miércoles, noviembre 12, 2025
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Lo de las rampantes agresiones a policías

Por David Azañón (Subinspector 87713)

Esta mañana he encendido el dispositivo de vigilancia y propaganda, eufemismo de “TV inteligente”, o telepantalla que Orwell describió magistralmente en su libro 1984. La telepantalla es una combinación de televisión y cámara de vigilancia.

Estimados compatriotas, sea cual fuere su ideología u otra condición, sus “televisores inteligentes” tienen permiso para vigilar lo que ustedes ven y dicen, y ese permiso se lo han otorgado ustedes tras haber aceptado las condiciones de uso. Sus dispositivos les vigilan constantemente. 

El caso es que, en ocasiones, la enciendo con la única intención de observar y comprobar cómo mienten y cómo manipulan las inicuas furcias mediáticas, sea con la falsa gripe aviar, sea ocultando que nos fumigan desde el cielo, sea ocultando o blanqueando corruptelas del sistema definido por D. Mario Conde.  

Las agresiones a policías son una lamentable realidad, igual que las agresiones al resto de españoles y a sus, cada día más vacíos, bolsillos.  

También es una realidad que cada día los policías cuentan con peores aptitudes y formación para su trabajo, que los medios con los que cuentan son irrisorios salvo para los relacionados con el poder político o para sus instrumentos de recaudación, como los helicópteros Pegasus. Si se paran a pensarlo un instante, lo único que funciona en España es la recaudación tributaria, por no calificarlo como robo con intimidación, si Justicia e Interior contaran con los medios de Hacienda, España sería otra, mucho mejor además. 

De la misma forma que el aumento de agresiones a policías es rampante, sus respectivos portavoces, (portavozas aseveró una que dice ser de izquierdas pero vive en una mansión) son mujeres policías que visten uniforme varias tallas menores mostrando lo que se denomina camel toe o pezuña de camello, a buen entendedor pocas palabras bastan, que no cuentan con los conocimientos jurídicos y operativos, así como con la experiencia profesional con la que cuentan algunos de sus mandos.  

Pongo el ejemplo, de un inspector jefe, jefe de una brigada de policía judicial de las Islas Canarias, que realizó, recientemente en la radio, unas magníficas y muy profesionales declaraciones sobre un operación policial. Me quito el sombrero ante ese inspector jefe, su explicación, en términos jurídicos y operativos, fue excelsa.  

Se han producido agresiones en Isla Mayor (Sevilla), donde un agente fue gravemente herido por disparos de un narcotraficante durante un tiroteo con armas de guerra, otros dos policías resultaron heridos de menor gravedad. Ya nadie, salvo sus familias, se acuerda de los Guardias Civiles asesinados en Barbate. 

En Alcalá de Henares (Madrid) dos Policías Nacionales, fuera de servicio, han sido atacados por un grupo de seis personas que les propinaron una paliza brutal donde uno perdió varios dientes y el otro sufrió una fractura de clavícula.  

En Toledo durante el transcurso de un operativo antidroga, dos agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) han sido heridos en un enfrentamiento directo con narcotraficantes y en Valencia un agente quedó en coma tras ser atacado violentamente por varios ladrones.  

Hoy mismo, en Cabo de Gata, una patrullera de la Guardia Civil ha sido embestida por una narcolancha en el transcurso de una operación antidroga. No se ha repetido, afortunadamente, lo de Barbate pero la embarcación ha sufrido daños de diversa consideración.  

Mientras tanto en la A-1 a la altura de San Chinarro y Alcobendas o en Algete, por ejemplo, la Guardia Civil se dedica a hacer controles constantemente, controles sin sentido, salvo para la estadística o la recaudación indirecta vía tráfico, es más durante los fines de semana cortan la A-1 en su totalidad. Los efectivos deben estar donde están los malos, primeramente por la seguridad de los propios agentes y en segundo lugar por imperativo constitucional pero es que ni la fiscalía general del estado, la abogacía general del estado, ni las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado son del estado sino del gobierno. 

Evidentemente, que la Policía Nacional y la Guardia Civil no sean consideradas profesiones de riesgo es indignante y va contra toda lógica. De la misma forma que es totalmente injusto que perciban menores retribuciones que las policías del independentismo. Conste que a mi ya no me afecta pero lo justo es justo y siempre fui, soy y seré fiel a mis principios.  

El caso es que relataban en la telepantalla que cuatro policías locales de una localidad madrileña habían resultado heridos tras ser agredidos con palos y piedras durante una intervención el pasado domingo. Presuntamente los agentes realizaban patrullaje preventivo y detectaron a un grupo de personas con vehículos mal estacionados y consumiendo alcohol en la vía pública.   

El reportero de la telepantalla, quien, por cierto, en una ocasión accedió a una vivienda precintada judicialmente tras lo cual fue trasladado a dependencias policiales y puesto en libertad sin cargos por ser una furcia mediática, en vez de informar imparcialmente, ha tomado parte, algo que va contra la libertad de información, y ha afirmado que la policía cuenta con principio de veracidad, algo que no es cierto en el ámbito penal aunque sí lo es en el ámbito administrativo, esto es, en lo de recaudar vía multas. Seguidamente ha procedido a entrevistar a parte de los agresores, alguno de ellos gitano, que han afirmado que los agentes llegaron agrediendo y que se defendieron.   

En cuanto a la versión del ayuntamiento no me creo lo más mínimo, puedo estar equivocado pero cuando has sido policía, cuentas con cierta experiencia, has estado en la calle, has tenido intervenciones muy complicadas, has investigado muchas quejas ciudadanas sobre actuaciones policiales, no has sido liberado sindical jamás, ni eres un corporativista sectario, ciertos detalles te hacen sospechar del rigor y la corrección de algunas intervenciones policiales.  

En mi humilde opinión, ésta es una de ellas, y yo, si fuera el juez de instrucción, investigaría a ambas partes minuciosamente. En numerosas ocasiones, los delincuentes no pagan por sus fechorías empero también, en ocasiones, son víctimas de abusos y sus policías abusadores tampoco pagan por sus fechorías. Defiendo a los profesionales de la policía, como siempre, los que no lo son, son otra cosa, me ahorraré los calificativos. 

Nótese que en esa misma telepantalla aparecen sindicalistas policiales dándose aires de policías de dilatada experiencia, mostrándose muy campanudos, cuando la verdad es que han realizado, sino toda, casi toda su carrera policial en despachos o liberados de servicio, ¡menudos sindicalistos! mientras que otros sí que trabajan y ascienden por méritos propios hartos de patrullar las calles.   

Ejemplos de abusos policiales existen también a cientos, y hablo de casos de los que he sido testigo, directo o de referencia, como agresiones a porrazo limpio sin justificación alguna u otros que relato en mi libro y no puedo resumir en un artículo. 

Los abusos también incluyen a algunos miembros de la seguridad privada que actúan en connivencia con algunos policías, todo ello sin perjuicio de ese elenco de comisarios imputados mientras ostentaban importantísimos cargos como directores de seguridad privada.   

Recuerdo el caso de un delincuente habitual, que se dedicaba a hurtar efectos de esa famosa cadena de centros comerciales que es como un ministerio.   

Mis subordinados me advirtieron que el jefe de equipo de seguridad privada, hijo de un mando de la Policía Nacional, acusaba, habitualmente, al citado delincuente y a otros del mismo pelaje, de hurtar efectos cuyo montante siempre superaba los cuatrocientos euros, cantidad que discrimina el delito de hurto de la falta hurto, ahora denominado delito leve de hurto.   

Yo inicialmente creí al vigilante de seguridad pero quise realizar algunas comprobaciones, como era mi deber, tras las advertencias de mis compañeros. El caso es que borraron las grabaciones del CCTV y se mostraron muy reacios a que me entrevistara a solas con el detenido. Aun así, así lo hice, me entrevisté con el delincuente a solas.   

El detenido me manifestó: “jefe yo seré un ladrón pero no soy gilipollas, no robo nunca más de 400€ porque sé que es un delito y no una falta”. Yo me dispuse a dar cuenta por escrito a la Unidad de Seguridad Privada de la Policía Nacional y a la autoridad judicial.   

Sorpresa la mía, cuando sin haber salido del centro comercial, me llamó el 2º jefe de la comisaría para interesarse por el tema, algo que no me había sucedido con anterioridad con temas verdaderamente graves, y me ordenó que me personara en su despacho inmediatamente. Rápidamente, los de seguridad privada le llamaron para quejarse según procedí a abandonar el lugar. ¿Sería porque en Navidad llegaban cestas de navidad y otras dádivas, prebendas, regalos, detalles o como lo quieren ustedes denominar, a todas las dependencias policiales de España en cuya demarcación territorial se ubique uno de los centros comerciales? Yo no cedí a los intentos de intimidación y ante la amenazas de régimen disciplinario, es más, tengo la conversación grabada desde entonces.  

La gente no sabe cuán de corrupta es España en su totalidad, y lo peor de todo es que muchos policías se tapan ojos y oídos para evitar tener problemas de carácter disciplinario, esos mismos son los que incumplen su juramento pues se debe luchar contra los delincuentes tanto externos como internos, que son los más peligrosos e inícuos.   

Como dijo Franklin D. Roosevelt allá por 1945: un gran poder conlleva una gran responsabilidad, por extensión, el poder de un policía debe conllevar una gran responsabilidad. No vale lucir uniforme, placa o camel toe, sólo vale ser un PROFESIONAL.

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