Artículo de Alfonso de la Vega
“Va vestido de verde
Lleva un antifaz verde
Tiene voz de lagarto
Y hechuras de capón”
(Camilo J Cela, el del Premio)
Otrora el Carnaval que precede a la Cuaresma se consideraba una válvula para aliviar presión social, para permitir el alivio de tensiones mediante el permiso para realizar trasgresiones de un orden acaso demasiado estricto. Hoy reina el desorden moral, político y económico, la trasgresión suicida, y en cambio, el Carnaval significaría una especie de vuelta provisional al orden tradicional de las cosas. Un orden tradicional ligado al calendario fenológico como el que simbólicamente representa el sector agrario, que permite lo verdaderamente sostenible, gracias al uso inteligente de la actividad solar y de la fotosíntesis.
Hoy los nuevos terroristas de la más sostenible insostenibilidad tratan de dejar los campos yermos, como solares para colocar sus odiosos y horribles cacharros captadores mecánicos de energía solar. La represión de los agricultores y ganaderos manifestantes contra la tiranía de la plutocracia instrumentada por la corrupta UE de comisionistas depravados y sus cómplices tiene el lado positivo de mostrar al más topo la presente degeneración de Occidente donde el hombre común, el ciudadano, sobra. No hay que preocuparse, la tenebrosa jefa comisionista de la UE ha declarado en el colmo de la desvergüenza y el cinismo que le da impunidad delictiva que “la culpa la tiene Putin”.
Si lo de la actual UE se ha convertido en una trampa mortal para avasallar a los pueblos, aquí disfrutamos en particular la verdadera naturaleza del actual régimen borbónico, que está perdiendo todas sus caretas pretendidamente democráticas para instrumentar un despotismo institucional devastador.
Los represores en todos los escalones debieran entender que comen gracias a los que están arruinando y ahora reprimiendo. De este gobierno tampoco debe sorprender nada. Las mafias sindicales del Régimen se comportan como lo que hoy son, unas mantenidas al que las han puesto piso y soldada que desean agradar al que las paga por lo que renuncian a defender los legítimos intereses de los productores. Hay policías que parece que disfrutan golpeando o apaleando a manifestantes o gente pacífica e indefensa. Violencia represiva que sin embargo no aplican a los verdaderos delincuentes que crecen con el neo despotismo socialista en número, impunidad y vigor.
Pero no se entiende, ni siquiera en un Borbón, el proceso de degeneración experimentado por el desempeño de don Felipe como teórico Jefe del Estado y responsable último de lo que pasa. Resulta casi imposible hacerlo peor. Si esto sigue así, y por desgracia no se observa ningún propósito de enmienda, no va a tardar mucho en tener que salir camino de Cartagena huyendo como su corrupto, cobarde y estulto bisabuelo. Mucho me temo que la pobre princesa Leonor se nos va a quedar compuesta y sin Trono. Una pena, tanto entrenarse de valiente austera militar made in OTAN, cuerpo a tierra por esos olvidados pegujales de Dios para nada.
A lo largo de la historia ha habido muchas revueltas de campesinos. Son famosas las de la Guerra de los cien años contra los abusos de los señores feudales. En general, las revueltas campesinas suelen coincidir con periodos continuados de sequía relacionados con la actividad del sol, lo que avalaría que la teoría del cambio climático de origen antropogénico no es sino una maniobra criminal para el sometimiento del pueblo a los intereses canallas de la plutocracia.
Pero ahora no es el inconsciente sol sino los abusos del nuevo feudalismo con políticas agrarias devastadoras de procedencia globalista las que quieren provocar ruinas y hambrunas. Se trataría quizás de la mayor amenaza a la agricultura desde el Neolítico, comparable con los horribles desastres provocados por Mao tras la toma de poder comunista en la gran nación asiática.
Los agricultores tradicionalmente temían a los meteoros, a las fuerzas de la naturaleza. Sequías, heladas, plagas, epizootias, incendios… que podían causar estragos en su vida y patrimonio. Y si en otras épocas los poderosos les quemaban las cosechas para aterrorizarles o en represalia o como forma de dominación, ahora la incertidumbre derivada de Naturaleza ya no es la principal fuente de problemas. Con la posmodernidad, la mayor causa de destrucción del mundo agrario, el enemigo, está en el Poder, en la traición de gobiernos e instituciones tanto públicas como privadas de cuyas felonías apenas tienen posibilidad de defenderse.
Pero la sociedad española sigue obnubilada y apenas reacciona, sin acertar a poner la mano en la herida y menos a identificar el arma agresora causante de la mortal hemorragia. Ni siquiera parece funcionar el más elemental instinto de supervivencia.
El despótico gobierno de Su Majestad nos muestra quiénes considera sus enemigos: los agricultores y ganaderos, los trabajadores, la gente, el pueblo. Modifica código penal y procesamiento criminal para favorecer a los delincuentes. Tolera la creciente delincuencia multiculturalista especialmente dirigida contra las mujeres, no protege las fronteras para favorecer las invasiones, pero arruina y reprime a los españoles que trabajan y tratan de conservar una actividad absolutamente imprescindible para la sociedad. Promueve las futuras hambrunas que amenazan el horizonte en un proceso de despoblación programada.
“Sine agricultura, nihil”, reza el lema de los ingenieros agrónomos y es una verdad tan grande como los Pirineos. Este asunto del futuro hambre nos afecta todos, no solo a los productores directamente agredidos. «Como cómicos en Cuaresma», se decía antes, cuando se buscaba oficio o beneficio o se estaba a verlas venir. Sí los actuales terroristas contra el sector agrario terminan saliéndose con la suya, estaremos en ayuno y abstinencia perpetuas. El que sobreviva.
Todas las maniobras genocidas y esclavistas de la plutocracia satánica vienen disfrazadas de buenas intenciones «basadas en siensia» y en «modelos matemáticos» (Ángel Núñez tiene razón en mi opinión en todo lo que plantea en su artículo de hoy), en «progreso» e imágenes hermosas.
Una vez perpetrados los mecanismos de aniquilación, es cuestión de tiempo que hagan su efecto y poder decir, para quien quede y aún sea capaz de ̶e̶s̶c̶u̶c̶h̶a̶r̶ oír que fue un error impredecible, que «uppsss». Sean medidas «sanitarias», sea inoculación masiva, sea demolición de fuentes de energía, sea vaciado de reservas de agua, sea inutilización de suelos, sea sabotaje de la producción agrícola, ganadera y pesquera que se solapa en el tiempo (el consumo no se produce al día). Todos sus crímenes maquiavélicamente planificados vendrán disfrazados de «error involuntario». Pero con el destrozo consumado. Y el caso es que esto lo ve cualquiera que no esté bajo hipnosis o tenga el CI de Belarra y Montero.