sábado, noviembre 1, 2025
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Unas aclaraciones más sobre el Halloween

Por Alfonso de la Vega

A veces dudo de mi capacidad narrativa para explicar las cosas. Observo que ciertos lectores, a los que de todas formas agradezco la atención y sus comentarios, parecen no comprender lo que está escrito o tergiversarlo según sus propias ideas o prejuicios sin entender lo que en realidad he escrito. Así, un ejemplo muy reciente. Con ocasión de mi comentario a la celebración del uno de noviembre, un breve repaso de algunas de las tradiciones relacionadas, hay lectores que explican que como son ateos con ellos no va la cosa. Pues debiera ir con todos. Además de la cuestión propia de la historia de las religiones o del pensamiento religioso, de lo numinoso, existe una cuestión científica, antropológica, lindante con importantísimos aspectos metafísicos que nos conciernen a todos los que deseamos llevar una vida humana digna de tal nombre.

Lo que se expresa es un fenómeno metapsíquico: la experiencia de la percepción del plano astral, o en otra dimensión espacio temporal, por personas en estado de hipersensibilidad que puede hacerse más general mediante una persona dotada de facultades mediúmnicas o especiales. Esta percepción astral se asocia a la muerte. Cosa que enunciada así, tan de sopetón, entiendo que puede mover a incredulidad sino sonrisa suficiente del lector más racionalista, que no investigador ecuánime racional. Pero este tipo de fenómenos han sido estudiados por muchos científicos de talla internacional, que en un principio trataban de demostrar que se trataba de fraudes o supercherías, hasta darse cuenta que dicha hipótesis del fraude bien pudiera explicar algunos o muchos casos pero no todos. Así, por ejemplo, entre otros, Sir William Crookes, descubridor del elemento químico talio, el naturalista Russell Wallace, el doctor Geley, el doctor Osty, el reverendo Stainton Moses, el astrónomo Flammarion, el alienista Lombroso, sir Oliver Lodge o el Profesor Richet, catedrático y Premio Nobel de Medicina de 1913. Este notable profesor de Fisiología en la Sorbona dedicó gran parte de su vida a la investigación de estos fenómenos extraños que el bautizó con el nombre de metapsíquicos. Sin embargo, el término Metapsíquica comenzó a ser sustituido desde el congreso de Utrech en 1953 por el más conocido hoy de Parapsicología, empleado en Alemania. Se pretendía desligarlo etimológica y simbólicamente de la metafísica para mejor resaltar lo empírico o fenomenal.

El doctor Richet define la Metapsíquica como la ciencia que tiene por objeto los fenómenos mecánicos y psíquicos debidos a fuerzas que parecen inteligentes o a potencias desconocidas latentes en la inteligencia humana. También asegura que está establecido, es decir no es una simple hipótesis sino un hecho, que: “existen vibraciones o fuerzas en el Universo que conmueven nuestra sensibilidad y determinan ciertos conocimientos de la realidad que nuestros sentidos normales no han podido dar”. Richet descubrió, gracias a sus propias experiencias durante décadas como profesor e investigador, al menos cuatro importantes fenómenos: Criptestesia. Telequinesia. Ectoplasmia. Premonición. Estas definiciones están recogidas de su Tratado de Metapsíquica de 1922, versión española de Editorial Araluce, prologada por el Doctor Ferrán, que constituye uno de los más importantes tratados científicos sobre este tema.

Para el astrónomo Camilo Flammarion: «Es un error creer en todo pero también lo es no creer en nada. No debemos admitir nada sin pruebas, pero debemos reconocer lealmente lo que está probado. …los que investigan libremente tienen ante ellos dos clases de adversarios: los creyentes en un polo, los materialistas en el otro…existen criminales que no están en las cárceles: son los hombres cultos que conocen verdades y no se atreven a revelarlas por temor al ridículo o por interés personal”. 

Sir Arthur Conan Doyle se lamenta de la beatería hipócrita dominante de un determinado clero que sacrifica el Conocimiento al Poder ya que “es sorprendente que al leer los primitivos escritos de los Padres de la Iglesia, hallemos que éstos poseían ya completamente el conocimiento psíquico y de las ciencias psíquicas. Los cristianos primitivos vivían en íntimo y familiar contacto con los seres invisibles, y su fe absoluta y constante se fundaba en el conocimiento positivo y personal que adquirían con dicho contacto”.

Sin embargo, la Iglesia Católica cuenta infinidad de casos parecidos, además del de San Alfonso María de Ligorio que le valió su canonización Así, por ejemplo, entre ellos: San Agustín en La ciudad de Dios (Lib, 18, c23). La bilocación del papa San Clemente. O la de San Francisco Javier en un naufragio ocurrido en 1571.

Para explicar estos extraños fenómenos más allá del recurso al milagro se barajan por la Iglesia Católica dos hipótesis: Los partidarios de la bicorporeidad real o desdoblamiento, que admiten que el alma se puede separar del cuerpo, alejarse de él y aparecer lejos, tomando la materia del medio ambiente para constituirse un cuerpo que es exactamente el doble del que permanece inanimado. Los partidarios de la representación, la mayoría, que creen que el alma no abandona jamás el cuerpo sino en la muerte, y que es un ángel el que toma las apariencias del cuerpo para ejecutar por sí mismo los actos que se atribuyen a la fantasma.

La Tradición enseña características de la constitución del hombre formada por diferentes cuerpos que explicarían los fenómenos de bilocación o desdoblamiento astral.

Pero hay otras tradiciones de gran interés antropológico .Sobre el mundo de la magia negra, del vudú y los zombis en Haití existen muchos testimonios. Uno de los autores pioneros en tratar este sugestivo aunque tenebroso asunto hace ya casi un siglo fue William B Seabrook el polémico escritor, amigo del mago negro Aleister Crowley. Quizás el libro más famoso de Seabrook fue La Isla mágica, escrito en 1929, del que existe una versión española publicada en 1930, en la que narra sus aventuras y supuestos escarceos con el vudú en Haití bajo la tutela y protección de una sacerdotisa hechicera llamada Mamá Celie. Un personaje muy curioso quien le enseñó muchos de sus secretos. No obstante, James Frazer, el famoso autor de La Rama dorada, considera que para que el hechizo obre sin otra intervención cualquiera de orden humano es necesario que la víctima sepa y crea. Estas prácticas se basan en el contacto con lo que en la literatura especializada se viene llamando el bajo astral, biótopo en otra dimensión de cierto mundo espiritual degradado o de grosera vibración. De ahí la necesidad de efusiones de sangre para contentar o nutrir a sus habitantes, que puedan actuar como agentes operativos de la magia negra inducida por el hechicero. Probablemente, a esta misma realidad espiritual degradada se refería San Pablo: «contra los espíritus malos que andan por los aires».

El culto a los muertos con sesiones de posesión espirita no es solo vudú aunque a veces pueda confundirse. Otra cuestión relacionada de gran interés es la de los zombies. Según la tradición haitiana se trata de cadáveres robados de sus tumbas antes de su descomposición o antes que el llamado cuerpo etérico, uno de los sutiles del hombre se haya desprendido por completo del cuerpo físico al que había estado ligado en vida. Seabrook narra la impresión que le causara su primer contacto con zombies que eran empleados como trabajo esclavo en Haiti: “Había visto en Haiti tantas cosas que se salen de lo vulgar del mundo, que sentí un momento de angustia y casi de pánico, durante el cual tuve esta sensación, antes que hubiera podido formularla: “Dios mío, probablemente es verdad, y, si así es, qué horror, pues eso lo contradice todo”. Por “todo” entendía las leyes naturales sobre las que se fundan nuestras acciones y todo el pensamiento moderno…”

El asunto es muy sugestivo además de inquietante así como difícil de encajar en los paradigmas establecidos de la ciencia materialista oficial.

Pero, ¿esto de los zombies no será otra forma del moderno transhumanismo que nos quieren vender los nuevos magos negros? El sueño de plutócratas sin escrúpulos, una esclavizada humanidad sin alma para satisfacer sin problemas sus depravadas libidos.

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