Contaba con doce años de edad, su curiosidad era extrema, siempre estaba investigando y construyendo cosas que inventaba. Un día leyendo un libro con su mejor amigo, la enciclopedia autodidacta “el Quillet de los niños”, tuvo la grandiosa idea de construir un proyector para tener su propia sala de cine con sus amigos, así que luego de imaginarlo y diseñarlo minuciosamente, puso manos a la obra para construir su propio proyector de películas.
El diseño era simple, una caja de cartón, una lámpara incandescente, una lupa y un mecanismo de tracción con una manivela para hacer correr la cinta. Le llevó un par de días construir el artilugio y varios más dibujar la trama de la historieta en una tira de papel de calcar que pegaba una detrás de otra hasta completar la historia. Llegado el día hizo las pruebas necesarias proyectando la película sobre el blanco de la puerta de su habitación. Lo que más le costó fue calibrar la lupa que hacía de lente, pues ésta, además de tener que verse nítidos los dibujos, tenía que revertir la imagen proyectada para que se viera correctamente. Luego de varios intentos fallidos intentando graduar la imagen, fue por la solución más sencilla, invertir la película en vez de usar dos lupas, así la imagen se vería correcta con una sola lente.
Luego de las pruebas pertinentes y cuando ya estaba satisfecho con el resultado obtenido, invitó a sus amigos a merendar, mostrarles el invento que había construido y ver la superproducción de cine llamada “donde disfrutan los amigos”. La trama era simple, después de un día de juegos, aventuras y desventuras, un grupo de amigos se reunían a descansar y charlar alrededor de una fogata donde contaban historias, reían y asaban salchichas pinchadas en un palo. Luego de finalizada la proyección que era una serie de fotogramas (diapositivas) que relataban la historia en viñetas fijas, uno de ellos dijo que estaría bueno que los personajes se movieran. Bastó esa sugerencia para que “el inventor” (así lo llamaban sus amigos) se pusiera a mejorar el proyector para darle movimiento. Buscó un viejo motorcito eléctrico de ventilador de mano y lo adaptó al proyector para que el carrete de cinta girara dándole así sensación de movimiento a los fotogramas fijos, pero esto tenía un inconveniente, necesitaría muchos más dibujos de los que había hecho y le llevaría demasiado tiempo terminarlos. Luego de pensarlo un rato, decidió probar la cinta, pero sin contenido, solo una tira de varios metros de papel de calcar en blanco para ensayar su funcionamiento y calcular cuánto duraba la cinta antes de terminar el rollo de proyección, luego se dedicaría a la tediosa tarea de dibujar viñeta tras viñeta hasta completar los varios metros de papel de calcar que se necesitarían, pero ahora bastaba con probar si su invento funcionaba correctamente.
Preparó todo, puso la cinta en el carrete y una noche calurosa de febrero mientras todos dormían, le dio a la perilla de encendido y el proyector comenzó a correr. Cuál fue su sorpresa cuando en la pantalla comenzaron a aparecer imágenes que él no había dibujado, una tras otra mostraba como en una filmadora super ocho, su vida diaria, pero como si mirase desde sus ojos, como que esas imágenes que veía proyectadas en la puerta se hubieran grabado desde su retina. Absorto y asombrado no podía dejar de mirar como pasaba su infancia, sus amigos, su juventud, sus amores, su adultez, sus triunfos y fracasos y ya mayor, su muerte, rodeado de gente que ahora no conocía, pero sentía que eran sus seres queridos, sus hijos, sus nietos, su pareja sosteniendo su mano mientras acariciaba su senil rostro. Del otro lado de la puerta se veía una multitud de seres fallecidos que venían a recibirlo para acompañarlo a un lugar más allá de las estrellas, donde el cielo esperaba su llegada y la tierra su partida. La proyección duró solo 42 segundos, cuarenta y dos segundos que fueron suficientes para recorrer todas sus vivencias, alegrías, tristezas y acontecimientos de toda una vida. La pantalla en blanco y el ruido del motorcito girando golpeteando la caja con el final de la cinta de papel, lo volvió a la realidad ¿Qué había pasado? ¿Lo visto era real o solo un sueño de su imaginación, un relato fantástico de su inquieta mente? Quedó choqueado, atónito, incrédulo ante tal experiencia. Sus ojos humedecidos por las lágrimas al ver su futuro que todavía no había pasado, le anudó la garganta, le cerró el pecho y le cortó la respiración mientras un escalofrió recorría su tembloroso cuerpo. Se acostó confundido y temeroso pensando en lo sucedido, intentando dilucidar algo que no comprendía. Soñó que el proyector era él y que miraba al exterior por el ojo de la lupa como si fuera un óculo mágico observando la película de su vida, la película desde el interior de la caja que era él mismo. En sus oídos una frase se repetía como venida del mismo proyector mientras miraba al exterior viéndose a sí mismo mirando la película, el futuro existe y ya pasó, solo falta recorrerlo y llegar a casa. Durmió profundo, ya no soñaba, cuando despertó no era el mismo, ahora conocía el principio y el fin de su existencia, conocía el infinito en lo finito, había visto su vida entera desde el proyector de cartón.