El delito de terrorismo es tan grave que se considera incluido en la diversa tipología del Tratado de Roma de 1997 en la tortura o el genocidio, como una de sus modalidades. Por lo tanto, no prescribe en el tiempo. En el código penal español aparecen regulados en los artículos que van del 571 al 580. Consistiendo en la comisión de ciertos delitos graves con un fin determinado, las organizaciones que lo cometen suelen tener una estructura jerárquica muy concreta, bastando la mera pertenencia al mismo (tras mucho tiempo y habiendo participado en la organización del grupo, según la jurisprudencia). La promoción, constitución, organización y dirección definen de por si al sujeto en sí como auténtico terrorista pues no sólo tuvo conocimiento de los hechos que ocasionaron el terror, sino que pasó a ser uno de sus coautores.
Entre los objetivos de este delito figuran la vida, la integridad física, la libertad e indemnidad sexual, el patrimonio, los recursos naturales, la salud pública, el riesgo catastrófico y otros, siempre y cuando haya, como en todos los casos, una intención de daño que recibe el término jurídico de dolo.
Haciendo un análisis de quiénes han podido cometer o están cometiendo ese delito y desde qué organización, si expandimos el término y lo abrimos a lo políticamente incorrecto, llegamos a conclusiones escalofriantes. Podríamos decir que todo lo referido a los encierros del covid, el daño a la economía que sufrió la población española con esa caída del PIB en un 18%, la introducción de las vacunas (o mejor dicho venenos de las farmamarfas, ministerios de sanidad involucrados y otros agentes), los efectos por estas inyecciones en no pocos casos letales que, por cierto, se siguen produciendo, el uso de mascarillas que generan hipoxia y acidificación de la sangre, así como daño al sistema inmunológico y al funcionamiento del cerebro, órgano que es el que más oxígeno necesita, todo ello sin tener en cuenta el grafeno, nanotectología y el uso de las ondas 5G, que son dañinas, nos pueden inspirar un delito de terrorismo en una novela de ficción. Si partimos de la idea de que tanto el gobierno como los medios de comunicación, financiados por el Estado, se dedicaron a esparcir el miedo, mañana, mediodía, tarde, noche y madrugada, mientras las fuerzas policiales nos tenían aterrorizados y sin poder salir de casa ni abrir nuestros negocios, no fuese que nos encontrásemos con un agente que parecía poseído por el bicho de la rabia, sumados todos estos ingredientes, sería lógico pensar que el gobierno de Pedro Sánchez habría cometido un delito de terrorismo, el cual siguió en los siguientes años, aunque de manera muy suave e imperceptible, una vez que los españoles se habituaron a la nueva normalidad: cada vez menos derechos, cada vez más controlados y con más miedo a hablar claro a los que nos gobiernan.
También lo habrán cometido aquellos periodistas “bien pagaos” que se dedicaban a soltar soflamas del tipo “a los no vacunados hay que llevarlos a un campo de concentración”, “son unos irresponsables peligrosos” y otras perlas semejantes. Del mismo modo, lo estarían cometiendo aquellos medios que alertan de la necesidad del uso de mascarilla e incluso lo imponen en los centros de salud (véanse los distintos parlamentos que ya se han pronunciado o las órdenes dadas por la ministra de sanidad de España hace escasamente unos días, de manera ilegal al no haber sido ni publicadas en el BOE) o aquellos que nos hablan de virus X, incluso desde el Foro de Davos.
Sin embargo, pese a la evidente gravedad de lo antes enumerado, está muy clara la intención terrorista de las élites que eligen a los gestores de las corporaciones nacionales, que están a punto de cerrar la edición anual del Foro de Davos, en el que se deciden o, mejor dicho, se reafirman las intenciones satánicas que comenzaron a ponerse en práctica en marzo de 2020, el año del pistolezado de salida para el gran genocidio de la humanidad. De todas las formas, sea como fuere, por las buenas o por las malas, su fin es imponernos su terror; si no les creemos (sabemos que el miedo opera durante un tiempo y después, una vez descubiertos sus monstruosos demonios en sus cuerpos tiránicos), optarán por otros medios, y qué mejor vía que hacerlo mediante la creación del entorno que nos haga sentir primero esa inquietud y después ese terror, de manera sibilina, estudiada, analizada y para eso se reúnen, da igual que sea en el Consejo de la ONU, en el parlamento europeo, en Davos, en sus encuentros anuales, de sobra conocido en hoteles de lujo o cualquier otra ocasión que se les ocurra (el Club Bilderberg). Para hacer el mal a la humanidad y planificarlo, así como revisar los objetivos y recursos, siempre hay tiempo pues tienen todo el dinero del mundo.
Empleando todos los recursos posibles (la economía, la industria agroalimentaria, la agricultura, la división por sexos, el LGTBIQ+, la pedofilia, el control absoluto de la información en detrimento de lo que llaman eufemísticamente desinformadores, la vigilancia exhaustiva del ciudadano, el uso de monedas digitales, las investigaciones ante la mera sospecha de que alguien pudiese cometer un delito, el uso de la denuncia ajena y potencial, sea quien sea, para recordarnos que un ojo nos vigila, el ojo de la pirámide del billete de un dólar, el consumo de insectos, la incitación a la violencia hasta generar la guerra que dé solución a todos sus problemas, si sus anteriores planes fracasan..), la técnica es bien simple. El terrorista no dice que lo es para no ser descubierto, disfrazándose de las mejores intenciones. En los diversos protocolos sionistas posteriores al de los Sabios de Sion, como el informe 201 de Henry Kissinger de 1974, el de Montreal de 1967 o el de Toronto de 1985 se explican muy bien sus técnicas, por lo que recomiendo al lector que los revise para entender mejor las maniobras oscuras de sus políticos. El uso de los derechos, de la justificación de la defensa de las minorías y la instauración de leyes que no sólo los protegen, sino que además castigan penalmente a los que los consideran atacantes, así como la justificación de todo ello por el bien común, en una situación muy peligrosa donde la sociedad y sus estructuras corren un peligro muy evidente y el individuo ha de sopesar sus intereses personales, por pura lógica satánica, para ver si es mejor renunciar a sus derechos, de modo que sea el Estado el que se lo gestione y tome sus decisiones por él, se convierte en una prioridad, sobre todo si comienzan a crear un escenario de terror a través del cambio climático, uno de los campos de experimentación a través de ondas Harp desde inicios de los años 70.
Es un terrorismo atroz, por cuanto sus autores y creadores llevan muchos años pensando y creando las formas, de una manera tan lenta y oculta que nunca se sabe cuándo van a dejar la bomba; se conoce lo que quieren hacer contigo, pero no ni cuándo, ni cómo, ni dónde, sobre todo si estos terroristas ocupan posiciones de poder (ya sea en organismos internacionales, comprados y guiados por los intereses sionistas de los Rothschild y los Rockefeller, ya sea en los gobiernos donde colocan a sus títeres psicópatas a dedo, a pesar de su manifiesta ineptitud para el quehacer público y responsable).
Preguntarnos si el gobierno es terrorista, si los grupos como ETA no han sido financiados por la CIA americana, si Hamás no ha recibido la ayuda de sionismo y del Estado de Israel, si los movimientos terroristas musulmanes no han recibido fondos para liarla, como suele decirse o si lo que corre por las venas de estos criminales no es sangre roja sino sangre negra, con ese típico olor que los junta y hacen que se reconozcan unos a otros como hermanos de una secta, no es descabellado. ¿Cuándo el gobierno de Pedro Sánchez no ha intentado infundirnos miedo? ¿Qué transmiten los medios si no es además odio hacia los que no piensan como ellos y les quitan sus máscaras, dejando sus rostros sangrantes de rabia?
En fin, terrorismo, no lo que nos dicen los juristas, terrorismo del ser humano a reconocer lo que es porque su cometido es convertirse en el monstruo que le conviene a las élites, terrorismo a la hora de decir lo que clama la justicia de los seres humanos que defienden y dicen su verdad. Y frente a ellos mucha luz para que queden ciegos, porque incluso hasta en Davos celebran sus rituales satánicos, escondidos, con prostitutas al gusto de los invitados, dentro de sus oscuras cuevas y tétricos palacios, donde la luz de la verdad es para ello la muerte, aunque muchos de ellos ya lo están y no se han enterado hasta la fecha…
Impecable, perfecto, todo propio de un ser de luz
Así es,Terrorismo de Estado y tecnologías finas y carísimas para hacer ‘magia potagia’.
Magnífico trabajo, mi enhorabuena a su autor y a este diario. Echo en falta la inclusión, junto a los citados protocolos, de la clarificadora carta de A. Pike a G. Mazzini en 1871 sobre las Tres Guerras Mundiales
Sí, todo se ve mal, pero podemos defendernos. No acepte su moneda digital. No compres sus coches eléctricos. Protesta si cierran la agricultura y la pesca. No comas su carne falsa ni sus insectos. No se ponga sus peligrosas vacunas. Niéguese a usar una mascarilla. Mostrar desprecio por sus tonterías sobre el cambio climático.
Piensan que pueden comer el mundo entero, pero pueden descubrir que han mordido más de lo que pueden masticar.
— Ben Garrison
Lo que propone sería posible si no viviéramos en una dictadura de férreo pensamiento único y absoluto control tecnológico (IA programada contra la disidencia) como la que en Davos acaban de anunciar