Artículo de Alfonso de la Vega
En esta lamentable mezcolanza entre esperpento y comedia bárbara valleinclanesca en que el pintoresco trío de artistas Felipe Leticia Sánchez está convirtiendo a Palacio hasta terminar siendo la ridícula comidilla de medio mundo, cabe recordar las dos soluciones emblemáticas que Valle ofreció ante casos de cuernos in fraganti. Debemos a este artista gallego ilustre toda una saga de episodios históricos, no sé si nacionales. Así, el esperpento Los cuernos de don Friolera o la comedia bárbara Divinas palabras. Con sendos finales opuestos, uno trágico, el otro caritativo aunque patético con sensación de fracaso, algo parecido al del Lazarillo, obra maestra pionera de otro género que ha dado y sigue dando mucho juego en el reino de España: el de la novela picaresca.
Observamos con perplejidad creciente como la dinastía borbónica está siendo sustituida por la Rocasolano, como lo prueba el hecho de su creciente relego o incluso expulsión de Palacio de la original, reyes eméritos incluidos. Alguna de las nuevas “miembras” recordarían personajes sacados de La Colmena o Tobogán de hambrientos. Quien manda y corta el bacalao es la consorte y no el titular.
No deja de ser paradójico que una de las razones argüidas por la audaz consorte para expulsar de Palacio y desterrar a su suegro haya sido la pretendida vida sexual desordenada del emérito. Con todo el revuelo armado por Bárbara Rey por unas grabaciones eróticas supuestamente grabadas con el emérito sería justicia poética que también otras grabaciones similares pudieran terminar haciendo caer a la incoherente instigadora de su exilio. Llama la atención el desparpajo e imprudencia de sus actuaciones. Esa creencia en que la impunidad puede mantenerse de modo indefinido suele estar en la causa de muchas debacles personales e históricas. Asimismo, por esas fechas el diario británico Express estimaba la fortuna de la reina consorte en unos ocho millones de euros, cosa admirable que muestra lo bien que maneja la economía doméstica y los ahorrillos.
Pero habría una tercera solución al caso no contemplada por Valle Inclán y más habitual en estos tiempos civilizados, la separación o el divorcio. En efecto, lo que ya no se debería seguir haciendo es el mantener la cara de tonto, el no me entero de nada o el conmigo no va la cosa. Una opción cómoda y valida para el simple particular con vocación y maneras de cornudo consentidor pero que no es permisible en ciertas autoridades, y menos aún, para la Monarquía, institución que se basa precisamente en el linaje pero no en el mérito o la virtud. Además, existe una razón práctica: malamente puede representar ninguna autoridad política mi influir en la cosa pública de acuerdo con la constitución, quien se muestra incapaz de poner orden en su propia casa, ni hace aprecio de su dignidad personal.
Las mentiras se han enseñoreado del Reino. Por parte de instituciones y medios de intoxicación se ha tejido una intrincada mohatra para encubrir la realidad, en especial con lo relacionado con la Corona. Se forma una realidad paralela en la que nada es lo que nos aseguran que es. Las mentiras son mala base para todos pero más aún para una institución que hace gala de estabilidad y permanencia. La cosa resultaría mucho peor aún si existiese material gráfico de las hazañas eróticas, se usara como posible chantaje o terminara apareciendo en el momento más inoportuno para la suerte de la nación.
Llegados a la lamentable situación actual cabe insistir en que lo mínimo que se puede hacer ya es anunciar la separación oficial. Sea como sea, como diría el entusiasta alcalde de Villar del río, nos deben una explicación, y la deben pagar antes de que la deteriorada imagen real no haya ya forma de levantarla de los suelos.