sábado, julio 27, 2024
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Islas y utopías arrumbadas

Artículo de Alfonso de la Vega

La Navidad y el Año nuevo suelen ser tiempos de reflexión, de indagación en la propia conciencia. A veces añoramos vivir en una isla desierta, a salvo de las acechanzas del Mal. La isla puede ser un exilio voluntario en busca de sí mismo como le ocurrió a Antón Chejov con su viaje casi iniciático a Sajarín.  Una metáfora de la voluntad de sobrevivir rodeada de peligros inminentes como la de Wenceslao Fernández Flórez en Una isla en el mar rojo. Importante obra sobre la guerra civil española y su devastación moral, no tan conocida como debiera por su interés y utilidad en calidad de verdadera memoria histórica.

La isla también constituye un recurso literario que permite la exposición de una realidad diferente o al menos singular que nos puede enseñar algo nuevo, y por tanto es un recurso clásico, ya muy antiguo.  Así, por ejemplo, lo empleaba Platón en el Timeo o en Critias en referencia a la Atlántida sumergida. Por no olvidar a Tomas Moro y su Utopía, a sir Francis Bacon con su La Nueva Atlántida, al Shakespeare de La Tempestad, inspirada en una antigua leyenda española, o la novela filosófica El Filósofo autodidacto de nuestro gran Abentofail, el sabio islámico granadino. En La Isla mágica el aventurero Seabrock realiza un viaje al corazón del vudú.

Pero ahora me quiero referir a otras dos sugestivas manifestaciones literarias sobre la realidad humana en lo personal, lo social y lo político.  Distintas en sus planteamientos y desarrollo, también en su grado de introspección psicológica, de profundización espiritual y metafísica en el drama de la existencia. Diferentes pero con aspectos comunes como el haber sido escritas al final de sus vidas o constituir una especie de testamento filosófico de sus autores.

La primera cronológicamente es Los náufragos del Jonathan, novela inconclusa de Julio Verne terminada y algo modificada por su hijo Michel después de su muerte.  La segunda es La Isla, última obra de Aldous Huxley y meritoria utopía superadora de la amarga contra utopía de Un Mundo feliz.

En la primera novela, desarrollada en el Sur de América y en la que es protagonista uno de esos misteriosos pero magníficos personajes vernianos parecidos al capitán Nemo de La Isla misteriosa, se reflexiona sobre la dificultad sino imposibilidad práctica de la realización del ideal libertario de su valeroso, generoso y heroico personaje protagonista que contra sus deseos y convicciones libertarias se ve obligado a gobernar una comunidad a petición de los náufragos que la componen con tal de evitar males mayores. Un sacrificio de sus más íntimos anhelos en servicio del bien común y la salvaguarda de vidas y legítimos intereses de sus compañeros. Debe comprender que el poder es necesario en sociedad, otra cosa es su naturaleza dirigida o no al Bien común, o la de las personas o instituciones que lo ejercen.

La contrapartida de esta narrativa verniana dirigida al Bien de la sociedad sería hoy el llamado Plan Andinia que pretendería la ocupación sionista de las Patagonias argentina y chilenas como un segundo lugar de residencia excluyente para judíos, recambio o ampliación de Palestina.

En La Isla, obra casi póstuma de un Huxley crepuscular, se reflexiona igualmente sobre la dificultad o más bien imposibilidad de mantener una sociedad pacífica, de hombres libres y dirigida al bien común en las puertas del sistema de dominación mundial conocido como globalización. En la formación del hombre integral Huxley explica las condiciones de una educación libre de prejuicios capaz de abrir, como él mismo realizó como psico-nauta, los “límites de la percepción” dentro de pautas de desarrollo personal liberador, sin excluir en este proceso educativo el empleo controlado de sustancias enteogénicas. Consideradas en este caso no como el «soma» alienante y adormecedor de Un Mundo Feliz sino como instrumento liberador de las ataduras de la conciencia en vuelo a parajes desconocidos más ilusionantes.

Como en el precedente de Abentofail ya citado, Huxley ofrece aquí una visión de la Mística como liberación personal contra el papel teológico más o menos opresor de las religiones dogmáticas establecidas. Así como de las posibles bases de una comunidad de hombres libres frente a los procesos de dominación política y cultural basados en aquellas.

En ambas novelas, al cabo, por una u otras razones, el papel de Occidente resultará nefasto al promover la dominación de la contra utopía y la alienación.  Al final de sus vidas, tanto Verne y Huxley comprendían que la aventura de la Libertad y del Amor se encontraban gravemente amenazada ya que el sistema de dominación mundial ni siquiera consiente el mal ejemplo de una isla feliz al servicio del Hombre por remota que sea o inofensiva que parezca. La mítica Isla de San Brandán o San Borondón parece haber desaparecido de la cartografía fantástica del alma. Pero cada vez estamos peor porque la tecnología al servicio del Poder y no de la Humanidad nos va dejando menos margen de escapatoria.

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