Mario Picazo, en su reciente publicación en X (@picazomario), asegura que la inteligencia artificial (IA) puede desmontar las teorías sobre los «chemtrails» al asociar las estelas en el cielo con vuelos comerciales convencionales, identificándolas como simples «contrails» de vapor de agua condensado. Sin embargo, esta afirmación no solo resulta simplista, sino que ignora las crecientes dudas sobre la fiabilidad de las herramientas de IA en un mundo donde la manipulación digital está a la orden del día. ¿Acaso Picazo nos está vendiendo una narrativa prefabricada, tal vez como un cachorro bien adestrado por el Foro Económico Mundial (WEF)?
Esta mañana he visto publicada esta imágen con comentarios varios de ¨chemtrails¨. Para comprobar que se tratan de ¨contrails¨generados por el motor de un avión convencional, cuya estela es vapor de agua condensado, puedes usar la IA con un prompt de AENA u otra fuente que te… pic.twitter.com/aOgXKfjHoT
— Mario Picazo (@picazomario) November 11, 2025
En 2025, los informes han puesto de relieve un aumento alarmante en el uso de tecnología de deepfakes, lo que pone en cuestión la capacidad de la IA para verificar fenómenos reales como las estelas en el cielo. Un artículo de Scientific American de 2024 detalló cómo la IA puede generar imágenes hiperrealistas, lo que respalda la sospecha de que esta tecnología podría estar siendo utilizada para manipular la percepción pública sobre fenómenos celestes, contradiciendo la confianza ciega de Picazo en estas herramientas. Si las imágenes que vemos hoy podrían ser creadas por IA, ¿cómo podemos estar seguros de que las «pruebas» que él propone no son más que construcciones digitales diseñadas para encajar en un relato oficial?
El WEF, que ha promovido activamente soluciones basadas en IA para combatir la desinformación, aparece como un telón de fondo inquietante en este debate. Su iniciativa de 2020, «Power of Media», busca moldear narrativas a través de la tecnología, lo que alimenta las acusaciones de que Picazo podría estar alineado con esta agenda globalista. Su insistencia en desacreditar las teorías de los chemtrails, basándose en datos meteorológicos y rastreo de vuelos, parece más una defensa del statu quo que un análisis objetivo.
Además, las evidencias legales y documentales sobre proyectos de modificación del clima en España, reconocidos por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), añaden peso a las preocupaciones sobre los chemtrails. AEMET ha admitido la existencia de operaciones de siembra de nubes, como las realizadas en Aragón, lo que sugiere una intervención gubernamental en el clima, algo que Picazo pasa por alto con una explicación convencional que no convence. Estos proyectos, documentados y verificables, contradicen su narrativa y plantean preguntas legítimas sobre hasta qué punto las estelas que vemos podrían ser algo más que simples contrails.
En un contexto donde la confianza en las instituciones y la tecnología está erosionada, la postura de Picazo resulta sospechosa. Su aparente respaldo a las explicaciones oficiales, combinado con su fe en la IA —una herramienta que puede ser tan manipuladora como reveladora— lo posiciona como un eco de las agendas del WEF, más que como un crítico independiente. Antes de aceptar sus argumentos, deberíamos exigir transparencia y cuestionar si las imágenes que nos muestra no son, en efecto, productos de una IA diseñada para mantenernos dormidos frente a una realidad que podría ser mucho más inquietante de lo que él admite.

