domingo, noviembre 2, 2025
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¿Un premio indigesto?

Por Alfonso de la Vega

La concesión del premio Princesa de Asturias a un filósofo coreano nacionalizado alemán y católico está levantando ampollas tanto entre la carcundia neoliberal como en la sui generis no menos carcundia woke, representantes de la progrez liberticida y embrutecedora dominante en las belicosas mesnadas del Cuarto Reich. Una de las web centristas de influencia pepera le ha dedicado sendos artículos consecutivos para intentar ridiculizarlo y denostarlo. En uno de ellos se permite la gracieta de pontificar que “Suena a filosofía de primera, pero es pensamiento Cantinflas, solo que sin gracia. Byung es, en verdad, un típico sofista de la era de las neuronas muertas”.

Puestos a opinar me parece que les escuece que se vean y peor aún se denuncien con datos y argumentos las llagas producidas por la desvencijada Ilustración en este siglo de las luces apagadas. Y no solo es filosofía sino intereses económicos y políticos. Como el famoso tonto de la linde, la linde se acaba y el tonto sigue. No hay más que comprobar con datos contrastados y la mente libre de prejuicios el estado de nuestra civilización. Sin la prometida prosperidad, en retroceso espiritual, intelectual y moral, sin democracia real salvo como simulacro para enmascarar los tenebrosos intereses del gran capital plutocrático internacional, con crecientes amenazas de guerras y violencias generalizadas, es oportuno debatir si lo que ocurre es el resultado filosófico y político de la propia Ilustración o si se debe a la traición a ella.

El profesor Byung Chul Han tiene la osadía de advertirnos de la deriva nihilista de la civilización occidental e ir contra el pensamiento único dominante basado en su anulación metafísica y la hegemonía de la propaganda. Desde luego que no deja de ser sorprendente la concesión del premio borbónico a un autor católico quizás acorde con el pensamiento hoy políticamente incorrecto de Campoamor, el intelectual y escritor asturiano que da nombre al teatro donde se representa el sarao de exaltación monárquica. En relación con este tema en una reciente entrega me hacía eco de cierta vuelta a la tradición por parte de autores en profundo desacuerdo con la deriva nihilista, atea, salvaje, devastadora, propia de la posmodernidad woke que es la otra cara del neoliberalismo globalista plutocrático financiero.

Don Ramón de Campoamor y Camposorio fue uno de los escritores líricos más celebrados del siglo XIX. Sin embargo en su obra existen otras inquietudes no solo poéticas, y desde luego no del gusto estragado, zafio e ignorante que hoy promociona la política borbónica. Él mismo ensayó una especie de autobiografía dentro de El Personalismo. Como ideólogo o pensador destaca otro de sus ensayos Lo Absoluto sin olvidar las famosas Polémicas. Don Ramón era monárquico, sí, pero tradicionalista en las antípodas de esta peculiar monarquía woke bolivariana y es fácil deducir que de vivir se le revolverían las tripas de que su nombre se vinculase a estos saraos demagógicos posmodernistas. Una figura conservadora pero desde luego que no meapilas: “todo el curso de mis primeros años ha sido un sueño tenebroso…me acuerdo de nuestra religión de amor de aquella época como de una pesadilla… por el día me enseñaban esa moral divina que, comentada por el fanatismo y la ignorancia, se convierte en un estrecho preceptualismo que hace totalmente imposible la cosa más fácil del mundo: la virtud.” Campoamor tenía aversión a las turbas del populacho y temía y pensaba en la misma línea de Platón o Aristóteles que el sufragio universal o la democracia si se ejercía sin virtudes fácilmente usurparía el poder en propio beneficio y no en el del bien común para derivar en demagogia, oclocracia y tiranía. Todo un profeta de mérito porque en su época las cosas aún no habían alcanzado el nivel de deterioro y degeneración actuales. En Lo Absoluto, criticando las reticencias originadas por su discurso de ingreso en la Real Academia, Campoamor reafirma la importancia de la metafísica. Y nos hallamos ante un punto crucial, que la barbarie posmoderna woke pretende eliminar: la metafísica, intentando relegarla a una etapa cómo de una especie fósil más propia de una arqueología del pensamiento.

Otro importante autor español hoy casi olvidado es el extremeño Donoso Cortés. “Cuando hablamos de la libertad del hombre, no hablamos sólo de aquella libertad particular y contingente que suelen otorgar las constituciones políticas sino también de aquella otra altísima, incondicional, universal, completa y absoluta que reposa en el escondido santuario de la conciencia humana; que está allí porque Dios la puso allí con su propia mano fuera del alcance de la tiranía, y lo que es más, fuera de su propio alcance…

Es preciso ir a la fuente de los problemas para comprender la actual degeneración en todos los sentidos que padecemos. La primera y más importante de todas es la espiritual. Arrasado el Cristianismo saboteado desde el poder, ninguneada o adulterada su capacidad educativa, queda lo peor de la naturaleza humana al descubierto, y el camino abierto a cualquier crimen, entre ellos la tiranía y el transhumanismo. Todo sistema político justo debe servir a unos valores metafísicos o espirituales que le son previos porque forman parte del Derecho natural o de gentes, que otrora tanto defendiese España y la Hispanidad. Las constituciones deben servir con eficacia y tales valores además de definir y regular la politeia o conjunto de relaciones institucionales.

Pero en realidad, se da la curiosa aunque no sorprendente paradoja de que, al contrario, la visión tradicional está siendo recuperada crecientemente en toda Europa como una forma de rabiosa actualidad para intentar recuperar la civilización que está siendo arrumbada ante nuestros ojos, precisamente a través de una democracia degradada, de una oclocracia que sirve los más lamentables intereses plutocráticos. En cada nación van aumentando los movimientos tradicionales o patrióticos tachados de «extrema derecha» con sus diferentes características, peculiaridades nacionales y matices pero que no dejan de tener ciertas analogías comunes. Movimientos que de algún modo tienen sus autores representativos actuales, entre ellos, los Todd, Benoist, Markovics, o incluso Alexander Dugin. Sin olvidar a famosos antecesores tales como el italiano Julius Evola, o el francés Rene Guenon, profundos autores críticos con la modernidad a los que el rojerío enmucetado suele despachar con calificativos despectivos tales como “fascistas” o “extrema derecha” y tras tanto esfuerzo mental se quedan tan frescos.

De modo parecido al profesor Byung Chul Han el citado Emmanuel Tood en su reciente libro La derrota de Occidente también vincula la crisis a las carencias metafísicas. Sostiene que: el estado cero de la religión ha llevado a la Unión Europea al nihilismo y el suicidio, la destrucción de las cosas y de la realidad, por la irracionalidad. Que Occidente está conformado por oligarquías y estaríamos cerca de ver su caída, o que lo mejor que le pudiera pasar a Europa es la desaparición de EEUU. Es una crisis occidental, y sobre todo una crisis terminal estadounidense, la que pone en peligro el equilibrio del planeta. Una crisis de gran importancia práctica pero también teórica cuya comprensión es fundamental. 

Quizás sea por estas consideraciones políticas, de no mediar consignas plutocráticas cancelantes, por lo que el filósofo coreano crítico de la posmodernidad woke esté siendo atacado y cuyo premio aquí y ahora no deja de ser un enigma.

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