lunes, noviembre 17, 2025
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Magdalena del Amo: “El Premio Planeta es a dedo y pactado; casi todo el mundo del libro lo sabe, pero todos callan”

La Mentira invade nuestras vidas y gobierna la de muchos. Por su gran protagonismo, debería ser nombre propio y escribirse en mayúscula; por eso acabo de hacerlo. No creo en los jurados, ni tampoco en los premios, y en el Planeta menos que en ninguno. Este, en concreto, me parece una estafa a las decenas de profesores de literatura, filósofos y escritores en general que llevan años en simbiosis con las musas, trabajando el folio en blanco o, modernamente, la página del Word. Siento pena por estos escritores, algunos muy buenos, que aún creen en los premios y preparan sus manuscritos con la esperanza de que sus metáforas toquen el corazón de algún jurado. Es desolador comprobar que la corrupción contamina todas las realidades humanas. Debe ser un shock para estos escritores concursantes que el premio recaiga una vez más en una persona de la farándula que nunca se ha destacado precisamente por su perfil intelectual, salvo que le hayan dado a firmar el libro encargado a un escribidor a sueldo, los llamados “ghostwriter” o escritores fantasma, muy en boga hoy, que algunas editoriales asignan a la chica del telediario, a la que presenta Supervivientes u otros programas de variedades, o a cualquier cara conocida, hombre o mujer, que tenga tirón en ese momento. Rosalía de Castro no hubiese podido competir con los faranduleros de esta sociedad tan frívola y ramplona. ¿Hacia dónde va el mundo? ¿No es posible encontrar algo auténtico, sin la marca de la trampa? Pero todos callan y, poco a poco, nos vamos haciendo insensibles a la mentira. Por eso la corrupción es una de las peores lacras de nuestro tiempo.

Lo del Premio Planeta sería un escándalo si no fuera porque no es novedad; ocurre cada año y es casi de dominio público que el ganador ni lo merece ni es el autor del libro. Eso sí, debe estar en el candelero. ¡Quién va a creer que a una presentadora trabajando en TV de lunes a viernes le queda tiempo para escribir una novela, presentarla al premio y encima ganarlo! Quien lo crea no tiene ni idea de lo que es un programa diario, y mucho menos de lo que es escribir. Son dos actividades casi excluyentes. A no ser que el autor tenga un “negro” o un equipo de “negros”, recurso utilizado por escritores dedicados a la divulgación científica, a la historia u otras materias que requieren mucha búsqueda y recopilación de datos, pero menos corriente en otras materias, como la novela. Aparte de que la mayoría de los autores no pueden pagar un negro o equipo de negros. Las regalías no dan para tanto. Así que, a ver si disimulan un poco, y el próximo es otorgado por méritos a un autor que no infunda sospechas. (He dicho negro a propósito. Así se llaman, desde siempre, los encargados de escribir para otros. No nos rendiremos a la subcultura woke, ni a la ingeniería verbal, tan nefasta y estúpida, creada para sociedades aborregadas dispuestas a obedecer y no pensar. Mi “Vicente” no va adonde va la gente, sino adonde elije).

El catálogo de premiados “con historia adjunta explicada” es bastante curioso, pero evidente, de acuerdo al modus operandi. Casi tanto como la configuración de las candidaturas de los políticos. Sobre varios ganadores del Planeta podríamos dar muchos datos y por qué se otorgaron, incluido el sorpresivo a una hija de un escritor muy famoso, ya fallecido. No ahondamos en ello porque a él lo apreciábamos y merece nuestro respeto.

Pero hay veces que el hecho rebasa la anécdota y se convierte en chanchullo, apropiación indebida, estafa, injusticia, decepción, dolor, impotencia y años de juicios.

El Premio Planeta de 1994, casi en el olvido, conviene recordarlo: por lo vergonzoso y por lo injusto. Los concursantes deben conocer el escarnio cometido con la profesora, pintora, poeta y escritora coruñesa, Carmen Formoso. Esta licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y diplomada en Bellas Artes compatibilizaba su labor docente con la pintura y la escritura. Desconociendo las malas artes de algunas editoriales envío su novela al concurso del Premio Planeta. Hasta aquí todo normal. Un autor más entre los mil y pico aspirantes, cada uno con sus ilusiones y la esperanza de ser el agraciado.

Camilo José Cela había recibido el Nobel hacía cinco años y la editorial consideró la idea de entregarle el premio. Era como una asignatura pendiente. Pero Cela no se había presentado ni tenía ninguna obra a la vista. Entonces la editorial elije un manuscrito de los cientos que se habían presentado al concurso y se lo entrega para que “lo modifique, lo adecúe a su estilo y lo firme”. Y así lo hizo. La obra resultó premiada con el título La cruz de san Andrés. Hasta aquí todo normal. Pero nuestra escritora, Carmen Formoso y su familia, al leer el libro ganador se dieron cuenta de que se trataba de su novela, presentada al premio con el título Carmen, Carmela, Carmiña y el subtítulo Fluorescencia, que había sido desechada. La obra, en efecto, estaba reformada, pero dejaba un fuerte olor a plagio.

El libro fue revisado por analistas independientes y todos coincidieron en que se trataba de una copia; incluso se precisó que el original se había modificado con cierta prisa y se hacían constar los fallos que demostraban el plagio. Hubo demandas, sufrimiento, dolor y muchas lágrimas. Pero, sobre todo, mucha impotencia. Se trataba de una pobre escritora contra la empresa editorial más poderosa de España, un  gigante económico y un icono de las letras. ¡David contra Goliat!

Los litigios se prolongaron durante quince años. A pesar de las pruebas a su favor, una vez más quedó patente que la justicia no es igual para todos. La autora incluso estuvo a punto de ser condenada por injurias, y se salvó gracias a que su hijo, abogado, que conocía cada detalle del sumario, actuó en su defensa. La historia pormenorizada de su caso merece la pena conocerla y algún día volveremos sobre ella.

Camilo José Cela, según dicen sus allegados y desde la propia Fundación, no conocía la procedencia del original; se le dijo que los derechos pertenecían a la editorial. Aun así, habiendo comprobado la injusticia y los efectos causados a la auténtica autora de la obra, antes de morir, por su conciencia y su propia gloria como escritor, debería haber resuelto el tema confesando la verdad y su desconocimiento sobre el origen del manuscrito. Carmen Formoso Lapido falleció en 2020 sin que se hiciera justicia.

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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