lunes, agosto 11, 2025
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Un libro muy lúcido y oportuno

Por Alfonso de la Vega

Mientras nos entretienen con los múltiples escándalos de la Política borbónica a todos los niveles suceden muchas cosas importantes fuera de nuestras fronteras que nos afectan de modo importantísimo. Observamos sin reaccionar como las autoridades usurpadoras de la UE nos arruinan pero no sólo eso. Además de la hacienda nos roban la memoria, el honor y la identidad.

En un reciente libro Identity: The Foundation of the City Henri Levavasseur nos aclara muchas cosas importantes, que aunque supuestamente eran bien sabidas parecería habrían sido relegadas al olvido. La tesis central de Levavasseur es clara y contundente: “La identidad sigue siendo el fundamento mismo de la ciudad” En el contexto de la actual globalización neoliberal, la inmigración masiva y la amnesia cultural, sostiene que solo el retorno a la memoria histórica y cultural profunda puede restaurar un orden político significativo en Occidente.

El libro se plantea la pregunta ¿Qué es una nación?, algo que supera simple modelo cívico basado en “la voluntad de convivir”. Levavasseur se opone a esta lectura técnica, instrumentalista que han adoptado muchos de nuestros progres oficiales como la Cayetana Álvarez de Toledo y en general el PP con su fementido patriotismo constitucional y destaca la importancia de la historia, el patrimonio y el sacrificio compartidos.

El autor cita a Renan para explicar el verdadero espíritu de la identidad nacional: “Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos y querer hacer más: estas son las condiciones esenciales para ser un pueblo”. De modo que la identidad, lejos de ser una asociación voluntaria o una construcción social, como pretende la progresía o la pseudo derecha desquiciada, es el producto acumulativo de la ascendencia, el sacrificio y la continuidad cultural. Las naciones «no son eternas» y dependen de la memoria compartida y la orientación hacia el futuro para sobrevivir.”

Todo esto viene a cuento porque los partidarios de la conservación de la patria, la nación son acusados de facherío o extremismo, cuando más bien resulta ser una necesidad de supervivencia. Se trata de las contradicciones actuales. Así, en una reciente celebración solemne como es la entrega del Premio Carlomagno a la perversa Úrsula von Leyen incluso ¡nuestro propio Jefe del Estado aboga por enfrentarse a los patriotas y disolver la nación en el magma de financieros y mercaderes! El Premio es concedido por «sus servicios en el fortalecimiento de la unidad de los Estados miembros, la contención de la pandemia, la unidad de la determinación de la Unión para protegerse de Rusia y el impulso del Pacto Verde». Con el cinismo que caracteriza a la comisionista en su discurso de aceptación del premio describió las prioridades clave para el futuro de Europa: “una defensa más fuerte, mayor innovación, ampliación de la UE y la protección de la democracia.”

Con estos defensores no necesitamos más enemigos. No se pueden negar los fundamentos culturales y étnicos de los pueblos europeos, reduciendo la identidad nacional a un conjunto de valores jurídicos o abstractos. El multiculturalismo está destinado al fracaso por su intrínseca labor demoledora. “La entidad política parece bastante distinta de la antigua patria física: su población está ahora dividida en partes adversas, simplemente porque ya no constituye un pueblo”.

Las élites actuales han traicionado a Francia, también a España y en general a todas las naciones de la desastrosa y pervertida actual UE: la desaparición de la conciencia histórica europea y la pérdida de la confianza en nuestra civilización. Pese a todo a los europeos nos cuesta entender que EEUU no es un “aliado”. EEUU es un imperio, el amo al que no se le discute sino le obedece. Y en calidad de tal como acabamos de comprobar con el “acuerdo” arancelario o la imposición de que paguemos a escote el coste de una guerra absurda que provocaron ellos por intereses inconfesables. 

Según parece los dos principales objetivos de EEUU para Europa serían: Mantener a Europa en el nivel adecuado para garantizar la sumisión y explotación comercial. Utilizar a la UE como herramienta indirecta para librar guerras por encargo o delegadas contra Rusia (y China luego).

Europa como vasallo o colonia imperial se estaría suicidando bajo el dogal de la UE no sólo en identidad y soberanía sino también en el aspecto económico. El PIB per cápita de la zona euro es menor que el de hace 17 años, mientras el norteamericano pese a todo despega. También prospera Rusia, pese a las sanciones y sabotajes.

Pero volviendo al autor, Levavasseur propone “Volver a ser lo que somos”, mediante un renacimiento espiritual y político arraigado en la identidad: “No se trata de recurrir a ningún tipo de esencialismo, sino más bien de redescubrir el impulso y la tensión que permitieron que nuestro destino como pueblo floreciera”. Recuerda un poco a ciertas ideas de Maquiavelo para intentar devolver el esplendor a Florencia, o de Castiglione. Defiende un nacionalismo constructivo, no basado en la exclusión o el odio, como es ahora calumniado vilmente por el sistema sino en una recuperación positiva de uno mismo. Levavasseur anima a sus lectores a no abandonar el proyecto civilizador de Europa en manos de burócratas, nihilistas o tecnócratas más o menos corruptos o servidores de intereses ajenos. No al resentimiento o a la derrota resignada. Sí a la responsabilidad, la conciencia de uno mismo, el trabajo y la renovación. Es necesario recuperar su capacidad de acción, sus raíces y su derecho a conformar su futuro. La ciudad, si quiere permanecer como auténtica civilización debe construirse sobre la base sólida de la memoria compartida y el patrimonio vivo y querido.

Como corolario español apenas se puede ver aquí aún ni en la cultura ni en la economía ni en la política un movimiento generalizado semejante al defendido por Levavasseur. Por el contrario, no solo el apátrida zurderío embrutecido subvencionado sino la mayoría de las instituciones y autoridades empezando por la Corona y terminando por la Conferencia Episcopal actúan como si se hubieran embarcado en un proceso de disolución catastrófica que nos llevara a la desaparición como nación. Las fuerzas «patrióticas» sin liderazgo adecuado o suficiente organización y coherencia geoestratégica se neutralizan entre sí con escaramuzas o guerra de guerrillas y hoy por hoy se muestran incapaces de siquiera parar y menos aún revertir esta deriva. 

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