lunes, noviembre 17, 2025
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2050: el año en que el cielo será un sistema operativo

Por: Alba Lobera, directora de la revista de investigación ‘Rasgando la Penumbra’.

A veces basta con levantar la vista. Solo eso. Un gesto tan simple como mirar el cielo. Y, sin embargo, ahí arriba (en ese escenario que hemos dado por hecho durante toda la vida, y del que olvidamos que en algún momento llegó a estar despejado o con nubes esponjosas) están ocurriendo cosas que no terminan de encajar del todo en la narrativa oficial. No es nuevo, claro. Ni es la primera vez que nos encontramos entre versiones contradictorias, estudios técnicos imposibles de verificar por el ciudadano medio y declaraciones públicas que parecen decir una cosa, pero dejan entrever otra (además, explícitamente).

Llevamos décadas viendo esas estelas que, según nos explican, son simplemente vapor de agua. Contrails. Un fenómeno físico, natural, estudiado desde la Segunda Guerra Mundial. Sí. Lo sabemos. Esa es la versión clásica. Y tiene su parte real, por supuesto. Sería absurdo negarlo. El vapor de agua existe.

Pero ahora algo está cambiando.
Esto no lo digo yo. Lo dicen ellos. Las mismas agencias que durante años han pedido “tranquilidad”, “paciencia”, “confianza”. La NASA. La NOAA. La FAA. Las tres juntas publicando documentos en los que reconocen abiertamente que esas estelas no tienen nada de inofensivas. Incluso llegan a decir que contaminan, y que su impacto podría igualar el efecto del CO₂ emitido por la aviación comercial. Así, sin rodeos.

La gran pregunta, entonces, es simple:
¿cómo hemos pasado de “son inocuas” a “hay que gestionarlas con rutas especiales, IA y sensores inteligentes”?

A veces la historia empieza con un gesto pequeño. Como cuando llega un archivo por WhatsApp, se abre sin pensarlo demasiado y, de pronto, nos damos cuenta de que ahí dentro hay algo que no encaja del todo. Algo que, si se tira un poco del hilo, nos obliga a replantearnos muchas cosas. Pues bien, así comenzó todo esto.

Lo que nos demuestra que hay determinados datos que están a golpe de click.

Un documento sobre ‘contrails’ (que no ‘chemtrails’) que comenzó moviéndose de canal en canal. Un PDF aparentemente técnico, de esos que suelen circular entre gente que investiga, periodistas o curiosos. Y aquí, en ‘El Diestro’ hay personas que somos las 3 cosas a la vez.

Porque este documento, lejos de ser un rumor mal armado, procede (vuelvo a remarcar) de la FAA, la NASA y la NOAA. Las grandes agencias estadounidenses. Y no es un informe cualquiera, sino una hoja de ruta: una planificación detallada de lo que Estados Unidos quiere hacer con las estelas de aquí a 2050. Sí, 2050. Una fecha que se repite como una frase hecha en casi todos los documentos estratégicos del mundo.

Y aquí viene lo sorprendente: hablan con total naturalidad de gestionar, predecir y redirigir estas nubes. No lo disfrazan de misterio ni de experimentos “hipotéticos”. No: está escrito. 

No usan palabras como “armas”, evidentemente.
Tampoco dicen “geoingeniería ofensiva”.
Ni falta que hace.

Utilizan la jerga tranquila, elegante y casi adormecedora de la burocracia científica:

“Gestión operativa”.
“Reducción del forzamiento radiativo”.
“Rutas optimizadas por IA”.
“Sistemas de predicción atmosférica avanzada”.

Y uno podría pensar: bueno, será una mejora técnica más, como tantas.
Pero cuando se sigue leyendo, hay algo muy distinto: están diseñando un mapa del cielo donde las nubes artificiales se dirigirán como quien mueve un dron con un joystick.

Y la frase que siempre vuelve es esta: no es un proyecto imaginado, es un proyecto que ya está en marcha. De hecho, ya hay un llamamiento oficial.

Los plazos están marcados, casi como si fueran un guion.

Hasta 2030

La prioridad es investigar motores más limpios, combustibles sostenibles (los famosos SAF) y herramientas que permitan predecir cuándo y dónde se forman las estelas persistentes. Hay otro detalle importante: Cambiar el combustible cambia también la composición de las estelas.

Si puedes predecir una estela, también puedes evitarla.
O provocarla, al menos, en teoría.

Aquí es donde el documento se vuelve más interesante (y más inquietante) de lo que parece.

2040

Para entonces, quieren tener listas herramientas operativas integradas en el sistema de control aéreo. Pero, ¡ay, carallo! Ya no es teoría. Es práctica. Es “funciona en tiempo real” y “dale al botón y ajusta la nube”.

A partir de ese punto, un controlador aéreo (o una IA, como mencionan) no decidirá solamente la ruta de un vuelo. También decidirá qué tipo de estela va a generar.

Piense en eso un momento.
Respire.
Déjelo reposar.

Y no, no estoy siendo sarcástica.
La infoxicación a la que nos someten es también algo que nos distrae e insensibiliza.
Quédese conmigo y sigamos viendo esto juntos.

2050

Aquí ya no hay rodeos.
Para esta fecha buscan nada menos que un sistema coordinado para gestionar las estelas del planeta.

No hablan de estudiarlas, ni de comprenderlas mejor. Hablan de gestionarlas.

El lenguaje importa. Mucho.
Una palabra cambia completamente el rol: del científico que observa al operador que interviene.

Entre todo el tecnicismo, una frase llama la atención. De esas que parecen inocentes si se leen rápido pero que, si se reflexiona, deberían de dejarnos helados:

“El impacto climático de las estelas podría ser comparable al del CO₂ acumulado emitido por la aviación.”

Es decir… Que llevan décadas hablándonos de emisiones, tasas ecológicas, reducción del CO₂, carne de bichos… Mientras el verdadero impacto (insisto, según ellos mismos) estaba más arriba. Y no producido por nosotros.

En esas líneas blancas que muchos miraban con dudas y que siempre se despachaban con un “es solo vapor de agua”.

Pequeño inciso: el documento insiste en que no son solo vapor de agua.

Y aquí brotan más preguntas incómodas:

Si las estelas tienen un impacto tan grande, ¿por qué no se habló antes?
¿Por qué se minimizó? ¿Por qué, justo ahora, urge tanto gestionarlas? ¿Y por qué la solución pasa por IA, automatización, sensores y cambios masivos en las rutas aéreas?

Pues bien… Estamos entrando en geopolítica.

En este programa de aquí (“Las nubes de toda la vida, con Alba Lobera”) entramos en contexto, remontándonos a un debate en EEUU sobre cuán urgente era debatir sobre hasta qué punto legislar la geoingeniería (como ya explicamos en MundoViperino). Así es: fuera se habla de geoingeniería en comités, en congresos, en universidades… Se discute si es ético intervenir la atmósfera para frenar el calentamiento global (otro concepto que se pone en tela de juicio: “¿Existe o no existe el cambio climático?”). Se pregunta quién controla esa tecnología, qué riesgos implica y qué países tendrían derecho a decidir sobre un clima compartido.

Pero en España… Se etiqueta como “bulo” o “magufada” con una rapidez sorprendente.

Y eso no sería un problema si estuviéramos hablando de fantasías. Pero no lo estamos.
Estamos hablando de documentos oficiales. De programas de investigación reales.
De estrategias que se están solidificando para estrenarse con propiedad.

Así que el tabú no solo es absurdo: es peligroso. Porque mientras aquí nos entretenemos desmintiendo memes o aguantando ataques en perfiles de RRSS que navegan a través de nicks y una sartenada de emojis, otros están diseñando la atmósfera de los próximos 50 años.

Conviene repetir un dato, para dejarlo todo muy claro: el documento NO menciona los chemtrails. No habla de fumigaciones secretas. No insinúa nada parecido. Ni una línea, ni un guiño, ni un “entre líneas”.
Nada.

Habla de contrails.
Solo contrails. Las estelas de condensación “de toda la vida” que, según el pensamiento español “son simple vapor de agua”.

Pero en ningún momento distingue entre las estelas que desaparecen en un minuto y esas otras que se quedan clavadas en el cielo, se abren como abanicos y terminan cubriendo medio horizonte. Ya sabrá usted cuáles digo: esas láminas blancas y finas que parecen no tener prisa por irse a ninguna parte.

Para el documento todo es lo mismo.

Y eso es algo que hace fruncir el ceño a muchos. Porque uno de los problemas de fondo es precisamente ese: un debate mal planteado, donde se mezcla todo, donde nadie se pone de acuerdo en las palabras y donde, mientras los polos de la discusión se insultan, el plan avanza sin que nadie lo vigile demasiado.

El documento, pese a no diferenciar entre chemtrail y contrail, sí hace una clasificación. Tres categorías:

– las estelas cortas, que se esfuman enseguida;
– las persistentes, que se quedan horas, incluso días;
– y las que ya forman cirros en expansión, esas nubes delgadísimas que parecen inocentes pero modifican el balance energético del planeta (calentando más de lo que muchos creen).

Y aquí está la clave: las dos últimas son las que dicen ser preocupantes. 

Todo esto no es teoría. No es ciencia ficción de sobremesa. Es algo que ya existe:

– sensores dentro de los aviones que miden humedad y temperatura al milímetro,
– modelos atmosféricos conectados en tiempo real,
– sistemas automáticos que sugieren rutas “climáticamente óptimas”,
– y una IA que aprende sola cuándo una estela se volverá persistente y cómo evitarlo… O provocarlo.

Dicho así suena a mero avance tecnológico.
Pero si se reflexiona durante unos instantes, se está hablando de pasar de observar el clima a gestionar el clima.

De gestionarlo, a dirigirlo.
Y de dirigirlo, a programarlo.
Y cuando el cielo se programa, ¿qué queda fuera del control?
Pocas cosas, la verdad.

Aquí es donde el asunto se vuelve inevitablemente filosófico.
O ético.
O político, aunque no queramos politizar nada.

Porque si aceptamos que se puede manipular el comportamiento de una estela… Aceptamos que alguien decidirá qué estelas convienen y cuáles no.

¿Quién será?

¿Un país poderoso?
¿Un consorcio de empresas?
¿Una agencia internacional?
¿Una IA que decide basándose en criterios que nadie entiende del todo?

Y si una decisión enfría una región pero calienta otra…
¿Quién responde?
¿Quién lo regula?
¿Quién supervisa esa nueva capacidad?

El cielo, que hasta ahora parecía un territorio neutral, empieza a parecerse a un recurso estratégico. Y ya sabemos cómo termina la historia cuando un recurso se vuelve valioso.

Si se puede evitar una nube, se puede crear una nube.
Si se puede enfriar un área, se puede calentar otra.
Si se puede automatizar rutas, se puede manipular patrones.
Si se puede controlar… Se puede dominar.

El discurso público alega que esto es por la sostenibilidad. La lucha contra el cambio climático. La protección del planeta. Pero detrás hay otra capa, más silenciosa y menos amable, y es que, quien controle (aunque sea mínimamente) la capacidad de modificar el impacto climático de la aviación, controla:

– la agricultura,
– la seguridad alimentaria,
– las infraestructuras críticas,
– la energía,
– las rutas económicas,
– y, en cierto modo, las relaciones internacionales.

No estamos hablando de una ONG repartiendo árboles (al margen de que la España Verde es cada vez más gris y está cada vez más hambrienta). Las agencias implicadas trabajan también en defensa y seguridad nacional. Y eso, ¿qué significa? Que el tema no va “de ecología”, sino de estrategia.

Y donde hay estrategia, hay intereses.
Y donde hay intereses, hay poder.

Siempre he dicho que la tecnología no es ni buena ni mala, sobre todo cuando se hace de ella un medio y no un fin. Un bolígrafo o una rueda, son tecnología. Este artículo que está usted leyendo ahora mismo, ha visto la luz gracias a la tecnología. 

Pero más allá de este dispositivo, rescatando nuevamente el documento mencionado, estamos hablando de la “gestión del cielo” como si nada. De optimización, de mitigación, de ajuste fino.

Son palabras suaves, bonitas, que hacen parecer que todo es inocuo, ético, objetivo.
Pero cuanto más normal se vuelve algo, menos atención se le presta, ¿verdad?

Y cuando dejamos de prestar atención, dejamos de hacer preguntas. Y cuando dejamos de preguntar, otros deciden por nosotros.

No se trata de creer o no creer: se trata de mirar. De que la próxima vez que usted vea una estela que se expande durante horas, recuerde que hoy dicen que solo quieren entenderlas…
Mañana querrán gestionarlas…
Y pasado, controlarlas.

¿Es Ciencia? Sí.
¿Es progreso? Puede.
¿Es peligroso?
Depende, y mucho, de quién tenga las llaves del cielo.

Es lo que se está discutiendo ahora mismo.

¿Quiere usted decir algo al respecto?

 

Programa completo:

https://www.youtube.com/watch?v=KfFER7Gmc_c

DOCUMENTO COMPLETO: https://www.faa.gov/about/office_org/headquarters_offices/apl/contrails/contrails_research_roadmap.pdf

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