El famoso refrán de «dime de qué presumes y te diré de qué careces» se podría aplicar a todos los integrantes de la despreciable clase política española y se podría hacer sin casi ninguna excepción.
Resulta tremendamente llamativo que desde Sánc-HEZ hasta el último de los diputados españoles presumen de muchas cosas de palabra, mientras que de obra hacen exactamente lo contrario. Pero en el caso de un tipo como Pablo Iglesias la cosa ya es especialmente grave.
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¿Recuerdan una de sus más famosas frases, aquella de «cabalgando en contradicciones»? Pues eso es lo que hacía el tipo continuamente en su acción política, contradecirse a diario. Es el más claro ejemplo de decir una cosa y hacer la contraria, siendo la muestra más evidente la de la compra del famoso «palacete de Galapagar», cuando decía que nunca iba a salir de su barrio y se pasaba el día criticando a los grandes propietarios.
Y aunque ha dejado ya la política, de momento, en esas sigue con sus charlas en televisiones y medios de comunicación. Porque hay que tener la cara de hormigón armado para que siendo, como es, él gran amigo de un presunto narcoestado, como es el venezolano, tenga la desfachatez de insinuar que los demás pudieran ser narcos.
Y a pesar de que Pérez no tenga necesidad de defensa alguna, porque lo puede hacer por sí mismo, no podemos evitar tratar de poner en evidencia a Iglesias cuando hace declaraciones de este tipo porque hay que tener mucha cara para salirnos precisamente él con estas. Hay que tener mucha cara, «venezolano».