Un beso, lo que oyen, un beso, se ha convertido en la noticia, pero no uno cualquier, sino de un hombre a una mujer con ocasión de que España ha sido campeona del mundo en futbol femenino, algo que debería haber alegrado un poco los corazones de los españoles, pero no, no podemos estar unidos, sino divididos en tribus enemigas. La prensa se ha encargado de ello día, noche y madrugada (como nos metieron la religión covidana en casa), aprovechando esa inocente excusa. A pesar de ser un hecho aparentemente poco significado, no lo es por lo ocurrido, sino por el trasfondo pernicioso y retorcido del feminismo, una secta cuyas raíces no se explican en la prensa y que tiene como fin hacer ver a las mujeres como seres vulnerables y angelicales frente a sus agresores machos. Estudiar y conocer los fundamentos es esencial para entender qué es, qué busca y qué armas utiliza para declarar su existencia, en base a fundamentos falsos, absurdos y convertidos en dogmas religiosos. Hemos pasado del fanatismo católico al radicalismo de ideas vacías y sin sentido lógico, que han creado sectas como la feminista o el LGTBIQ+. Hoy les toca a ellas ser tratadas.
Cuando estudiamos a Judith Butler en su obra “Problemas de sexo” incluye la teoría de Monique Wittig, según la cual el género no es igual al sexo. De este modo, se empiezan a entender los fundamentos del feminismo radical, la nueva secta ideología de la agenda 2030, cuyo fin es perturbar la normal relación entre sexos opuestos para impedir la fecundación de la mujer y el nacimiento de seres humanos. Desde la mente de los psicópatas, el reseteo demográfico es esencial por varias razones: reduce el número de disidentes, facilita el control ideológico y mental para aplicar experimentadas formas de manipulación de masas, introduce el odio y el conflicto, regula los aspectos íntimos de los seres humanos (los sexuales, sobre todo, en cualquier aspecto, incluyendo los más privados) y crean un ejército de defensores de derechos, la excusa perfecta para hacer poderosas a las mujeres, cuando, en realidad, serán discriminadas y destrozadas como los hombres.
El mismo Engels declara en 1884 que la primera forma de explotación de clases surgió por parte del hombre hacia la mujer, obligándola al matrimonio, a tener hijos y criarlos toda su vida, sometiéndose a su voluntad. Es decir, que todo nace de la izquierda y de sus primeros autores teóricos. Foucault nos define al sexo no como un constructo físico ni genético, sino cultural y político de poder y control; la sociedad asigna unos roles, según se sea hombre o mujer, de manera autoritaria. Es lo que se pasará a llamar el patriarcado, el enemigo del feminismo radical que promueve Naciones Unidas. Los movimientos comunistas y socialistas se dedicaron a expandir esta idea hasta el punto de que el fin no es luchar contra ese poder tan despreciado, sino salirse de la misma dualidad y organizar una nueva corriente ideológica: el tercer sexo, que oficializa Simone de Beauvoir, lesbiana, pedófila y sustentadora de la idea de que el género no tiene por qué ser binario. Dentro de sus variantes se encuentran gays, lesbianas, trans, queers, fluidos y todo tipo de inventos y nomenclaturas que se les ocurra.
El problema de todo ello radica en la negación de la biología. Si un trans muere y se le hace una prueba de ADN dentro de 500 años, el resultado será XY, por mucho que se haya puesto pechos, cortado el pene, le hayan puesto una vulva aparente o haya estado toda su miserable vida tomando hormonas. La naturaleza manda por encima de ideas absurdas que carecen de sustento científico. Por lo tanto, no se queda sólo en la imagen de la mujer supremacista, santa, dedicada, consciente y civilizada, en contraposición con el hombre sometido, malvado, maltratador, machista, impulsivo y salvaje; no, va más allá y crea otros grupos que han de ser tan protegidos y divinizados como ellas, los que no son de un barrio ni de otro y se salen del tablero al ser de otro mundo.
La utilización de la mujer por parte del sistema es connatural al feminismo y es esencial hacer un repaso a estos autores para entender el absurdo que sustenta todo este movimiento ideológico, que se ha convertido en una peligrosísima secta. De este modo, hay que hacer creer a las féminas que por fin han ganado la batalla al machismo, como cuando se presentan el PSOE o los partidos de izquierda diciendo que defienden las minorías y por el mero hecho de que aprueban una ley y ya está todo dicho. Estos grupos tienen la potestad de denunciar y erradicar la presunción de inocencia de quien consideren símbolo del patriarcado que tanto menoscaba Engels hace casi 140 años, ocupar cargos en los gobiernos, ser financiados por la ONU, decir a los medios sus soflamas sectarias e imponer con el miedo su reciente poder, basado en estructuras ideológico-políticas. Se puede decir que llegan a imponer sus principios como lo hacía Hitler, Musolini, Stalin, Hugo Chávez y otros dictadores, sin importar el signo, de izquierdas o de derechas.
Al encontrarnos no con consignas políticas, sino con normas que regulan el mismo proceso de pensamiento (en las conclusiones a las que se llegue ante el análisis de eventos externos, hay que estar de acuerdo con estas ideas, autocensurándose la mujer o los diversos grupos del tercer sexo en el caso de que rompan la obediencia hacia su secta), internalizando dichas creencias bajo el principio de la moral, como conjunto de bases sobre las que se construye la racionalidad y congruencia. Todo esta estructura lógica entrópica se convierte en un hecho esencial para entender el absurdo del feminismo oficial. Aparecer ante los demás como un ser lógico y creerse las propias convicciones como las mejores, hasta el punto de que servirán para toda la vida y ya no será necesario modificarlas y mucho menos discutir con quién sostiene las contrarias, se convierte en regla de vida en cuanto a cómo hay que relacionarse con el sexo opuesto, estableciéndose un paradigma de resistencia al modelo patriarcal. En este caso el estado lo promueve en sus leyes y obliga a ir en contra de lo que considera ideologías enemigas.
La raíz de esta obsesión nace en el fundamento satánico del odio, reconocido como igual al amor y con la misma fuerza e importancia. Para los que adoran a Lucifer, aún cuando no se den cuenta en su estructura mental, el resentimiento y la venganza tienen derecho a ser liberados, siguiendo el modelo freudiano, según el cual la lívido no ha de ser reprimida para evitar la neurosis y el colapso, así como la enfermedad. Todo ello incluye planes de resarcimiento, derecho a destruir al enemigo y no reprimirse la animadversión que nos despiertan otros cuando forman parte de tribus que se consideran rivales porque la historia nos enseña que tenemos que ganar, siguiendo los principios de la lucha de clases marxista o de la diabólica dialéctica de Hegel, para la cual el enfrentamiento entre opuestos es necesario para el avance social, muera quien muera…
Es decir, ser feminista es odiar al hombre por el mero hecho de serlo del mismo modo que las leyes dicen que se mata a una mujer por ser mujer, un juicio radical y muy peligroso porque introduce el odio en las relaciones privadas. ¿En qué modo el gobierno se ve favorecido al introducir este resentimiento irracional dentro de la familia? ¿O es que se trata también de destruir esta institución porque es un dique de contención frente al poder del estado, el cual quisiera controlar incluso la vida privada de sus súbditos, pensamientos, deseos, sueños e incluso inclinaciones sexuales? Toma forma esta hipótesis cuando, de la mano de las leyes feministas, surgen otras como la ley trans, defensora y precursora de la cultura wok y la introducción de ideas hipersexualizadas e incluso pederastas en los niños de los colegios. Es decir, que el feminismo no se queda ahí y promueve la perversión sexual de los niños para que sean productos y desechos del sistema por sí mismo, a modo de trampa como lo es el propio feminismo en sí para las mujeres. Eso explica por qué hay más de 200 violadores en la calle por la ley del sí es sí, cuyo fin es convertir todo acto sexual en un acto potencialmente delictivo por el mero deseo de una mujer, con total veracidad ante la justicia y hombres vistos como violadores, obligados a demostrar que no lo son. Un engendro perfectamente diabólico. Satanás duerme en la ONU y en la Moncloa a sus anchas.
La igualdad de derechos es ahora imposición de minorías sobre mayorías, pero aún peor que cuando eran las mayorías las que pisoteaban a cuatro gatos, ahora son éstos los que tienen que aullar, arañar y destrozar todo lo que se les ponga delante, contar con los medios más fuertes y mejor pagados por el gobierno, Soros o el Foro de Davos para hacer todo el ruido posible hasta dejarnos sordos. He aquí toda la racionalidad y lógica del reciente escándalo de Rubiales y su famoso beso. Por lo demás, el feminismo quedará aún más en ridículo.
Es una gran pena que un artículo tan excelente como éste (mi enhorabuena a su autor) esté condenado a que casi nadie pueda leerlo porque los medios de masas importantes han sido «comprados» por los cuatro sionistas dueños de los fondos buitre, lo mismo que han sido comprados los altos jerarcas de las estructuras políticas, jurídicas, sanitarias, militares, sindicales, ONGetas, religiosas,..). El enemigo que manda en los globalistas está arreciendo tremendamente su Inquisición en defensa de su dogmática y retrógrada narrativa hasta el punto de haber logrado ya ha demonizar y condenar a la verdad y a los verdaderos informadores. Es imprescindible ingeniárselas y arbitrar nuevas vías para poder seguir informando en este entorno tan crecientemente beligerante
El principal objetivo es la castración mental del hombre, defensor del territorio y la manada por imperativo genético en muchos casos, y «constructo cultural» en otros (es «cosa de hombres»), y atributo totalmente inexistente en otros (las legiones de absolutos traidores psicópatas que carcomen nuestras sociedades y venden literalmente a sus congéneres). Cuando la mujer se convierte en un ser desagradable y peligroso, alguien impredecible con un poder para convertir la vida en un infierno, instintivamente se producirá un rechazo hacia dicho ser. Y eso modifica todo el proyecto existencial natural o cultural occidental (en la islámica la hembra es un subser instrumental sin opciones); en la población masculina se produce una aniquilación de los mayores fundamentos de su existencia. Por castración psicológica y eliminación de objetivos.
En la mujer se produce también este fenómeno de castración. En este caso la idea de que el hombre y los hijos convierten su vida en un infierno es implantada directamente en sus cabezas. El hombre no necesita ministerios, institutos, red judicial y corifeo mediático para ser infernal: lo es por defecto. Recordemos cómo Irene Montero, un obvio producto de laboratorio teledirigido, adereza todas sus intervenciones con el comentario de que «el Estado y las instituciones están contigo». Por un lado la mujer queda asimilada y despersonalizada en un ente indefinido, y por otro lado el hombre recibe el mensaje de que queda reducido a un gusano aislado e indefenso despojado de todos los fundamentos de Derecho que forjaron nuestra civilización.
Así, el instinto femenino de tener prole con apellidos, que es en muchos casos natural, en otros cultural («hay que» tener hijos y hasta hace pocas décadas eso era lo único que daba estatus a la mujer) y en otros inexistente, se suprime. Y la maternidad también lleva consigo una noción mayor del territorio seguro (patria), que en este caso desaparece y es sustituido por la «seguridad» del «Estado» (ente indefinido ya absorbido por el global) donde además se tienen más méritos si se ha abortado alguna vez «reivindicativamente».
Pero el fin último de esta castración psicológica a dos bandas no es la disminución de nacimientos, aunque también sea un fin. Se fomenta el sexo compulsivo, desafecto e indiscriminado bien regado de alcohol y drogas, que por fuerza trae consigo un buen número de embarazos. Para lograr que dichos embarazos no aumenten la población tienen su agresiva industria abortiva, que además demanda vorazmente embriones y fetos para el monstruo biotecnológico, el farmacéutico y quién sabe cuál más.
Por lo tanto el fin último es la supresión del proyecto existencial de los humanos, con principal saña en el hombre que por biología y herencia tiene una mayor inclinación a tomar iniciativas para proteger a la tribu. Tener y cuidar una familia, un hogar y un entorno seguro (patria) es la inclinación natural o como poco cultural para una mayoría. Suprimido eso, queda suprimido prácticamente todo. Individuo y sociedad quedan sin defensas. Sin proyecto. Sin sentido de la vida.
Efectivamente, esta «ingeniería social» de maldad insuperable es obra del diablo mismo. Ni siquiera hace falta ser creyente al uso para verlo.
Perdón por el ladrillaco 👆
Y desde luego no hay que volver al Fary, Pajares y Esteso. Entre la histeria hiperventilada «por un pico» y los tiempos donde estaba ‘bien’ visto que los abuelos del parque dijesen obscenidades a las niñas que pasaban o incluso alargasen la mano hay un trecho. «Ellos» son especialistas en lograr que los borregos ya no distingan grados de gravedad, pero «nosotros» somos especialistas en no perder la perspectiva.
E imaginación, ante todo imaginación. El mafioso futbolero – si no es cómplice del teatro- podría plantear denunciar a la futbolera por agarrarlo y alzarlo como una camionera sin haberle pedido permiso para semejante manoseo. Ella empezó. Los borregos necesitan bofetadas de realidad.
Y ‘la mátrix’ hay que cortocircuitarla siempre que se tenga ocasión.