Por Alfonso de la Vega
“Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en su interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y podrida grandeza. Sólo entonces nos atrevimos a entrar sin embestir los carcomidos muros de piedra fortificada…. Fue como penetrar en el ámbito de otra época, porque el aire era más tenue en los pozos de escombros de la vasta guarida del poder, y el silencio era más antiguo, y las cosas eran arduamente visibles en la luz decrépita”. (Gabriel García Márquez, El Otoño del patriarca)
Anuncian que todo habría sido un achaque más, una falsa alarma agrandada por la especulación, vuelve Bergoglio a casa Santa Marta, guarida de su poder. Según el cardenal y experto erotómano, un tal Trucho Fernández, “está bien pero tendrá que reaprender a hablar.” ¿? Con mirada extraviada y cara hinchada, Bergoglio ha sido dado de alta hospitalaria.
El de dictadores de Hispanoamérica constituye todo un género literario de gran interés desde muchos puntos de vista y no solo del artístico. Género inaugurado por nuestro gran Valle, su Tirano Banderas, inspirada en su experiencia americana, es la novela pionera y puede que más brillante de todas las que han venido después. Así: Señor Presidente; Yo, el Supremo; El Otoño del Patriarca; Oficio de difuntos o la Fiesta del chivo…
Pero la saga o panoplia de dictadores ha sido actualizada por la realidad misma antes que por la literatura. En cierto modo ha quedado anticuada. Ya no sería de aplicación lo del golpe de estado militar clásico, el tópico uniformado mandando en toda la sociedad como si fuese un cuartel. Al revés, la dominación se ejerce hoy fomentando el vicio, el desorden, el pasotismo y la falta de disciplina. Los textos bergoglianos vendrían a resultar una forma de renovación del género. Ya no está de moda el retrato de fiero dictador de uniforme con palo y tente tieso criados y entrenados bajo la sanguinaria disciplina de la siniestra escuela gringa de Panamá. La globalización exige nuevos métodos de dominación, más solapados y no menos eficaces. Y aquí surge la gran oportunidad para bergoglios, indigenismos y pachamamadas.
Como explicaba el lúcido arzobispo Vigano, “misericordiado” por Bergoglio: “Nos enfrentamos hoy a una amenaza trascendental: un golpe de Estado perpetrado por la élite globalista. Un proyecto basado en mentiras, chantajes y corrupción.”
El diablo es el señor de la mentira y se pasea tranquilamente por el Vaticano. Otra pieza más en estos momentos de globalización en los que hay que sacrificar la Tradición así como los antiguos órdenes nacionales garantizados por los militares. La gran plutocracia parece querer evitar el empoderamiento de ciertos intermediarios para sustituirlos por títeres civiles más manejables. El paleocomunismo a la antigua, a la cubana, o a lo maoísta, con uniformes y genocidios espantosos o violencia feroz y sanguinaria ya no es grato a nuestros genocidas plutócratas filantrópicos al poder entrar en conflicto sus intereses de dominación global mundial con los de la salvaje burocracia comunista cerrada y primitiva que protege los suyos.
Lo de «dictadura», aunque sea la del proletariado, hay que reconocer que suena mal. No es posmoderno, ni resilente, ni de perspectiva de género, ni propio del cambio del clima climático climatizable. Donde esté un buen proceso electoral amañado y unas instituciones prostituidas pero que mantengan cierto grado de apariencia mohatrera que se quiten los militares, no vaya a salir alguno con honor, patriotismo y sentido de Estado y nos fastidie el negocio. También conviene colocar a “uno de los nuestros” en la monarquía absoluta vaticana. Lo de los cónclaves posmodernos woke se sospecha que está sujeto a toda clase de dímes y diretes. Pero la “democracia” prostituida o falsificada, incluso con ribetes plebiscitarios, «el que no está conmigo es un fascista«, constituye hoy la dinámica general de avasallamiento de los pueblos. Mejor disimular con la cosa esa del sínodo sinodal para como en la viejas asambleas votar a mano alzada lo que diga el Partido. Otra ventaja es que los disidentes o callan o se descubren solos.
El comunismo posmoderno o woke se está imponiendo por la vía “democrática” de la narco corrupción, la mentira, las trampas y el fraude electoral también en Hispanoamérica. Incluso el infiltrado Vaticano de Bergoglio y la jesuita Teología de la Liberación están en el mismo juego renegando de la obra civilizadora y evangelizadora de España en América. Los Foros de Puebla o San Pablo van imponiendo su agenda liberticida en todos esos países, que van tras la senda venezolana. El comunismo posmoderno como el que se está intentando implantar ahora, también en España, viene desde el Poder globalista, de las grandes corporaciones y cuenta con la complicidad de instituciones internacionales y nacionales. Lo de Trump puede ser un escollo pasajero o un cambio de planes.
Se precisa una previa perversión orwelliana en el lenguaje posibilitada por la prostitución de los grandes media blanqueadores de la tiranía, y falsificadores de la realidad. Si un tipo como Neruda explicaba que de los yelmos de los aguerridos conquistadores caían bonitas palabras como joyas preciosas ahora es la tele y los medios de confusión de masas quienes escupen su jerga estupefaciente formadora de cuentos para mejor narcotizar al populacho. Y si nos han elegido ergo ya estamos legitimados para cualquier futuro atropello. Lo mismo sirve para la cooptación en cónclave. Y en el que viene puede pasar de todo.
En los próximos días es posible que nos dejen ver qué influencia haya tenido en Bergoglio la experiencia de haber estado tan cerca de la muerte. La comprensión de que ni la vida ni el poder político duran siempre y que es preciso enfrentarse a las realidades espirituales. Esta prórroga vital puede servir para rectificar su mandato o acaso acelerar para intentar completar su obra devastadora en el tiempo que le quede.
Sic transit gloria mundi.