Por Alfonso de la Vega
La visión de la actividad de Centristas por el Socialismo, el principal partido de la presunta derecha opositora produce perplejidad incluso entre los ciudadanos que debieran estar ya curados de espanto por su mayor conocimiento de la Historia de España y su mejor comprender lo que en verdad acostumbran a dar de sí las sucesivas Restauraciones borbónicas. No solo por sus fracasos gubernamentales para hacer frente a los graves problemas de la sociedad española, que demuestra su improvisación y falta de planes reales, salvo la maldita agenda 2030, sino por la humillante y cómplice falta de protesta interna por su imparable deriva socialista. Aunque sólo fuese por evitar el suicidio colectivo. Pero también, y esto resulta más difícilmente explicable, la traición a la propia nación española incluso en cuestiones políticas o simbólicas que apenas tienen que ver con el presupuesto, el déficit o la deuda, pero cuya defensa debiera producirse en todo caso. De modo que había cierta curiosidad por ver qué daría de sí el nuevo oportunista sarao inventado para suplir a un temido congreso donde en verdad se debatiesen auténticas alternativas al desastre actual del régimen y no solo la heroica pugna por colocarse donde “haiga”.
Una prueba de la complacencia del régimen filipino con el socialismo en sus diversas bandas organizadas es que no se quieran investigar los pucherazos electorales, dando por bueno lo que el corrupto algoritmo decida como en una especie de posmoderna pitonisa de Delfos. Por muchas mañas de trileros que se arbitren, el caso es que al final las urnas las carga el diablo. El populacho vota y luego lo mismo va y desoye a la propaganda oficial, pasa lo que pasa y se rebela contra los poderes fácticos o las fuerzas vivas visibles como otrora en la malvada Grecia, o en Hungría, Eslovaquia o Rumania, aunque siendo oportunamente castigado sin piedad por ello.
La verdad es que hay que reconocer que ya todo está desdibujado ahora con el actual mandarinato menos la figura señera, ejemplar, imponente, audaz, del Gran Mandarín joya preciosa del remoto lugar umbrío de Os Peares. Que inmutable e inasequible al desaliento vela por nuestra felicidad sin descanso ni pensar en su propio beneficio y sin abundoso ni merecido sobre o gabela que llevarse al escuálido bolsillo prócer.
Pero la singular función va a comenzar. Y para contarla hoy tenemos un cronista de auténtico lujo. Nada más y nada menos que el eximio maestro Miguel Espinosa, gran experto en tipologías de mandarines dinásticos, así como en sus escuelas mañosas. A continuación les ofrecemos en exclusiva una trascripción bastante exacta y a vuela pluma de las principales notas manuscritas de su apresurada crónica:
“Palacio de los compromisos, cuarto milenio triunfal.
Abrieron la puerta y entramos en rebaño. Me pasmó la extensión del recinto capaz de albergar a todos los bribones del reino. Pero, nobleza obliga, lo primero es reconocer en Justicia que la entrada triunfal del Gran Timonel resultó majestuosa. Una procesión de becarios meritorios turiferarios precedía a los mandarines arreados conduciendo en andas a Su Impasible Tolerancia, Gran Padre, Intérprete de los Hechos, Comparecencia Dialéctica y Contradicción Resuelta. Subido en andas a la poltrona tribunicia el sabio prócer consiente en dignarse a hablar a la multitud:
“Quien se encumbra me conoce.
Dos fuentes de sabiduría hay. El instinto natural y el juicio sobre lo conveniente. Este último se llama premeditación. La premeditación no inventó los dioses ni tampoco la democracia pero sí el empeño de hablar en su nombre. Interpretar es acomodar el hecho a la doctrina. La premeditación usa cuatro diccionarios. El primero para hablar con la divinidad. Es un diccionario falso. El segundo para hablar con el pueblo, diccionario falso. El tercero para hablar con la historia, también es falso como los otros. El cuarto diccionario de la premeditación es para hablar consigo misma. Es un diccionario cerrado. Es costumbre esperar un quinto diccionario verdadero y abierto pero nunca vendrá mientras dure nuestra feliz gobernación.
(Murmullos y alguna risita histérica)
La premeditación construye la verdad gubernamental o conveniencia de cada momento mediante la conjunción de nimias e inadvertidas falsedades. Así dice el Mandarín mañoso: descompuse nuestra verdad en sus elementos y la vi formada por infinitas mentiras. La premeditación ha de contar con la presencia de los mediocres, sustancias irremediables. El Estado también es irremediable: sabed convertirlo en cosa vuestra. Marginado de la actualidad, el rebelde representa lo irreal. La gobernación crea el suceso y lo ofrece a la aquiescencia del pueblo. Esto se denomina Historia política.
Se llama corrupción al proceso que transforma lo modélico en terreno. El embozo de la corrupción se llama retórica. La corrupción es irremediable. La corrupción doma. Rehusad el extremismo de los puros y aplaudid la moderación de los corruptos. La doctrina posee tres momentos: el fundador, el corruptor y el jurista. La gobernación es corrupción. Se gobierna porque una casta improvisa y mantiene la decisión. La gobernación no puede perdurar sin intereses. Confesarlo sería reconocer el dominio de los bandidos. De ahí la necesidad de las teorías políticas. La corrupción desdobla, multiplica, genera secuaces y mana entusiastas, rellenando con el bodrio el hueco de las palabras. Quienes acusan al mando de corrupción arguyen contra su definición, pues el mando se practica corrompiendo ideas y hombres. La corrupción agrupa, el corruptor puede imperar indefinidamente sobre el rebaño corrompido. El necio murmura: esto se halla corrupto, pronto caerá. El sabio le replica: esto va corrompiéndose durará milenios. Aprended a corromper y poseeréis estos católicos reinos. Cuando se restablece la corrupción se restaura el orden divino permanente. La corrupción es monopolio de mandarines y de sus lacayos, los enmucetados, los filósofos alabanciosos, los becarios, los alcaldes, los legos y los negociosos, símbolo de la trasgresión, la prevaricación y la avaricia. La más alta corrupción consiste en pudrir el entendimiento. La memez aislada y abandonada, no genera sino sandeces, pero enmucetada y condecorada produce colaboracionistas.
La descarada corrupción se llama Feliz Gobernación. He dicho”.
Hasta aquí la crónica remitida. El entusiasmo contenido se desborda. El gentío puesto en pie o de rodillas aplaude enardecido. El mandarín andaluz con santa unción besa el escapulario agendista con la efigie del Gran Líder insustituible. Sin embargo, pese al triunfalismo oficial proclamado por el Gran Timonel y sus bufones, bufonas y saltimbanquis, otros no terminan de ver claro qué hay de lo suyo. Y es que la preocupación por el propio medro aumenta en épocas de vacas flacas y presupuestos menguantes. Pero los supuestos disidentes, oportunistas mohatreros acobardados, rehúsan intervenir. Algunos becarios, atascados en el escalafón, o mandarines marginados o en desgracia, murmuraban hasta que fueron acallados por los hombres de estaca enviados por los soplones. Cumplido el rito propiciatorio, el rebaño se dispersa entusiasmado hasta la siguiente convocatoria que se celebrará cuando al Supremo Mandarín convenga. Y a otra cosa, mariposa.
Lo que ocurre es el corolario o el producto más acabado de un régimen de absoluta corrupción, en el que no está solo podrido él mismo sino que también ha sido capaz de corromper al pueblo. Pero, aleluya, aleluya, todo sea por el centrismo socialista o por el socialismo centrista que tanto monta, monta tanto PP como PSOE.