidro” jefe del PP con el cinismo y doble moral que le caracteriza declaró que “La defensa de los toros es un reclamo por la libertad y el dejar decidir a la gente, además de un enraizamiento con nuestra cultura y nuestras tradiciones…la tauromaquia forma parte del patrimonio común, y debe ser respetada sin etiquetas ideológicas. Es la reivindicación de nuestras tradiciones. No hay que ideologizar la cultura ni el ocio, ni la música ni los toros. Respetemos a quienes le gustan los toros y mandemos un mensaje de parte de todo el mundo rural para que de una vez por todas se deje la ideología al margen y subamos la tolerancia”.

En fin, todo lo contrario de lo que la Junta de Galicia, los galleguistas que pastoreaba y perpetraban para prohibir y boicotear la fiesta precisamente para inventarse otro “hecho diferencial” contra el patrimonio común de España. Pero «París bien vale una misa«. Para Feijoo, como ocurre en ciertos campos de fuerzas en la Física, la moral es función de punto y depende de a qué lado del puerto de Piedrafita se encuentre.

Cuando Coruña era La Coruña, importante ciudad española de gran personalidad histórica y no una amorfa población satélite compostelana, era costumbre celebrar su notable feria taurina incluso después de derribar su famosa Plaza de Toros en una operación urbanística especulativa que privó a la ciudad de un coso permanente, sustituido primero por un edificio multiusos y ahora por nada. Muestra de ingeniería social para cambiar las tradiciones y costumbres. Desde unas semanas antes, la afición se iba animando. Con su maestría habitual, Marcial Ortiz solía crear el cartel de la Feria. También venía para asesorar a la presidencia el sensible torero y escritor de la tierra Hilario Taboada desgraciadamente ya fallecido. Ahora, la “Santa” Inquisición woke ha conseguido prohibir la feria, y el ambiente taurino, como la propia España, van desapareciendo entre las sombras del más tenebroso kali yuga.

Ernesto Giménez Caballero, fundador de la revista La Gaceta literaria, ya se temía lo que podría pasar con la fiesta: “Los toros son el último refugio que resta a la España heroica, pagana y viril, ya a punto de ser asfixiada por una España humanitarista, socializante, semieuropea, híbrida burguesa, pacifista y pedagógica. Ennoblecer de nuevo esta fiesta, extraer su esencia mítica es la labor de los nuevos españoles, consientes de un pasado y de un porvenir: orgullosos y leales de una gran tierra milenaria, como España” 

Pero, para mejor ilustración de Feijoos y demás pijerío progre cabe resucitar aquí una curiosa conversación más o menos imaginaria aunque lúcida e iluminadora entre el humanista italiano Giovanni Papini y Federico García Lorca. Cuentan que tras una corrida de toros en Las Ventas se fueron al Café de Pombo y Papini preguntó a Federico «qué pensaba de los extranjeros que ven en este juego sangriento una prueba de la crueldad del pueblo español

El poeta le contestó: «no todos son tan imbéciles… son viajeros filisteos, carentes, aunque sean cultos, de verdadero espíritu poético. Espero hacer comprender la belleza heroica, pagana, popular y mística de la lucha entre el hombre y el toro. Creo que nadie ha sabido explicar a los extranjeros el significado profundo, sublime, y casi diría sobrehumano, del sacrificio taurino.  Si los humanitarios y puritanos extranjeros que suelen ser de inteligencia limitada, fueran capaces de profundizar el verdadero secreto de la tauromaquia, juzgarían de modo diferente nuestras corridas.»   Y Federico continúa su explicación: La corrida, a despecho de su acompañamiento acrobático y espectacular, es en realidad un misterio religioso, un rito sagrado. El torero es, con sus acólitos, una especie de sacerdote de los tiempos precristianos, pero al que el Cristianismo no pudo condenar. ¿Qué representa el toro en la conciencia de los hombres? La energía primitiva y salvaje y, junto a ello, la ultrapotencia fecundadora. Es el bruto con toda su oscura fuerza, el macho con todo su vigor sexual. Pero el hombre, si quiere ser verdadero hombre, debe disciplinar y guiar la fuerza de su inteligencia, debe ennoblecer y sublimar la fuerza del sexo con el amor. Tiene que matar en sí mismo la animalidad primigenia, vencer el porcentaje de bruto que hay en él. Su antagonista más evidente, en esta su voluntad de purificación, es el toro….La corrida es la representación pública y solemne de esta victoria humana sobre el instinto bestial…. La victoria sobre la bestia sensual y feroz es la visible proyección de una victoria interior. La corrida es, por tanto, el símbolo pintoresco y agonístico de la superioridad del espíritu sobre la materia, de la inteligencia sobre el instinto, del héroe sonriente sobre el monstruo espumajeante, del sabio Ulises sobre el cruel Cíclope.

Y Lorca explica las relaciones desde el punto de vista espiritual y ritual con el Mitraísmo y el Cristianismo: “El torero es el ministro cruento de una ceremonia de fondo espiritual, y su espada no es más que la supervivencia del cuchillo del sacrificio de los antiguos sacerdotes. Y como también el Cristianismo enseña a los hombres a liberarse de las reminiscencias bestiales que quedan en nosotros, nada hay de extraño en que un pueblo católico como el nuestro concurra este espectáculo sagrado, aún cuando no comprenda muy claramente esa íntima significación espiritual.”

Papini quedó un tanto sorprendido por las sabias y entusiastas palabras del poeta granadino y reconocería que tan ingeniosa y paradójica teoría era digna de atenta meditación.

Y aquí lo dejo antes de que el presidente me mande un aviso.

 

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1 COMENTARIO

  1. No es un problema que este indecente ma-són vaya (a figurar) a los toros. El problema es la turba de indigentes intelectuales, pelotas y parásitos que le vitorearon en vez de «cobrarle la deuda».

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