viernes, noviembre 22, 2024
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Transpájaras

Artículo de Ana Tidae

Una viñeta, o meme, o como se quiera llamar, que circula por las redes dice algo así: “una vez que despiertas, ya no ves políticos ni periodistas, sólo ves actores”. Personalmente, la sensación que me perseguía desde la infancia de que los medios y parte de la “cultura” estaban en manos de gente o muy estúpida o muy malvada marcando un lento pero constante viraje hacia la subversión moral, pasó a ser la convicción de que había una mano pérfida tras la pantalla a raíz de ver la intervención de un tertuliano en televisión cuando sucedió el espantoso atentado de Vallecas. No recuerdo su nombre, yo era aún muy joven y sólo veía la tele a pequeños trompicones esporádicos. Pero ese día de algún modo confirmé mis sospechas de que los espectadores estaban siendo sometidos de forma habitual a una doma inimaginable, a través de la neurona espejo. Fue como un flash definitivo. Conmigo pinchó en hueso aquel tipo y quedé inmunizada de por vida. 

Del mockingbird, u operación Sinsonte, no oí hablar sin embargo hasta hace pocos años. Por lo que podría decir que vi el plumero del pajarraco mucho antes de saber de su existencia. Existencia que por supuesto hoy es negada o reconocida como cosa del pasado, e incluso fantasía “conspiranoica”, pero que hoy… quita… qué va… no, no. Desde aquel fogonazo del tertuliano de Vallecas lo que aprendí a distinguir es que la intensidad de los aspavientos de los periodistas y adláteres  o de la frunción de su ceño es directamente proporcional a la prioridad de la “agenda” que se les ha encomendado embutir en los cerebros de la masa.

En España, en Occidente, la verdadera cámara legislativa no se encuentra en el teatro parlamentario. Las “cámaras legislativas” son… las de televisión. Los llamados juicios paralelos de la prensa son en realidad juicios convergentes. El ejemplo más palmario, el caso de “la manada” de Pamplona. Los grandes (por cifras de audiencia, no por grandeza de espíritu) presentadores se erigen en jueces, los tertulianos en fiscales y abogados, y la audiencia en una suerte de jurado popular de turbamulta. Todo ello suele acabar materializándose en las sentencias reales.  En estas psy-ops concertadas sólo tengo dificultad para determinar el grado de implicación de los reos, si son meros pardillos seleccionados por sus circunstancias óptimas o si también cobran por interpretar su papel.

Y con esta perspectiva del teatro guionizado he interpretado el corte que he visto por las redes de unas sobreactuadas pastoras de rebaños (Susanita y Sonsolitas) juzgando a la dulce flor barbuda que ha cambiado de “género” ni más ni menos que en Ceuta. 

Legislar no es un juego, ni parece ser nada fácil y banal. No soy jurista, pero es de sentido común que un requisito fundamental a la hora de elaborar una ley es no poner a huevo la comisión del abuso o fraude de dicha ley, así como reducir en lo posible la subjetividad en su interpretación. Evidentemente las leyes defecadas por aficionadillas fanatizadas no cumplen prácticamente ningún requisito de una buena ley, empezando por la necesidad o no de crearlas. Y teniendo en cuenta que a la par de la promulgación de leyes oclocráticas también se produce la degradación ética de un número creciente de individuos que se aferrarán a dichas leyezuelas abusables, el resultado de tal combinación sólo puede ser desastroso. Tal y como calculan los que ponen a legislar a sus criaturas (de laboratorio) y a predicar a sus otras criaturas

Pero sucede que la gran mayoría de los actores políticos y mediáticos, millonarias y amorales máquinas expendedoras de agendismo, viven ignorantes y despreocupados de las consecuencias a corto, medio y largo plazo de toda la toxicidad por encargo que liberan día tras día sobre la sociedad. Todos ellos viven en una realidad paralela, y privilegiada. Puede comprobarse este hecho en el vídeo del youtuber Inocente/Vida Duke entrando en los baños de mujeres del Congreso con su flamante DNI, donde una diputada balbucea que “nunca se les había presentado ningún caso”. Y eso que seguro que Vida fue muy discreta y comedida, porque en el fondo es una caballera. Una caballera demasiado lista y con temple, tal vez por eso los medios no la han utilizado a ella para confrontar la situación y sí en cambio han encontrado, oh casualidad, a una serie de personas pertenecientes a las ¿fuerzas? armadas y de seguridad “del estado” para el papelón.

Los actores diputados votan sobre ideas y falacias que les vienen de arriba, nunca sobre hechos ni realidades que a ellos les preocupen de verdad (nada parece preocuparles salvo su sillón). Y, aunque todo obedezca a un guion mayor, a veces la materialización de sus desidias y chapuzas les impelen a intentar recular. Pero en este caso, como la criatura legisladora es intocable pues está colocada ahí por los verdaderos amos, ninguno de los partidos del desgobierno se atreve a lanzar la iniciativa de cambiar la ley demencial que perpetró. Por lo tanto encargan a la otra cámara legislativa, la de televisión, que agite el tema para que aborden la situación como a ellos les gusta, argumentando que han “escuchado al pueblo” y a los verdaderos afectados.

La ley vigente es la que es, y todos sabemos que está penado cuestionar si quiera al “autopercibido” o musitar cualquier insinuación. Sin embargo en ese plató nadie simuló medir sus palabras ni sus gesticulaciones para verter acusaciones de todo tipo sobre la delicada Gones, llamándola fraudulenta y gentuza, “única persona a la que me he arrepentido de traer”, etc,  y hasta  se puede ver a una sobreactuada Sonsoles – tan pésima actriz como Susanna- argumentando todo lo que cualquier persona no trastornada ha venido manteniendo con o sin ley, cosas del tipo de que el pasto es verde. Los delitos de odio cometidos durante esa puesta en escena se acercaron, aunque poco, a los de la cota del “lanzallamas” o “hacer la vida imposible” para los esquivos de la inoculación. Pero si la ley vigente es la ley vigente, con ella en mano todo el que estaba en ese plató la ha violado con ensañamiento ante millones de testigos. ¿Serán demandados? ¿El teatro concertado se terminará justo en ese punto, sin que sean demandados pero sí sea llevada la ley “a debate”? El tiempo lo dirá. Mi apuesta es que no lo serán, o que en todo caso  el asunto acabará en la fiscalía más conveniente a la espera de archivarlo cuando a la masa se le olvide. Un par de días.

Mientras tanto, otra ley patócrata habrá producido – “no se podía saber”- infinidad de destrozos irreversibles. Los récords para el deporte femenino quedarán imbatibles, destruyendo toda motivación para las deportistas (salvo que se anulen retroactivamente, en nuevo berenjenal),  numerosos adolescentes vulnerables tendrán secuelas por haberse dejado arrastrar por una moda trágica (excluyo aquí a ese minúsculo porcentaje de transexuales verdaderos), cierta cantidad de agresores quedarán impunes, y las cárceles femeninas que han empezado a recibir “autopercibidas” lesbianas mostachudas tendrán problemas serios. Pero ni los actores políticos ni los mediáticos reflexionarán jamás sobre su papel “transformador de la sociedad” bajo guiones y directrices maquiavélicos. Ahora mismo estarán  pendientes del móvil y el correo para ver qué nuevo encargo de intoxicación mental manipuladora tienen para mañana, qué chapuza tienen que maquillar, o qué crimen les toca encubrir.

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