sábado, noviembre 23, 2024
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Una esquizofrenia s@t@n!z@nt€

No sé si alguien lo ha sentido, percibido o intuido, pero, de repente, muchas personas que creíamos cuerdas e inteligentes parecen haber perdido el sentido común, se han vuelto fanáticas, intolerantes, egoístas, desconfiadas o simplemente rehúsan a tener contactos con personas que consideran poco inteligentes o non gratas. La ola de radicalismo ideológico en España se ha tornado peligrosa, hablar de ciertos temas con personas que no conocemos es un alto riesgo para caer mal a la primera de cambio o simplemente nos retiran la palabra e incluso hasta la amistad.  No se trata de que la sociedad esté dividida, porque siempre lo ha estado por conveniencia de los que mueven los hilos. Se trata de que se ha perdido la capacidad de crítica, de análisis lógico y de empatía, de ponerse en el lugar del otro y de entender sus sentimientos y reacciones. En vez de ello, ahora está de moda esa frase que dice “eso es tu problema, no es el mío”, como si, de repente la sociedad en la que encontrábamos calor, abrigo, afecto, apoyo ya no existe. Es como si la cultura que conocíamos estuviese cayéndose como una torre de naipes delante de nuestras narices.

Este fenómeno se ha visto agravado desde aquel 2020, en el que Chiqui Montero nos dijo aquello de “bienvenidos al nuevo orden mundial”, frase que nadie entendió en aquel momento y que ahora vamos viendo qué significa. Y es que la ingeniería de masas tiene varios objetivos: control del individuo, inducción del miedo para bajar sus defensas y posible resistencia, hundirlo en el pesimismo, el dolor, el sufrimiento y el terror y provocar que dicho sentimiento se proyecte a otro ser humano al que se percibe como enemigo, en vez de como aliado y como miembro de la red cósmica que permite su existencia. 

¿Se podría hablar de una esquizofrenia colectiva, instaurada en el inconsciente colectivo, ese que controla todas las ideas que tenemos sobre la sociedad a la que pertenecemos? No se trataría de un cuadro al uso, tal como el que el que describe en el DSM 5, con conductas marcadamente llamativas para todo el mundo. Un esquizofrénico puede ser una persona aparente normal, del mismo modo que lo es un psicópata, que se nos muestra como alguien encantador e incapaz de matar a una hormiga. Mucho ojo con eso, entonces porque hay mucho loco suelto por la calle y no los conocemos. ¿No será que la psiquiatría no es una ciencia tan exacta como nos cuentan, que sus profilácticos no son tan buenos como nos los pintan o se trata precisamente de lo contrario, de tener una sociedad de gente enferma, no sólo física o emocionalmente, sino psiquiátricamente, de manera que pasen por indetectables y nos contagien su enfermedad?

Uno de los síntomas es el radicalismo, la negación de lo que lo evidente, de las relaciones entre aspectos lógicos, de la falta de inteligencia no sólo emocional (de por sí un aspecto muy grave), sino de introspección emocional. Pueden llegar a ser como auténticos delirios, a los que el sujeto se aferra de manera emocional y tozuda, como si fuesen su bandera, su salvavidas, ideas que defienden hasta la muerte y que sustentan en el sustento de sus argumentos tan absurdos como la inconsistencia de lo que creen, asociadas a emociones de miedo, rabia o momentos de gloria mental, en los que el sujeto se cree lo máximo y amo de toda la realidad. Otra cosa son los pensamientos automáticos, aquéllos que surgen en los trastornos de ansiedad en forma de premoniciones negativas o de culpa y remordimiento, en el caso de la depresión, que invade al individuo de manera repentina y generan ese incómodo malestar. Mientras, en este último supuesto, el sujeto es capaz de reconocer la falsedad de lo que cree o cuestionárselo o permitir que otros lo induzcan a ello, en el caso de los delirios es imposible. Eso es la realidad y punto. La mayoría de las veces se asocian a situaciones de peligro en los que el sujeto ha de proteger su ya desmembrada realidad personal y psíquica, de modo que funciona como alertas de que se sale de su zona de ensoñación, en la que todo está bien, no pasa nada y que todo se consigue sin esfuerzo, siendo vivir en el mismo delirio más que suficiente para lograr el objetivo de ser feliz.

Otro de los síntomas es la falta de empatía, que en la esquizofrenia sería el embotamiento emocional en el que el sujeto no muestra ningún sentimiento hacia nadie, menos hacia sí mismo, cuya autenticidad ya ha desaparecido, al ser un mero clon del programa mental y colectivo. Esa falta de reacción, esa ausencia de inteligencia emocional, hace que se vuelva inexpresivo, frío, indiferente y con una total consciencia de sí mismo. No es sólo la falta de criterio, se trata de una actitud individualista en la que el miedo pasa a tener el control y el endiosamiento de la verdad infantil se impone. En un momento en el que lo cierto es lo que dice mi delirio, protegerme a toda costa, caiga quien caiga (porque este tipo de sujetos entra en una onda de autodestrucción que llega a deteriorar tanto las relaciones con los demás que, finalmente, se hacen insostenibles), los sujetos se aíslan y es en este punto en el que, teniendo en cuenta que los seres humanos necesitan interactuar entre ellos para tener un equilibrio emocional y psíquico, el deterioro cognitivo y emocional los lleva directamente a cuados psicóticos, en los que los delirios no son auditivos ni visuales, sino que campan a sus anchas en sus cabecitas de manera imperceptible, incluso para ellos mismos.

En cuanto a lo cognoscitivo, los discursos se vuelven descontrolados, sin temas que cerrar, pasando de asunto a asunto sin finalizar el primero, como si el sujeto necesitara hablar sin control y el delirio se diera alas sueltas, sin escuchar a nadie, en largos monólogos en el que el contertulio es simplemente un espectador de una obra de teatro forzosa. Esto denota la incapacidad de cerrar asuntos cruciales de su existencia, la no aceptación de su verdadera realidad y, mucho menos, de que los demás los rechacen, pues, además, presentan tal grado de dependencia emocional que son incapaces de separarse de quienes alimentan sus fantasías. Ello los lleva a desarrollar trastornos narcisistas de personalidad que funcionan como la carcasa de su verdadero problema psiquiátrico colectivo.

Dado que el fin de estas conductas es el aislamiento, las conductas se vuelven impulsivas e impredecibles, carentes de todo sentido lógico, llegando a ser hostiles e, incluso, muy peligrosas. Es como si el mismo demonio se apoderase de nosotros sin nuestro permiso y sin que seamos conscientes de ello, al ser ratas de experimento de un diseño satanizante, en el que el fin es que el sujeto primero destruya al otro emocional, física y mentalmente como ser humano, para, una vez cumplido su cometido, se mate a sí mismo, pues, según el sistema global, es un ser inservible para los futuros planes de los demonios encarnados.

Del mismo modo que en 1945 se bombardeó la ciudad de Dresde por orden del instituto Tavistock, a pesar de que se sabía que los nazis ya estaban vencidos, el asesinato mental y emocional de la población es un objetivo de estas hordas sanguinarias que ya no se conforman con manipular nuestro inconsciente con temores que nos hunden en el infierno en vida, sino que necesitan que ese mismo infierno se haga realidad, como dioses que somos y creadores de lo más bello y de lo más malvado. 

Las pseudo vacunas, con sus dosis de grafeno, que atraviesan la barrera hematoencefálica, que infectan nuestras neuronas, si no las matan directamente, son responsables de estos cuadros también. No podemos olvidar que estos engendros son en realidad armas biológicas de destrucción, de destrucción neuronal que pueden servir para introducir ondas electromagnéticas dirigidas al control mental de cada uno de los nosotros para crearnos las emociones que a ellos les convenga y evitar las que les incomoden, especialmente la empatía en forma de amor desinteresado. En Chile ya se hablaba del derecho a los neuromodulados y la posibilidad del control de las mentes.

Nos encontramos con una esquizofrenia que no es al uso de lo que la psiquiatría nos suele contar, es imperceptible, empaquetada aparentemente en lo que se considera que es la normalidad y lo socialmente admitido. Nos encontramos con una enfermedad planificada para dejar a la sociedad sin norte, siguiendo los modelos de Kurt Lewin y técnicas como la de la manipulación sin líder, inspiradas en regímenes fascistas. Y, desafortunadamente, seguimos en la misma rueda de complot contra el ser humano.

Todo un plan diabólico con un fin concreto. Primero la esclavitud y luego la muerte. ¡O nos hacemos conscientes o ya sabemos cuál va a ser nuestro futuro, por muy placentero que algunos lo tengan o lo crean disfrutar!

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3 COMENTARIOS

  1. El otro día fui a ver ‘Civil War’, con el fin principal de localizar elementos de programación mental y mensajes ocultos, pero sin esforzarme mucho.

    Tal y como esperaba, los dos personajes más abominables y espeluznantes de la película llevaban código visual:
    – uno, el típico que aprovecha el caos para dar rienda suelta a su sadismo y odios personales, llevaba dos colgantes, uno no lo identifiqué, el otro era una refulgente cruz dorada
    – el otro, un ultranacionalista con el pelo rubio-trump y unas absurdas gafas rojas, que evidentemente evocaban la gorra roja de MAGA, era un nazi de lo que el populacho entiende por nazi, con escena incluida de cuerpos volcados en fosa en evocación también de las famosas imágenes del teórico holocausto, un blanco ultranacionalista que asesinaba por puro y simple racismo extremo.

    El periodista mayor, negro, representaba la sabiduría, el valor y la nobleza. El resto de la comitiva representaban la pureza del periodismo, incansables y heroicos buscadores de las pruebas de la Verdad (jajajaja). Los «refugiados» del camino y otros personajes secundarios eran todos gente entrañable y pacífica, no blanca.
    Etc, etc.

    En una peli de Netflix producida por los Obama hallaron ondas de frecuencia extremadamente baja, que tienen unos efectos conocidos. Si esas ondas se hacen coincidir habitualmente con personajes concretos al final la gente asocia sus caras con un profundo malestar. En Cataluña debieron hacerlo con Rajoy y Felipe VI, la gente sufría ataques casi epilépticos sólo por nombrarlos.

  2. La programación mental inconsciente,la hipnosis, es un hecho. Es ubicua, es sañuda, es machacona. Esta época no se puede entender sin ese factor, y a esta época no se podrá sobrevivir (bien) sin destaparla y destruirla. Cuando se entiende el infinito odio y maldad de la «élite» jázara (o lo que sea) satánica todas las piezas del último siglo encajan como un guante.

    Luego ya está el rollo grafenero e inalámbrico, que también está actuando. Pero la programación mental inconsciente lleva mucho más tiempo y están recogiendo sus frutos.

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