Tras la tragedia sucedida en Alcorcón, donde dos bomberos han muerto, unos está en estado crítico y otros quince han sido atendidos por inhalación de gas tras el incendio de un coche eléctrico, ya se empieza a dar la voz de alarma de algo que muchos llevamos denunciando desde hace mucho tiempo: el riesgo de incendios asociados a estos coches. Los bomberos de Madrid han exigido que los vehículos eléctricos aparquen en zonas aisladas, separadas del resto de los automóviles, debido al peligro que representan sus baterías de litio en caso de incendio. Esta advertencia, lejos de ser una novedad, confirma lo que expertos y críticos han señalado durante mucho tiempo, mientras los autoproclamados «salvadores del planeta» han intentado ocultar estas preocupaciones bajo el discurso de los supuestos beneficios ambientales de los coches eléctricos frente a los de combustión.
Los bomberos de Madrid han solicitado a la Comunidad de Madrid que los vehículos eléctricos sean estacionados en áreas específicas dentro de los aparcamientos, alejados de otros coches, debido al riesgo de incendios que presentan sus baterías de litio. Este tipo de baterías, comunes en los vehículos eléctricos, puede entrar en un estado conocido como «embalamiento térmico», un proceso en el que un cortocircuito o un sobrecalentamiento provoca una reacción en cadena que genera un incendio extremadamente difícil de extinguir. Los bomberos han destacado que estos incendios no solo son más complicados de controlar que los de los coches de combustión, sino que también liberan gases tóxicos, como el ácido fluorhídrico, que representan un peligro adicional para la salud pública y el medio ambiente.
Fuentes de los bomberos explican que, en caso de incendio, un vehículo eléctrico puede arder a temperaturas superiores a los 1.000 grados Celsius, y su extinción puede requerir hasta 40 veces más agua que un coche de combustión tradicional. Además, las baterías dañadas pueden volver a arder incluso horas o días después de haber sido apagadas, lo que aumenta el riesgo en aparcamientos cerrados o concurridos.
Lo que los bomberos de Madrid han puesto sobre la mesa no es ninguna novedad. Desde que los vehículos eléctricos comenzaron a popularizarse hace más de una década, expertos en seguridad, ingenieros y críticos han advertido sobre los riesgos asociados a las baterías de litio. Ya en 2017, la Agencia Nacional de Seguridad del Transporte de Estados Unidos (NTSB) publicó un informe que señalaba los peligros del embalamiento térmico en baterías de iones de litio, especialmente en vehículos eléctricos, tras investigar varios incendios. En 2019, un estudio de la Universidad Técnica de Múnich destacó que, aunque los coches eléctricos tienen menos probabilidades de incendiarse que los de combustión (0.03% frente a 0.1%, según datos de la aseguradora Auto Insurance EZ), los incendios que sí ocurren son mucho más difíciles de manejar y pueden tener consecuencias más graves.
En España, los propios bomberos han estado alertando sobre este problema desde al menos 2020. En un congreso de seguridad contra incendios celebrado en Barcelona ese año, varios cuerpos de bomberos presentaron simulaciones que mostraban cómo un incendio de un vehículo eléctrico podía propagarse rápidamente en un aparcamiento subterráneo, poniendo en riesgo vidas y estructuras. Sin embargo, estas advertencias fueron ignoradas o minimizadas por los gobiernos y las organizaciones que promovían la transición hacia los vehículos eléctricos como una solución «verde» para combatir el cambio climático.
Los defensores del cambio climático y los activistas que han demonizado los coches de combustión han construido una narrativa que presenta a los vehículos eléctricos como la panacea para los problemas ambientales. Según ellos, los coches de gasolina y diésel son los principales responsables de las emisiones de CO2, el calentamiento global y la contaminación del aire, mientras que los eléctricos son «limpios» y «sostenibles». Sin embargo, esta narrativa ha ignorado deliberadamente los problemas asociados a los vehículos eléctricos, incluyendo los riesgos de sus baterías, el impacto ambiental de su producción y los desafíos de su reciclaje.
Por ejemplo, la extracción de litio y cobalto, materiales esenciales para las baterías de los coches eléctricos, tiene un costo ambiental devastador. Un informe de Amnistía Internacional de 2016 ya denunciaba las condiciones de explotación infantil en las minas de cobalto en la República Democrática del Congo, mientras que un estudio de la Universidad de California en 2021 estimó que la producción de un vehículo eléctrico genera un 70% más de emisiones de carbono que la de un coche de combustión, debido a la energía intensiva requerida para fabricar las baterías. Además, el reciclaje de estas baterías sigue siendo un problema sin resolver: según la Agencia Europea de Medio Ambiente, menos del 5% de las baterías de litio se reciclan adecuadamente en Europa.
A pesar de estas evidencias, los activistas del cambio climático y las empresas que se benefician de la transición energética han insistido en que los coches eléctricos son la única solución viable, silenciando las voces que advertían sobre sus riesgos. Los bomberos de Madrid, con su reciente exigencia, han puesto en evidencia esta hipocresía: mientras se nos vendía la idea de que los vehículos eléctricos eran seguros y sostenibles, los profesionales que enfrentan los incendios en primera línea sabían que la realidad era muy diferente.
La solicitud de los bomberos de Madrid no es solo una medida de seguridad; es un grito de alerta que debería haber sido escuchado hace años. Los protocolos para manejar incendios de vehículos eléctricos ya existen en otros países: en Noruega, uno de los líderes mundiales en adopción de coches eléctricos, los aparcamientos públicos han implementado zonas aisladas para estos vehículos desde 2018. En Alemania, algunos garajes han instalado sistemas de detección de humo específicos para baterías de litio y han prohibido que los coches eléctricos aparquen cerca de salidas de emergencia.
En España, sin embargo, la respuesta ha sido lenta. Aunque el Ministerio de Industria y el de Transición Ecológica han promovido incentivos para la compra de vehículos eléctricos, como el Plan MOVES, no han acompañado estas políticas con regulaciones claras sobre su seguridad. Los bomberos de Madrid han pedido que se modifique la normativa de los aparcamientos para incluir zonas específicas para coches eléctricos, pero hasta ahora no hay indicios de que esta medida se vaya a implementar a corto plazo.
El caso de los bomberos de Madrid es un recordatorio de que la transición hacia los vehículos eléctricos no es tan idílica como nos han hecho creer. Los riesgos de incendio de las baterías de litio, la dificultad para extinguirlos y los gases tóxicos que liberan son problemas reales que han sido advertidos desde hace más de una década, pero que los farsantes del cambio climático y los defensores de los coches eléctricos han intentado ocultar bajo un discurso de sostenibilidad. Mientras se demonizaba a los coches de combustión, se ignoraban los peligros de la alternativa que nos vendían como la solución perfecta.
Es hora de que los gobiernos, las empresas y la sociedad en su conjunto escuchen a los expertos que están en primera línea, como los bomberos, y aborden estos riesgos de manera seria. La seguridad de las personas no puede ser sacrificada en el altar de una narrativa ambientalista que, aunque bienintencionada, ha demostrado ser incompleta y, en muchos casos, engañosa. Los coches eléctricos pueden tener un papel en el futuro de la movilidad, pero solo si enfrentamos sus problemas de frente, en lugar de pretender que no existen.