jueves, diciembre 12, 2024
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El hielo del Ártico solo se funde en los modelos

Comunicado de la Asociación de Realistas Climáticos

Ante la noticia de que el Ártico podría quedarse sin hielo antes de 2030, la Asociación de Realistas Climáticos (ARC), formada por científicos y académicos, desea hacer público el siguiente comunicado:

En 2007, el exvicepresidente norteamericano Al Gore recibió el premio Nobel de la paz por sus esfuerzos por dar a conocer los peligros del cambio climático causado por el hombre. En su discurso al recibir el premio, Al Gore habló de un estudio que pronosticaba que el Ártico podría quedarse sin hielo en tan solo siete años, es decir en 2014. Desde entonces los estudios catastrofistas que pronostican la pérdida del hielo Ártico se suceden con regularidad. El fin del hielo en el Ártico ha sido pronosticado por expertos en los medios en múltiples ocasiones para 2008 (Barber, 2008), 2012 (Zwally, 2007), 2013 (Maslowski, 2007), 2016 (Wadhams, 2012), y 2030 (Serreze, 2018). Sistemáticamente la realidad va desmintiendo las predicciones de estos “expertos”. Y ello es así porque todos estos estudios están basados en modelos climáticos, y la realidad muestra que el hielo del Ártico dejó de reducir su extensión en 2007 y desde entonces permanece estable. Cada mes de septiembre desde 2007 el hielo que cubre el Ártico alcanza su extensión mínima de en torno a unos 4,6 millones de kilómetros cuadrados, sin mostrar una tendencia significativa.

Esta estabilidad del hielo ártico, que tozudamente muestran los datos de los satélites, tiene lugar a pesar de que el nivel de CO2 de la atmósfera ha aumentado más de un 10% en estos 17 años y la temperatura global lo ha hecho en 0,46°C según el registro del sistema Copernicus europeo. La falta de respuesta del hielo ártico ante los cambios en la temperatura y el CO2 deberían llevar a cuestionar nuestro conocimiento de las causas que motivan sus cambios de extensión. Varios artículos científicos relacionan dichos cambios con la variabilidad de factores naturales, como la actividad solar y las corrientes oceánicas que alcanzan el Ártico.

Si nosotros ignoramos a qué responden los cambios en el Ártico, nuestros modelos tampoco pueden saberlo, y están programados para ligar la extensión del hielo ártico a los cambios de CO2 y temperatura. Pero los modelos permiten a los científicos publicar artículos catastrofistas que luego son recogidos por los medios para alarma de los ciudadanos. En junio de 2023 los titulares de las noticias de todo el mundo destacaban un estudio científico, publicado en la revista Nature Communications por Kim y colaboradores, que advertía de la posibilidad de veranos sin hielo en el Ártico en la década de 2030, independientemente de nuestros esfuerzos por reducir las emisiones. En diciembre de 2024 los medios se han hecho eco de otro trabajo publicado en la misma revista por Heuzé y Jahn que advierte que el primer día sin hielo en el Ártico podría llegar antes de 2030. Ninguno de los dos artículos menciona que el hielo ártico lleva casi dos décadas sin reducir su extensión.

Este contraste brutal entre lo que muestran los datos y lo que se nos cuenta en los medios es característico del tema climático, donde se seleccionan los artículos más catastrofistas y menos fiables para dar una versión sesgada del cambio climático. Y esta es la razón de que exista la Asociación de Realistas Climáticos.

Entre 1998 y 2014 hubo una pausa en el calentamiento del planeta que hizo correr ríos de tinta y alimentó el escepticismo sobre una crisis climática. Se publicaron decenas de artículos científicos investigando sus causas. Con el fenómeno del Niño en 2015 retornó el calentamiento, y desde entonces los registros oficiales de temperatura han sido cambiados de forma que la pausa en el calentamiento dejó de existir y todos esos artículos científicos se convirtieron en papel mojado. Pero en 2015, Swart y colaboradores exploraron con modelos climáticos en un artículo publicado en la revista Nature Climate Change, la probabilidad de que tuviera lugar la pausa en el declive del hielo ártico, que en aquel momento contaba ya con siete años. Teniendo en cuenta el aumento del efecto humano sobre el clima, los autores concluían que una pausa de siete años tenía una probabilidad de tener lugar del 34%.

Gráfica superior: Datos de la extensión de la banquisa de hielo marino del Ártico procedentes del National Snow and Ice Data Center (NSIDC) de los Estados Unidos. Se considera libre de hielo una extensión de un millón de kilómetros cuadrados.

Gráfica inferior: Probabilidad de una pausa en la extensión del hielo marino del Ártico en septiembre procedente del estudio de Swart y colaboradores (2015) en la revista Nature Climate Change. https://doi.org/10.1038/nclimate2483

Sin embargo, la pausa en el declive del hielo dura ya 17 años y, según dicho estudio, una pausa tan larga solo tiene una probabilidad del 10% con las emisiones de CO2 que venimos realizando. Dicho de otra manera, hay un 90% de probabilidades de que los científicos y sus modelos estén equivocados con respecto a las causas del declive del hielo ártico. Si la pausa dura cuatro años más su probabilidad caerá al 5%, momento en el que habrá que rechazar la hipótesis de que seamos responsables de la disminución del hielo en el Ártico. Obviamente, semejante fallo en los modelos hace cuestionar que con respecto al clima del resto del planeta estén más acertados. Los modelos no son fiables y los estudios basados en ellos tampoco. Sencillamente, hay muchas cosas del clima que todavía ignoramos y el cambio climático natural es una de ellas. Y los modelos no pueden incluir lo que nosotros no sabemos.

Los estudios científicos muestran que hace miles de años el Ártico tenía mucho menos hielo en verano que ahora y que, comparativamente, nos encontramos en una situación de abundante hielo en el Ártico. Se han encontrado esqueletos de ballenas de Groenlandia con 7.000 años de antigüedad en costas que ahora están permanentemente cerradas por el hielo y que se encuentran varios cientos de kilómetros al norte del rango actual de dichas ballenas (Bednarski, 1990). En esa época, y hasta hace 2.200 años, el Mar de Barents estuvo libre de hielo buena parte del año y sus aguas eran hasta 4°C más cálidas que hoy (Brice y col. 2020). Si vamos más atrás en el tiempo al anterior interglaciar hace 125.000 años, Groenlandia estuvo 5°C más caliente que hoy con un 35% menos de CO2 (Landais y col. 2016). A lo largo de los últimos 540 millones de años la Tierra solo ha tenido casquetes en ambos polos como ahora durante menos del 10% del tiempo. Estamos por tanto en uno de los periodos más fríos de la historia de la Tierra. Además, los cambios en la extensión del hielo marino no afectan al nivel del mar, al igual que la fusión de los cubitos de hielo en una bebida no hace subir el nivel de líquido en el vaso.

Quien tenga 17 años o menos no ha conocido el declive del hielo ártico, aunque habrá escuchado muchas veces que está teniendo lugar como si fuera un hecho probado. De la misma forma, tras 50 años de calentamiento, la crisis es del catastrofismo climático, no del clima.

 

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