miércoles, noviembre 5, 2025
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La “guerra” civil USA y sus consecuencias

Por Alfonso de la Vega

Entretenidos con las miserias de la podredumbre española no solemos prestar a cuestiones internacionales la atención que merecen. Así los conflictos internos en la propia metrópoli imperial americana. Las noticias que nos llegan, aún con el riesgo de estar tergiversadas al gusto interesado de los media, no dejan de resultar inquietantes. Poco a poco, pero agravada tras el regreso de Trump a la presidencia, la crisis americana se estaría transformando en una especie de guerra civil latente pero expresada con nuevas modalidades. EEUU y la propia civilización occidental se encuentran ante un dilema dos concepciones de vida y sociales a estas alturas devenidas en apenas compatibles. La globalitaria woke y la nacional más o menos tradicional religiosa o patriótica.

La pelea ente sendos grupos de poder se desarrolla en diferentes frentes y variadas armas además de atentados como los sufridos por Trump o por Charlie Kirk en la tradición de violencia criminal norteamericana. Así las trampas electorales, la judicialización de la política, la rebelión de las autoridades de ciertos estados contra el poder federal, las movilizaciones populares que tienen de todo menos de espontáneas que se asemejan a las empleadas por el propio imperio para derrocar mediante primaveras a los gobiernos considerados díscolos o no subalternos, cierta militarización en algunas ciudades o estados conflictivos. La alternancia entre administraciones ya no representa meros cambios de gestión dentro de un consenso bipartidista, sino oscilaciones violentas entre bloques de poder mutuamente excluyentes. Cada cambio presidencial provoca intentos de desmantelamiento de las políticas previas, purgas burocráticas, descalificaciones y reorientaciones radicales. El bipartidismo se ha descontrolado y la estabilidad institucional se vuelve casi imposible.

Los contrarios a Trump, sobre todo la rebelión del deep state que se resiste a dejar de controlar la política para ser controlado, muestra una pugna entre la instituciones de la República y las organizaciones más o menos definidas de la plutocracia hasta ahora dominante. Además de las clásicas escaramuzas obstruccionistas en el Congreso promueven la desobediencia civil, la saturación del sistema judicial, la creación de santuarios para la delincuencia…Pero las revueltas aunque estén inducidas y organizadas reflejan un creciente descontento social, pese a tanto presumir de poder imperial, aunque gracias a tanto gasto militar y a tanta hegemonía unipolar internacional las cosas comunes parecen cada vez peor para el ciudadano medio.

Aunque la sociedad americana se encuentra fuertemente armada lo más preocupante desde la perspectiva de una hipotética guerra civil abierta sería la división en el ejército y demás instituciones represivas o de control causada por varios desacuerdos geoestratégicos. A los militares formados en la tradición OTAN y en la hegemonía unipolar no les gusta ni el actual repliegue selectivo ni tampoco la militarización interna de EEUU. Se encuentran en el bloque globalista que prioriza la preservación de las políticas anteriores. La política de Trump se estaría encontrando con dudosas lealtades en las cadenas oficiales de mando sustituidas u obstaculizadas por otras alternativas de carácter personales o incluso mafiosas.

La creciente insatisfacción de mucha gente que no ve prosperidad real en su vida pese a la retórica oficial del imperio carecería de una dirección política visible unificada e incluye a los expulsados de las bondades del cada vez más desigual e injusto sistema plutocrático americano: trabajadores cada vez más en precario, sectores empobrecidos y juventud endeudada, comunidades inmigrantes. Se moviliza defensivamente contra deportaciones, recortes sociales y autoritarismo, pero carece de proyecto estratégico propio. No parece darse cuenta que muchos de sus males se encuentran en la globalización promovida por el Partido Demócrata, en la hegemonía total de la economía financiera sobre la natural que satisface las necesidades sociales en los diferentes sectores económico. Una globalización que promueve la deslocalización industrial, la desindustrialización,  arruinando la economía común, el modo de vida de muchos profesionales y de buena parte de la clase media en general. Hasta la aparición del movimiento MAGA estos movimientos han sido instrumentalizados por el Partido Demócrata y las organizaciones del globalismo woke, que al cabo, tienen intereses estratégicos hipócritamente ocultados ya que significarían la reducción radical de la valiosa clase media en beneficio de una pequeña plutocracia desalmada y todopoderosa. Pero MAGA también parece haber sido instrumentalizada por el trumpismo que al cabo sirve los intereses de otra facción del gran Capital.

Detrás de todas estas manifestaciones se libra una guerra entre facciones con la incógnita importantísima del gran factotum oculto en la política norteamericana: el sionismo. Una prueba de hasta dónde puede llegar la reforma y quién estaría detrás bien pudiera estar en lo que Trump quiera y pueda hacer con la Reserva Federal.

Pero probablemente cabe diferenciar dos grandes bloques de poder estadounidense con proyectos estratégicos distintos sino incompatibles.

El bloque de Trump estaría compuesto por sectores del capital convencional, energéticas de fuentes clásicas, lo que queda del poderío industrial, parte de la nueva industria de la IA, capital financiero especulativo relacionado con criptomonedas, o sectores del complejo militar-industrial enfocados contra China. Su estrategia con evidentes tics nacionalistas supone replegar ciertos compromisos globales como con lo de Ucrania, proteccionismo extremo, alianzas ideológicas con gobiernos más o menos patrióticos. Pero choca con la deslocalización industrial que paradójicamente ha reforzado a China que controla buena parte de los recursos materiales y conocimientos necesarios para el desarrollo de nuevos proyectos, incluidos los de los nuevos misiles. Y el proteccionismo puede producir inflación.

El bloque globalista que satisface los intereses del capital financiero transnacional, del complejo militar-industrial OTAN que necesita la generación de guerras permanentes para colocar el arsenal, las corporaciones tecnológicas con cadenas de suministro globalizadas, la tecnoburocracia del deep state y los media de propaganda para mantener la mohatra. Su estrategia busca mantener su actual hegemonía global mediante las alianzas como la OTAN, instituciones como la ONU; la OMS, el FMI o el Banco mundial, preservar el dólar como moneda de reserva. Necesita seguir acosando a Rusia tanto por motivos rancios ideológicos como por negocio, pero mantener una política moderada de contención de China sin ruptura total del comercio, y de promoción de lo woke para paliar el malestar social mediante concesiones viciosas y maniobras de distracción.

La gran industria petrolera tradicional de carácter transnacional se encontraría entre ambos fuegos. Quiere buenos precios y estabilidad logística lo que choca con los intereses proteccionistas internos que requieren mayores precios.

Esta configuración del poder está resultando muy peligrosa, incluso con el riesgo de una gran guerra ya que ninguna fracción demuestra capacidad hegemónica para imponer su proyecto claro y las escaramuzas las carga el diablo.

Lo queramos o no, agravado por nuestras carencias en soberanía, todo esto tiene influencia en nuestro presente y nuestro futuro. El bipartidismo aquí también está descontrolado. Con la quizás dudosa excepción de VOX, la Monarquía con sus diferentes instituciones se encuentra radical e imprudentemente identificada con el primer bloque, el globalista y parece apostar todo incluso la propia supervivencia de la Corona a esta incierta carta. 

Claro que como decía Séneca: “quien no sabe dónde va nunca encuentra viento favorable”.

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