“Conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres” es una famosa frase que el presidente de Argelia Ben Bella pronunció desde el exilio en 1966. Ignoro si el político conocía el plan Kalergi o tuvo otro tipo de inspiración, pero lo cierto es que sus palabras resultaron proféticas. La guerra entre inmigrantes y franceses que se está librando estos días en Francia –aunque Macron, frívolamente, habló de disturbios—, con la amenaza de extenderse a otros países de la UE, obedece a un plan escrupulosamente programado por los amos del mundo hace muchas décadas. Nada es casual. Pero para conseguir sus frutos fue necesario un plan de domesticación social con la incorporación de falsos conceptos, como “delito de odio”, o redefiniciones erróneas sobre la xenofobia o el racismo. Todo ello desprovisto de razón, y regado, en cambio, con intensos estímulos emocionales. Cuando una idea se procesa en el cerebro envuelta en una moción como (en el tema que nos ocupa) la culpa, la injusticia o la falta de generosidad, el pensamiento u opinión se genera automáticamente, sin mediación de la razón, sobre todo si la consigna de aprendizaje va reforzada con imágenes. Es el modus operandi que se ha venido empleando para que la sociedad se sienta culpable hasta el punto de admitir eslóganes como el nefasto “Welcome refugees” del Ayuntamiento de Madrid, a sabiendas de que lo que llega a Europa por el Estrecho no son precisamente refugiados, sino el fruto de políticas nefastas pactadas en las alturas. Una vez más, el ciudadano de buena fe es el tonto útil. Para completar la estrategia, el paso siguiente o incluso simultáneamente es “controlar el mensaje” e “inundar la zona”; es decir: repetir, repetir y repetir hasta que los ciudadanos lo expresen como si se tratase de una opinión propia. Así reza en sus manuales de control, que no se elaboran localmente, sino en lejanos y oscuros despachos. (La misma técnica de manipulación es empleada con el medio ambiente, el cambio climático, la violencia contra las mujeres, la salud o cualquier otra idea que se desee implementar de manera poco ética).
Kalergi ideó un plan para depauperar la raza blanca: una especie de conquista silenciosa, de genocidio sin sangre, que consistía en el mestizaje y en la emigración de personas no blancas a Europa. El objetivo era –según sus propias palabras— crear una raza mestiza pasiva, indolente y manipulable, de menor inteligencia, sin capacidad para organizarse y rebelarse, por lo cual ni se darían cuenta de que estaban siendo esclavos. Esta circunstancia facilitaría que la aristocracia judía pudiera ejercer como los únicos dueños del mundo. ¿Conocía Ben Bella este programa?
Lo cierto es que no se puede entender lo que ocurre en el mundo sin hacerse eco de documentos programáticos elaborados hace décadas, todos con fines muy concretos. El Plan Kalergi, concebido expresamente para Europa es, posiblemente, el más disparatado del mundo de la conspirología. Sin embargo, hay que decir que la mayoría de los puntos propuestos se están cumpliendo.
Antes de entrar en materia, veamos quién es este personaje llamado Richard Nikilaus Coudenhove-Kalergi, quien como muchas personalidades del mundo político a lo largo de los tiempos, tiene dos versiones de sí mismo, algo así como un doctor Jekyll y un míster Hyde. Transcribo una parte del capítulo “Los grandes manipuladores del sistema”, de mi libro Conspiraciones contra la humanidad. La agenda de los amos del mundo, publicado en 2017:
Dentro de la oficialidad, Kalergi es considerado como el fundador del primer movimiento popular para la Europa unida. Publicó La lucha por Paneuropa en tres volúmenes y Cruzada por Paneuropa; fundó la Unión Parlamentaria Europea y defendió la idea de un mercado común con moneda única para que Europa ocupara el lugar que le correspondía en el mundo. En 1950 recibiría el Premio Carlomagno por haber contribuido a una Europa unida y en paz. Todo perfecto y empaquetado con lazo para regalo. Así hace las cosas la masonería. No obstante, la letra pequeña de todo esto ilumina de realidad macabra de la estrategia migratoria de los del turbante.
Este político y aristócrata, masonazo hasta la médula, que parecía luchar por Europa y los europeos, escondía un plan siniestro para que la Europa milenaria de Carlomagno y Aquisgrán desapareciese, y renaciese con una estética distinta, una antropología diferente y una concepción cosmogónica muy lejos de su esencia y valores. Veamos qué es el Plan Kalergi y sus aviesos fines.
Este plan destructor está basado en el modelo de los animales de granja, que son domesticados y dominados debido a su escasa inteligencia. Kalergi lo publicó en 1923, mucho antes que las obras que acabamos de citar. Consiste en una serie de estrategias para que los judíos puedan gobernar Europa y el mundo. (Cuando hablamos de los judíos, no nos referimos al judío del pueblo liso y llano, sino a los fanáticos sionistas que forman parte de la élite globalista, autores de miles de tropelías y conspiraciones).
En el texto, expuesto en 28 tesis, Kalergi alude constantemente a la supremacía del pueblo judío, a la raza noble judía, a la raza superior y a la “Herrenrrase”. Curiosamente, este término que utiliza Kalergi para reivindicar la superioridad de la raza judía, también fue empleado por Hitler para referirse a la raza aria.
Kalergi reconocía la superioridad de la raza blanca y su capacidad de organización. Pero él no buscaba la perfección aria como, unos años después, perseguiría el Tercer Reich, sino su destrucción, para que los judíos, llegado el momento, pudieran ejercer su dominio. Por eso ideó un plan para depauperar la raza blanca: una especie de conquista silenciosa, de genocidio sin sangre, que consistía en el mestizaje y en la emigración de personas no blancas a Europa. El objetivo era –según sus propias palabras— crear una raza mestiza pasiva, indolente y manipulable, de menor inteligencia, sin capacidad para organizarse y rebelarse, por lo cual ni se darían cuenta de que estaban siendo esclavos. Esta circunstancia facilitaría que la aristocracia judía pudiera ejercer como los únicos dueños del mundo.
¿Pero, por qué el mestizaje? Algunas tesis apuntan a las bondades del mestizaje, y solemos resaltar el que se produjo en América a raíz del Descubrimiento. Sin embargo, Kalergi tomó de Joseph Arthur Gobinau las ideas que tanto habrían de influir en el pensamiento nacionalsocialista para conformar la ideología nazi. En su obra Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, en el que Gobinau propone la supremacía de la raza blanca, expone cómo, en el mestizaje, cada raza pierde sus talentos más importantes dando lugar a una subraza degenerada, menos inteligente y capaz. Según el filósofo, la superioridad del ario es evidente frente a otras familias raciales. Así, dota a los negros de “energías groseramente potentes”, y escribe al respecto: “Si sus facultades intelectuales son mediocres o hasta nulas, él posee en el deseo […] una intensidad a menudo terrible”.
No se puede negar que la raza negra es mucho más sensual que la blanca, mejor dotada para el deporte, más emocional y bachatera y dada al baile y al jolgorio. Sin embargo, también es evidente su falta de capacidad organizadora.
En definitiva, para que la raza judía no tenga parangón, es necesario frenar la evolución de los blancos, y eso se consigue transformando a los pueblos racialmente homogéneos en una masa mezclada de blancos, negros y asiáticos. En estos mestizajes primarían las características del pueblo inferior y menos civilizado. Kalergi les atribuye indolencia, crueldad, infidelidad, y “otras características que es necesario fomentar” para que así relumbre el pueblo judío y pueda gobernar y manipular a sus anchas.
Curiosamente, entre sus apoyos se encontraba el banquero Max Warburg –con muy buenas relaciones con la casa Rothschild—, quien puso 60.000 marcos a su disposición e incluso Winston Churchill y otros políticos, algunos de los cuales fueron más tarde genocidas del Tercer Reich, como Edward Benesch.
Kalergi, a pesar de que su nombre suena mucho menos que los de Adenauer o De Gasperi, jugó un importante papel como agente doble, cuya influencia llega a nuestros días y nos pesa como espada de Damocles. Él es quien eligió el color azul de la bandera europea y fue el creador de la Europa multicultural, multirracial y cosmopolita, esto es, el ideólogo de la destrucción del Viejo Mundo. Es asimismo el inspirador de la restricción del poder ejecutivo de los parlamentos y los gobiernos. Es decir, la pérdida de soberanía de los Estados, nuestra conversión en meros esclavos de Bruselas, se la debemos a este illuminati de tomo y lomo que debió pactar con el diablo esta situación, mucho antes de que viéramos escrito el nombre de Maastricht.
Todo esto explica la situación europea y la calidad y el talante de nuestros políticos y su inclinación de cabeza ante “Europa”, como se hace ante un amo. En realidad, somos tan solo los peones del Plan Kalergi. Casi todos los políticos han integrado el ideario masónico, y entre ellos se homenajean con galardones y premios. El canciller Helmut Kohl recibió el “Premio Coudenhove-Kalergi” por contribuir a la consecución de su plan.
Se suele decir que la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno. Sin embargo, Kalergi considera que los hombres son incapaces de gobernarse a sí mismos. Solo considera a la aristocracia judía capaz de dirigir. Por eso promueve un Nuevo Orden Mundial, una dictadura sin libertad. Él impulsa un pacifismo buenista entre las naciones, pero admite la violencia para el pueblo judío, para imponer su liderazgo y supremacía. Quiere que el poder militar, las finanzas y la prensa estén en manos de la “raza superior judía”, cosa que expresa metafóricamente como la pólvora, el oro y la tinta.
Admitámoslo o no, los objetivos Kalergi se están cumpliendo al pie de la letra, igual que los Protocolos. Lo hemos expresado unas líneas más arriba: con movimientos migratorios en masa, planes Schengen, mestizaje, debilitamiento y desmembramiento de los estados y pérdida de soberanía, leyes buenistas en exceso garantistas, crisis económicas, revueltas y terrorismo. La conclusión es un caos dirigido donde en las masas de manipulados brota lo más básico y primario de su esencia animal.
Esta situación, creada artificialmente en un despacho de caoba, tiene como agravante la manipulación del corazón de las personas buenas y solidarias, pues la ciudadanía siempre responde positivamente cuando se trata de prestar ayuda al necesitado. Por eso es aún más denigrante que nos presenten imágenes falsas de niños muertos, que se hacen virales, creadas ad hoc para manipular nuestras conciencias y que abramos los brazos a la avalancha de cayucos que arriban a nuestras costas para cumplir con el plan de destrucción de Europa. En muchos casos nos toca padecer el “síndrome de Viridiana”, llevado a su mayor extremo. Está habiendo demasiados casos de mujeres agredidas y violadas por supuestos refugiados a los que habían dado cobijo y cariño. Incluso algunos casos de asesinato.
Que hay una conspiración para acabar con la raza blanca, parece evidente. Y nosotros somos sus cómplices. Llama también la atención lo fácilmente que hemos interiorizado las bondades del llamado multiculturalismo y las excelencias de ser negro, gitano o árabe. Así, se habla del “Black Power”, como algo digno de ser resaltado y nadie se escandaliza, ni ve en ello un acto de racismo. Pero si hiciéramos alarde del “White Power”, con la misma dosis de orgullo, nos llamarían racistas, y si me apuran, podríamos ser llevados a los tribunales y condenados por inducir al racismo o a la xenofobia en virtud de cualquiera de los nuevos decretos progres, es decir, de lo que otros piensan por nosotros.Para ello ha habido que destruir el elemento aglutinador, el colágeno de las naciones: un cristianismo unificador, con luces y sombras, pero trufado de latines y cantos gregorianos, que igualaba al español y al alemán y los unía bajo una misma bandera. Esta riqueza milenaria está quedando diluida en nuestras constituciones, leyes buenistas, obeliscos masónicos y demás parafernalia simbólica impuesta por los nuevos tiempos.
Poco más que añadir, salvo un gran pesar y alguna lágrima por este mundo agonizante en el que nacimos y crecimos. Siempre duele soltar lo viejo, aunque ya no sirva. Nos hemos dejado robar, por comodidad, por estar demasiado dormidos y ocupados en trabajar de sol a sol para poder pagar, casas, coches y universidades. ¡Cómo si esto mereciera la pena o condujera a la felicidad o a algún tipo de iniciación verdadera! Integrados en la vorágine loca de las microondas y la inmediatez, hemos dejado atrás parte de nuestra esencia. Nos hemos olvidado de desarrollar la maestría del amor incondicional como imperativo categórico, sin expectativas ni esperar nada a cambio. Nos hemos olvidado de maravillas de la naturaleza, como el canto de los pájaros y las cigarras, el sonido del viento o el burbujeo del agua. Nos hemos olvidado de quiénes somos y qué hacemos aquí, ahora, en este momento de fin de ciclo, en el que todo parece desmoronarse. Como seres humanos y divinos tenemos un arduo trabajo por delante; aunque nos cueste sinsabores y desplantes. Muchos de nuestros semejantes están poseídos por el pensamiento único dominante y, sin saberlo, trabajan para el lado oscuro. Hay que alumbrarles con nuestras pequeñas lámparas de aceite y atraerlos hacia la luz. Intentarán apagárnoslas una y otra vez, pero las protegeremos de su soplo y seguiremos adelante. Con alegría y arrojo, y siempre desde la paz.
No todos los ciudadanos que repiten los eslóganes acuñados en los laboratorios de ingeniería social son bondadosos puros. Muchos lo hacen porque es ‘the current thing’, como dicen los anglosajones para referirse a la moda social del momento, o porque es la vía rápida para estar en el «lado correcto de la sociedad y la historia» sin hacer el menor trabajo de análisis ni profundizar, ni responsabilizarse ni una pizca de las consecuencias de lo que se apoya, ni esmerarse en comprobar si la mercancía que te están endosando es real o fraudulenta.
Buenismo y bondad NO es lo mismo y sólo coinciden en un porcentaje bajo de los casos. Esos porcentajes, que intuíamos y conocíamos en nuestra modesta escala, los hemos podido ver cristalinos durante la plandemia y sus «medidas». También lo hemos podido ver con los melodramones por Ucrania que a la gente se le han olvidado en cuanto la prensa ha dejado pasar 24 horas sin nombrarlos, o como tantos otros dramas que los medios encienden y apagan, o los dramas ocultos que a la mayoría de esos ‘buenistas’ migratorios («responsables» en jerga covidiana) les importan un pito si nadie se los nombra.
Todo fachada hueca.