lunes, agosto 11, 2025
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La Unión Europea en la encrucijada: La islamización y la derecha cobarde islamófila. El ascenso de los movimientos patriotas

En un torbellino de incertidumbre y tensiones crecientes, la Unión Europea se tambalea al borde del abismo a consecuencia de la derecha islamófíla. Millones de pensionistas europeos, que son mayoría en las sociedades envejecidas europeas, prefieren que el Islam invada lentamente la Europa de sus hijos y de sus nietos, a ver perjudicadas sus pensiones. Ellos no lo van a ver. Que los que vengan, arreen. 

Los pensionistas son el caladero de votos del PP y del PSOE. La islamofília a cambio de la pensión. 

En España siempre se ha dicho aquello de “tienes más miedo que siete viejas”. Es evidente que estos privilegiados “votontos”, mayoritariamente de la derecha sociológica, que sin trabajar ganan más que los jóvenes que los mantienen, y que están  cobrando pensiones excesivas para el sueldo medio de un trabajador en España, prefieren egoístamente que Sánchez les suba 50 euros al mes (para negociar utilizando su voto con los separatistas), aun sabiendo que ello supone que a sus hijos y nietos les van a deducir 200 euros de su nómina, por cada 50 que a ellos les suban. 

En resumen: 

  • Como jubilado me hago el loco, y que Sánchez mantenga el chollo de las subidas de la pensión con el IPC, y a vivir que son dos días. 
  • A mí el Islam no me va a llegar. 
  • Como yo no salgo de noche, los MENAS no me atacan. 
  • No quiero líos.
  •  Que me mientan, que si me es cómoda la mentira, la voy a aceptar como verdad. NO me digáis la verdad que me incomoda mi pensión mensual.

Pero los jóvenes no piensan igual en Europa.

Volvamos a los 27 estados miembros de la UE.

Cada uno sumido en su propia tormenta de desafíos económicos, sociales y políticos, se enfrentan ahora con la sombra ominosa que amenaza con fracturar aún más el frágil mosaico continental: el creciente temor a la islamización de Europa. 

Este espectro, alimentado por el populismo institucional (Von der Layen), ha desatado una ola de desconfianza y polarización que recorre las capitales europeas, desde Ámsterdam hasta Atenas, transformando el paisaje político y social de toda Europa, el cual una vez se enorgulleció de su tolerancia.

Los partidos de izquierda y las ONGs woke, financiadas por la Comisión Europea comandada por los empleados de Soros, son el epicentro de esta convulsión. Todos los patriotas jóvenes de Europa se han unido en su cruzada antiislamista, haciendo de la Fe Cristiana y de sus tradiciones ancestrales, la bandera de este movimiento paneuropeo antimusulman.

Los partidos patriotas europeos, de Italia con Meloni, de España con Abascal, de Hungría con Orban, de Holanda con Wilders, de Portugal con André Ventura,  de Polonia con Andrzej Sebastian Dudan, de Francia con Le Pen y todos los demás grupos europeos, que no nombro por no cansar al lector, han irrumpido en la escena política de Europa, con un discurso antimusulman y defensor de las patrias, que ha resonado en un electorado joven y obrero cada vez más desencantado. 

Los patriotas europeos han alcanzado 84 escaños en el Parlamento Europeo, que si los unimos al Grupo de Conservadores y Reformistas  que suman 78 diputados, vemos que ya se empieza a poner en serios apuros a la dictadura de los partidos del sistema mafioso de la Comisión Europea comandado por la corrupta Von der Layen.

Este triunfo de las últimas elecciones al parlamento europeo, no es un hecho aislado, sino el último capítulo de una saga que está reconfigurando el alma de Europa, donde los partidos patriotas, desde Finlandia a Portugal, capitalizan la defensa de nuestras naciones, frente a la inmigración y al Islam, ganando terreno en el escenario político. 

Un continente bajo presión del Islam.

El ascenso de los patriotas en Europa  no es más que la punta del iceberg de una corriente que recorre Europa como un río desbordado. Líderes como Viktor Orbán en Hungría y Giorgia Meloni en Italia han pavimentado el camino, mientras que aspirantes en España, Alemania, Francia, buscan unirse a este club de gobernantes que han hecho del rechazo a la inmigración, la delincuencia, la ruina social y la “islamización” el eje de sus plataformas. En el corazón de su narrativa yace un discurso que describe la verdad de las calles y de los barrios de Europa, donde los inmigrantes musulmanes son  una amenaza existencial a la identidad europea, a sus tradiciones cristianas y a la cohesión social. En toda Europa resuena la necesidad de tomar medidas drásticas: desde prohibir el Corán hasta cerrar mezquitas y escuelas islámicas, a terminar con la “paguitas” por ser emigrante ilegal. 

El telón de fondo de esta victoria que arrasa entre los jóvenes europeos, es una sociedad que, pese a su reputación de tolerancia, ha sido sacudida por eventos traumáticos e inseguridad, atentados y asesinatos por odio realizados por los musulmanes, de hasta tercera generación. 

El brutal asesinato del cineasta Theo van Gogh en 2004 a manos de un extremista musulmán y las constantes amenazas de muerte contra el propio Wilders en Holanda, más los atentados en Navidad en Alemania, en las Ramblas de Barcelona en España y los robos y las violaciones grupales sucedidas en España, han avivado las llamas de la rebelión de la sociedad trabajadora europea, que sufre la violencia islámica en sus barrios. 

Aunque los musulmanes representan el 10% de la población europea —un aumento desde el 4% en 2010—, la percepción de una “invasión” ha calado hondo, alimentada por el recuerdo de un continente donde, hasta hace pocas décadas, la seguridad en las calles era absoluta. Hoy, la sociedad europea capitaliza esta ansiedad, y sus líderes patriotas prometen frenar lo que ha denominado un “tsunami de asilo” y abordando preocupaciones cotidianas como la crisis del costo de vida y la escasez de viviendas, temas que resuenan con un electorado agotado por las promesas incumplidas de las élites tradicionales, como son el PP y el PSOE en España. 

El auge de la derecha patriota, obrera y juvenil. El rechazo al multiculturalismo.

El fenómeno es de toda Europa, una nueva generación de líderes nacionales coinciden en el rechazo al islam. 

En Suiza, el Partido Popular de Christoph Blocher logró una victoria electoral mientras impulsaba una campaña para prohibir la construcción de minaretes, un símbolo visible del islam.

 En Amberes, líderes de derecha de 15 ciudades europeas se reunieron para proclamar una carta contra la “islamización de las ciudades occidentales”, un manifiesto que resuena como un grito de guerra en un continente que percibe su identidad bajo asedio. 

Desde Alemania, donde el 57% de la población ve al islam como una amenaza, hasta Inglaterra, donde el 49% anticipa un “choque de civilizaciones”, las encuestas reflejan un creciente rechazo hacia los musulmanes, quienes son vistos como incompatibles con los valores occidentales.

Con unos 65 millones de musulmanes viviendo en la Unión Europea —aproximadamente el 10% de la población total—, la percepción de una “invasión” es previsible al ritmo de entradas de los inmigrantes ilegales fomentadas por las ONGs pagadas desde los gobiernos europeos.

 “Mas moros, más votos de izquierda” rezaba una pintada en el metro de Madrid.

Esta situación ha sido amplificada por eventos traumáticos, como los atentados terroristas perpetrados por la radicalización de los jóvenes musulmanes nacidos en Europa que ni trabajan ni estudian. Viven como parásitos sociales en Europa, a cambio de una paguita de los gobiernos traidores. La respuesta de los partidos patriotas en Europa ha sido contundente: leyes más duras, controles migratorios estrictos y una defensa feroz de la “identidad europea”. Sin embargo, estas medidas no han logrado apaciguar las tensiones, sino que han avivado una polarización que amenaza con fracturar aún más las sociedades europeas, donde la izquierda traidora apoya al Islam. 

Raíces históricas y realidades contemporáneas 

La presencia del islam en Europa no es un fenómeno nuevo. Los musulmanes han formado parte del tejido europeo desde el siglo VIII, cuando conquistaron vastas regiones del Mediterráneo, desde la península ibérica hasta los Balcanes. Sin embargo, fue tras la Segunda Guerra Mundial cuando la inmigración musulmana se intensificó, impulsada por la necesidad de mano de obra para reconstruir un continente devastado. Millones de trabajadores de antiguas colonias —norteafricanos en Francia, indonesios en los Países Bajos, pakistaníes en el Reino Unido— llegaron con la promesa de un futuro mejor, mientras ocupaban los empleos menos deseados.

La crisis del petróleo de 1973 marcó un punto de inflexión. Las restricciones a la inmigración laboral, combinadas con políticas de reunificación familiar, transformaron el perfil de los inmigrantes. Las comunidades musulmanas comenzaron a establecerse de manera permanente, construyendo mezquitas, vistiendo velos y agrupándose en barrios que pronto fueron “guetos” donde aplicaron la sharía. Este cambio demográfico, unido a la reislamización global de las décadas de 1970 y 1980, generó una percepción de amenaza para la población europea.

El polvorín europeo: ¿hacia un choque de civilizaciones?

La “islamización” de Europa ha pasado de teoría a realidad, a consecuencia de la traición de los gobiernos títeres de Europa. La teoría de “Eurabia” ya no es una ilusión literaria, ahora es un término acuñado para describir una conquista silenciosa de Europa por parte de una población musulmana en crecimiento. Las proyecciones demográficas indican que, incluso para 2035, los musulmanes no superarán el 20% de la población en la mayoría de los países europeos, y el miedo a un cambio cultural y religioso irreversible en Europa, domina el discurso público. 

En Francia, donde se estima que hay entre 4,1 y 5,6 millones de musulmanes, su presencia es excesiva. Esta realidad y percepción lleva a que no solo se critica la inmigración, sino que han hecho del islam en sí mismo es el enemigo a combatir. 

En países como Eslovaquia, donde los musulmanes eran un puñado, ahora la islamofobia florece como consecuencia de la existencia de de una comunidad significativa. Para el ciudadano medio, el Islam es una fuerza incompatible con los valores europeos. 

En Polonia y la República Checa, los delitos cometidos por los musulmanes están en aumento, a pesar de que su población es prácticamente insignificante. 

Un futuro incierto. Europa se encuentra en una encrucijada peligrosa

Por un lado, la islamofobia y el rechazo al multiculturalismo equivale, para la población europea, a la defensa de la Fe y las Tradiciones en Europa. 

Por otro, la radicalización de la minoría musulmana y la percepción de invasión profundizan la desconfianza mutua entre cristianos y moros. Los esfuerzos por integrar a las comunidades musulmanas —como las políticas de diálogo en los Países Bajos o la acogida de refugiados en Alemania— han tenido resultados muy negativos, ensombrecidos por actos de violencia como los atentados terroristas musulmanes en los mercadillos de Navidad, el asesinato de Theo van Gogh o el auge de organizaciones criminales como la Mocro Mafia. 

Mientras los líderes patriotas como Abascal, Wilders, Orbán y Meloni ganan terreno: el sueño de una Europa unida se acerca teniendo como enemigo común al Islam. Las proyecciones indican que para 2050 los musulmanes podrían representar el 20% de la población europea, pero detener los flujos migratorios es difícil, mientras persistan como dirigentes los corruptos miembros de la Comisión Europea, la inestabilidad y la pobreza en los países de origen, y la mentalidad de revancha contra los cristianos, por parte de los musulmanes.. 

En este contexto, la pregunta no es solo cómo integrar a millones de musulmanes, que ya son europeos por nacimiento, sino cómo evitar que el miedo y la autodefensa, se conviertan en el combustible de un conflicto que podría crear una batalla de civilizaciones dentro del continente. 

Es necesaria una cruzada contra el islam. 

La “islamización” sigue siendo una olla a presión, lista para estallar. La tolerancia, otrora el orgullo del Viejo Continente, parece hoy una reliquia del pasado, mientras una nueva generación de líderes y de jóvenes europeos aviva las llamas de la revuelta contra la UE, como organización fallida que se ha de derrocar. ¿Europa resurgirá y vencerá de nuevo al Islám? El tiempo, implacable, será el único juez. El camino de la Historia esta marcado.

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