Por Alfonso de la Vega
La clase media parece atacada de un verdadero furor por divertirse groseramente y la clase alta ostenta un lujo insolentísimo. A la insensibilidad moral y … verecundial corresponde un decaimiento intelectual espantoso, que nos colocará, a no tardar, por debajo de la barbarie marroquí. Nadie parece capaz de resistir el menor esfuerzo de reflexión o atención; los sesos están tan debilitados que es imposible leer y apenas hay fuerzas para mirar.
España ha llegado a tal grado de postración que, por nuestra parte, abrigamos la convicción de que es un cadáver ya imposible de galvanizar. No de otra manera se explica el espectáculo que está dando el país, absolutamente impasible ante los planes del gobierno, y más que ante los planes ante los hechos… ¡Dios salve al país!
Aunque lo parezca no es un desahogo actual, como acaso pudiera adivinarse por el empleo de un término preciso y significativo, pero en desuso. La pobreza del lenguaje o el recurso infame a la mísmisima neolingua constituyen hoy signo de los tiempos. En cierto modo es sinónimo de mohatrero, falso, falsedad perpetrada por quien tiene la obligación de combatirla en razón de su cometido o posición institucional. «Verecundiam» en latín significa «a la reverencia» o «a la autoridad», y se refiere a una falacia argumentativa que consiste en apelar a la autoridad de una persona para dar legitimidad a un argumento, incluso si esa autoridad no es competente en el tema. En otras palabras, se trata de usar la autoridad de alguien para convencer a alguien más, sin que esa autoridad tenga realmente la experiencia o conocimiento necesarios para respaldar la afirmación. La cosa del verecundiam funciona por su apelación inadecuada a la autoridad que puede mentir o no ser competente; el empleo de falacias o argumentos con premisas falsas o de no aplicación al caso.
Ejemplos para ingenuos: el rey debe reinar; el fiscal se supone que debe estar para hacer cumplir las leyes no para defender a los delincuentes. A los militares se les supone valor y patriotismo no obediencia indebida a felones o traidores que atentan contra la nación y las leyes. Los jueces deben ser ecuánimes, actuar en conciencia esclarecida sin admitir presiones en su sagrado cometido. Los diputados debieran arbitrar leyes y causas justas en beneficio del común. Los periodistas deben buscar conocer la realidad, informar verazmente y tratar de fomentar una opinión pública digna de tal nombre.
Pues bien el texto de la entrada está impreso hace un siglo y cuarto, en 1900, es el final de una obra titulada Luchas supremas. Nobleza contra infamia. Historia de la presente guerra con los Estados Unidos Su autor fue Victoriano Reinosa de León. La obra es contemporánea de tan luctuosos acontecimientos y ofrece muchos datos poco conocidos o inéditos. Sin embargo varios historiadores actuales están haciendo una revisión en profundidad de esa época aciaga destruyendo tópicos y denunciando la corrupción e incompetencia existente tanto en el gobierno borbónico de la Restauración como entre muchos marinos y militares de la época. Según algunas de estas investigaciones la causa de la derrota no fue lo inadecuado de nuestra Armada, nuestra artillería naval era buena, se despreció el invento del submarino, sino el sabotaje institucional. La traición. Incluso el gabinete Sagasta habría sido corrompido junto con el inapto almirante Cervera y otros supuestos héroes. La actuación española en Santiago de Cuba o Cavite resulta incomprensible desde el punto de vista militar.
Cabe recordar que en agosto anterior, el presidente Cánovas había sido oportunamente asesinado en el balneario de Santa Agueda por el conveniente anarquista de guardia que nunca falta para estos menesteres, de modo que la jefatura del gobierno recaería en el siniestro Sagasta, presuntamente en la conspiración según estas hipótesis citadas.
La Historia de España se repite. Hoy abordamos otra grave crisis por la que la propia nación se encuentra en peligro. El problema ya no es solo político, que también. Nos encontramos en medio de una peste psíquica. Gran parte de la sociedad española tanto entonces como hoy se regodea consciente o inconscientemente en ser «idiota», en el sentido clásico griego de apolítico, de ignorar, menospreciar o ningunear la cosa pública. Las repugnantes zurdas españolas como las calificaba Machado parece ser que ya estarían perdidas para la civilización y no solo aquí en este infortunado reino, pero gran parte de la derecha es colaboracionista y tampoco se aclara demasiado o mantiene sus fidelidades a impostores, traidores o a quien por su desempeño no lo merece. Ahora van a hacer un sarao es de suponer que para jalear al jefe, un galleguista nacionalista lamentable. A falta de un nuevo hundimiento del Maine que propicie otro desastre del 98, lo de imparable invasión de marroquíes es un escándalo que puede llegar a tragedia pero nadie hace nada en esta Monarquía suicida que está convirtiendo a España en un país en vías de subdesarrollo.
Verecundiam es verecundiam. A la gente le da igual lo que haga el que manda, con tal que sea aparente, la gente no se pregunta de donde sale el dinero, ni siquiera los paganos, da igual el color del que manda, la gente obedece o acepta sin el menor problema. $0.000 millones de euros se dedican a pagar intereses por una deuda odiosa y tramposa.
¿Si el que manda es un delincuente y un canalla de lo peor? Da igual, se acepta y se obedece por absurdas que sean las cosas que manda. No importa lo que se diga, no importan las pruebas, la gente tiene una imagen mental del tipo y como la propaganda dice lo contrario, la gente sigue con esa imagen de forma inamovible. De ahí aquello que se ha dicho siempre: el que resiste, gana. Y se lo sabe el tirano, así que no se mueve. Tal vez piense que cuando abandone le poder será procesado y no podrá disfrutar de su dorado retiro. Lo del jefe de este estado fallido se entiende menos por muy Borbón que sea. En este caso parece fallarle el instinto de supervivencia típico de su familia pues mantiene su extraña inhibición constitucional mientras todo se va derrumbando.
Así que no importa las miserias que salgan mientras el pesebre o el fondo de reptiles pueda contrarrestarlas y no hace falta que desmonten las acusaciones, basta con decir algo en contra de ellas y la gente lo dará por bueno y a seguir hasta la próxima.
En efecto, la triste advertencia de Victoriano Reinosa de León nos muestra que no escarmentamos. Necesitamos memoria histórica pero no impostada ni sometida al verecundiam.